Una hembra de murciélago amamanta a su cría en pleno vuelo, envuelta por la oscuridad de una caverna en Cuba. Presenciar esa conmovedora estampa de maternidad, tan exótica a ojos de los humanos, es privilegio de quienes se adentran en las profundidades de la Tierra para comprender mejor a esos animales.
Gracias a hombres y mujeres de ciencia atraídos también por la aventura y el misterio, la fotografía llega a la luz, no solamente con fines de investigación: es una poderosa herramienta para despertar simpatías hacia unas criaturas que, pese a incluirse entre las más vilipendiadas, cumplen un rol esencial en los ecosistemas del mundo y prestan importantes servicios a la humanidad.
El más pequeño es del tamaño de la uña del pulgar y el mayor alcanza los dos metros al desplegar las alas. Con más de 1 300 especies en el mundo, los únicos mamíferos que realmente pueden realizar un vuelo activo exhiben una variedad impresionante. Sus 26 especies vivientes hacen que Cuba tenga la mayor diversidad de murciélagos de Las Antillas.
Conservar a estos animales y sus hábitats es la meta del proyecto Cubabat, que nació en 2003 y desde 2012 pertenece a la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre.
Actualmente reúne a una veintena de integrantes e innumerables colaboradores en toda la isla caribeña. Su líder es el biólogo, espeleólogo y perito forense Joel Monzón González, quien ha convertido su pasión por los quirópteros en un estilo de vida que hasta su familia hoy comparte.
La luz en la cueva
“Saber lo que tenemos es el primer paso para determinar qué debemos salvar”, indica Monzón González a propósito de la línea de trabajo primordial: la investigación.
Su labor abre caminos propios, pero también avanza sobre las huellas que dejaron hombres de ciencia como el recientemente fallecido Gilberto Silva Taboada (fundador del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba, y miembro del Museo Americano de Ciencias Naturales de Nueva York), uno de los más eminentes naturalistas cubanos de todos los tiempos.
A Joel su interés por esos animales lo despertó la práctica de la espeleología, en la década de 1990, cuando era muy joven y lo llevaron a la cueva Gato Jíbaro (forma parte del sistema de Bellamar) para medir sus capacidades ante las complicaciones de ese tipo de entorno.
“Cuando vi la inmensa cantidad quedé fascinado y supe a partir de ese momento que estudiarlos iba a ser mi vocación. Años después surgió el Cubabat, donde integramos la experiencia que habíamos acumulado durante varios años de trabajo. Se interesó por lo que hacíamos la amiga canadiense Melissa Donnelly, de la organización Animal Experience International, y por esta vía nos llegó la primera fuente de financiamiento y apoyo logístico, que se mantiene hasta hoy”.
Intervenir en una cueva requiere una preparación física adecuada, al tratarse de un ambiente que exige mucha energía, pero también aptitudes psicológicas. Hay algunas consideradas “muy difíciles” como Santa Catalina, en Matanzas, cuyo amplio sector de calor impone respeto incluso a los espeleólogos más veteranos.
“En esa zona la temperatura es elevadísima. También deteriora mucho al organismo el alto nivel de humedad: se siente casi como respirar dentro del agua. Hay que tomar las muestras muy deprisa para salir lo antes posible.
“En ese entorno tan hostil para el ser humano habitan gran cantidad de murciélagos. Constituyen especies sombrilla que brindan las condiciones para que otras también sobrevivan, al crear hábitats y nichos ecológicos. El guano que se genera por la acumulación de su excreta brinda sustento a escorpiones, cucarachas y otros invertebrados”.
“No siempre hay que entrar a una cueva”, aclara Monzón González, y añade que existen protocolos bien definidos para cada actividad. Los métodos de captura van desde los jamos entomológicos hasta las trampas de arpa, y redes de niebla.
Gracias a los avances de la tecnología se emplean cajas acústicas detectoras de las vocalizaciones para saber qué especies están presentes, con ayuda de software altamente especializado para el procesamiento de la información.
“Otra variante es la visualización con cámaras endoscópicas de los fisurícolas, los que utilizan grietas o pequeños espacios en grietas y estructuras arquitectónicas. En determinadas áreas funciona mejor un método muy arcaico pero efectivo: el análisis de las egagrópilas (resto regurgitado) de lechuza, donde es frecuente encontrar pelos y huesos de criaturas que le sirven de alimento”.
“El Centro Nacional de Áreas Protegidas (CNAP) nos brinda la posibilidad de intervenir en esos escenarios naturales del país. Lo primero que hemos intentado hacer es fortalecer los planes de manejo de las áreas, que carecían de listas actualizadas de riqueza de especies. Hemos colaborado con Camagüey, Pinar del Río, Mayabeque y Artemisa en materia de equipamiento a partir de nuestros propios medios, y con la experiencia de nuestros especialistas capacitamos al personal técnico”.
Gracias a la cooperación de Cubabat con entidades como el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), la Sociedad Espeleológica de Cuba, universidades, y otras instituciones, es posible obtener abundante información sobre cuanto sucede con la quiroterofauna en la ínsula caribeña.
Fruto de las acciones de Cubabat es una amplia base de datos reunida durante varios años, importante como apoyo para tesis de maestría, doctorales y otras investigaciones.
Esos resultados ofrecen la posibilidad de tomar parte en proyectos internacionales como DarkCideS, el mayor registro global de información acerca de los murciélagos cavernícolas.
Otra iniciativa, en colaboración con científicos surcoreanos, permite crear bases de datos de la acústica de los quirópteros de la región centroamericana y caribeña, un empeño que brindará la información necesaria para perfeccionar la tecnología disponible.
Vuelan en Varadero
Ni siquiera al diseñador más atrevido se le ocurriría incluir murciélagos en un cartel promocional de Varadero, donde el animal nocturno luciría anacrónico en medio del paisaje de una playa con palmeras bajo el sol del eterno verano. Sin embargo, esas criaturas también hacen su vida en la Península de Hicacos, principal polo turístico de sol y playa de Cuba.
Una alianza de Cubabat con el Centro de Servicios Ambientales de Matanzas (CSAM) ofrece la oportunidad para entenderlos mejor y garantizar su supervivencia en toda la Península, pero sobre todo en el Área Protegida Varahicacos, un verdadero oasis donde se procura que la vida natural coexista con el turismo.
Humberto Manuel Fernández Ramos, especialista de CSAM y miembro de Cubabat, cuenta que cuando comenzaron a estudiar ese escenario en profundidad se conocía poco del gremio. La intención de completar un inventario de la quiropterofauna sirvió como punto de partida para extender el trabajo a otros escenarios de la provincia de Matanzas, especialmente todo el norte.
“Hicimos estados comparativos entre ejemplares procedentes de las diferentes cuevas, con abundante información sobre aspectos importantes como su reproducción.
“Los datos sirvieron para que la Red Latinoamericana y del Caribe para la Conservación de los Murciélagos (Relcom) otorgara la certificación de Sitio de Importancia para la Conservación de los Murciélagos (SICOM), por primera vez en Cuba y Latinoamérica, a las cavernas de Ambrosio y Musulmanes, en Varahicacos”.
El experimentado espeleólogo afirma que el conocimiento obtenido influyó en la adecuación de planes de manejo del Área, relevante también por otros representantes de su fauna (invertebrados, ofidios, aves) y la flora.
“Está en proceso un estudio sobre el impacto de las visitas de turistas. Tenemos alguna información, porque hacemos monitoreos todos los meses. Por el momento podemos decir que no existe afectación a la comunidad de los quirópteros de Varahicacos, adaptada a través de los años a la presencia humana.
“La posibilidad de contemplarlos en su elemento natural es un atractivo para visitantes nacionales y extranjeros. Las cavidades tienen una buena dinámica de aire y en ellas es sencillo desplazarse para el turista convencional. En nuestra área de estudio están presentes cinco de las ocho especies que pueden encontrarse en la Península, incluida la mayor de Cuba: el murciélago pescador (Noctilio leporinus)”.
Entre la fauna de los mamíferos alados hay un grupo que no habita en el interior de las cuevas, y se le encuentra en estructuras arquitectónicas. En Varadero, aprovechan grietas e intersticios de los falsos techos y otros elementos de los hoteles para establecerse, gracias a la abundancia de insectos que componen su dieta.
Salen a la hora del crepúsculo y al amanecer, y devoran enormes cantidades de insectos, como los mosquitos, que el ser humano considera indeseables. Cubabat brinda charlas y conferencias a directivos y trabajadores del balneario en el afán de esclarecer dudas y hacerles ver su importancia ecológica.
El análisis de la sostenibilidad de la actividad turística se extiende a la caverna de Santa Catalina, en el norte de Matanzas, que también cuenta con la certificación de SICOM. Gracias a esta iniciativa se logró demostrar que en la región integrada por la Península de Hicacos, Santa Marta y Cárdenas están presentes 20 de las 26 especies que habitan en Cuba. Esta información ya forma parte de la base de registros global.
“En Santa Catalina habitan tres millones de murciélagos de 12 especies. Es una riqueza impresionante. Tiene un área de calor que abarca casi tres kilómetros de extensión, con trampas térmicas con características peculiares desde el punto de vista faunístico. Contemplar el éxodo de millones de ejemplares por la noche es un espectáculo.
“A partir de los estudios realizados desde el punto de vista espeleométrico y geomorfológico se confirma que constituye uno de los sistemas más grandes del Caribe. Ya hemos cartografiado 53 kilómetros y el trabajo continúa. Aún queda mucho por descubrir en esa maravilla que muchos de los propios habitantes de Matanzas desconocen”.
Resolviendo conflictos
“He visitado Casas de Abuelos donde personas con más de 80 años de edad me han dicho que nunca en su vida habían visto un murciélago”, comenta el biólogo Monzón González desde su hogar en la ciudad de Matanzas.
“Hay mucho desconocimiento. La mayoría de las respuestas a nuestras encuestas sobre el tema suelen ser incorrectas. Muchos no saben qué son, los consideran ratones o incluso aves. Tampoco conocen su rol biológico. Existen muchos mitos, uno de ellos es la creencia de que son ciegos, al ser nocturnos. La realidad es que, además de valerse de la ecolocalización, sus ojos están activos.
“Cuando aclaramos dudas se fortalece el conocimiento de esas personas y crece su interés por el tema. Al final muchos terminan ayudándonos, y hasta nos brindan sus patios y terrenos para hacer actividades de educación ambiental. Hay campesinos que dentro de sus fincas tienen cuevas donde habitan grandes colonias, y gracias a la labor del proyecto se han convertido en sus protectores.
“Los murciélagos fruteros son selectivos, consumen especies botánicas primarias de la región. Como parte de su actividad alimentaria dispersan semillas, y donde cae cada una existe un 98% de probabilidad de que brote una planta, lo cual es una garantía para mantener el ecosistema. Utilizan los calveros en la vegetación que el hombre crea al talar árboles, como si fuesen autopistas para su vuelo y mientras avanzan riegan semillas.
“Hay otros que se alimentan de polen y néctar, y al visitar las flores garantizan la polinización. En Camagüey marcamos con anillos a murciélagos lengüilargos (Monophyllus redmani) y comprobamos que volaban a 42 kilómetros de su refugio para libar de las flores del plátano. En el caso de los que comen insectos devoran grandes cantidades de mosquitos, moscas y comején, considerados plagas perjudiciales para la salud y la economía.
“Tuvimos una experiencia interesante cuando nos llamaron para hacer una exclusión en el cabaret Tropicana Varadero. El argumento era que los consideraban dañinos. Cuando llegamos, comenzamos a estudiar el ecosistema, porque el lugar estaba al lado del Área Protegida Río Canímar, de importante riqueza biológica.
“Encontramos individuos del llamado murciélago casero (Molosus molosus), un insectívoro y gran consumidor de comején, algo beneficioso para el Tropicana Varadero, porque tiene un entramado de vigas de madera. Cuando le demostramos la utilidad de los animales como controladores biológicos la administración del local decidió preservarlos, al comprender que su presencia también tiene un positivo impacto económico”.
La espeleóloga Yelenny Pacheco Roque, esposa de Joel, y los dos hijos de ambos son entusiastas activistas en pos de lograr una convivencia armónica entre humanos y quirópteros.
“Trabajamos la educación ambiental actualmente en la escuela primaria Abraham Lincoln con niños de cuarto a sexto grados. Aprenden de una forma entretenida a través de juegos y manualidades. Antes de la pandemia hacíamos festivales donde participaban alumnos de varias escuelas. Es algo que queremos retomar. Los pequeños son muy receptivos y buenos comunicadores que después explican a sus padres lo aprendido.
“Tuvieron una gran acogida las exposiciones en el Parque de La Libertad, y todo el que pasaba por allí se interesaba por nuestro mensaje. En Camagüey también se trabajó para replicar estas acciones. Nuestros hijos van con nosotros a las cuevas, ayudan a procesar los animales capturados para tomar datos, y promueven la conservación entre compañeros de su edad. Es muy importante el intercambio de los niños con los especialistas, que explican el trabajo de los científicos a la población, lo mismo en ciudades que en escuelas rurales”.
Mediar en caso de conflicto puede significar una gran diferencia. De acuerdo con el especialista de CSAM, Humberto Fernández Ramos, en ocasiones se ponen en práctica soluciones de traslado de alguna colonia, pero se trata de una actividad que demanda muchos recursos. La apuesta más segura es siempre convencer a la gente con argumentos reales.
“Es cierto que los murciélagos, como cualquier otro mamífero, puede ser transmisor de la rabia, pero en Cuba apenas se reportan poquísimos casos desde la década de 1980 hasta la fecha. En nuestro país no hay ningún quiróptero que se alimente de sangre.
“También se le achaca la culpa de transmitir la llamada enfermedad de las cuevas, aunque en realidad la histoplasmosis es causada por un hongo que se desarrolla en ambientes húmedos de las cavernas, donde abunda el guano. Cambiar la mentalidad en favor de que la gente aprenda a apreciarlos y protegerlos es la meta de las acciones de divulgación”.
Un animal carismático
“Un día llegó Monzón con parte de su equipo a nuestra finca y nos sumamos a la aventura”, relata Isis Jiménez Ramírez, de 64 años de edad y especialista en Medicina Legal. Junto a su esposo Samuel Rodríguez Cabrera, de 78 años, le abrió las puertas a Cubabat para estudiar a la quiropterofauna en sus terrenos del hermoso valle del río Yumurí, apartado del bullicio citadino.
Ambos tenían una opinión muy negativa de los murciélagos que partía de su crianza en el campo, donde a esos seres de la noche hoy se les considera “bichos” nocivos a los que conviene evitar o aniquilar si se da la ocasión. “Les teníamos más aversión todavía porque mordían frutas en la finca y nos echaban a perder guayabas, mangos, marañones”, admite Samuel.
Según recuerda Isis la visita ocurrió un par de años antes de la pandemia de la COVID-19. “Luego de colocar las redes nos quedamos toda la noche sin dormir. Había que estar atentos para cogerlos enseguida y medirlos, pesarlos, y tomarles la temperatura. Ellos estaban eufóricos cada vez que identificaban una especie que no era muy común. Yo no podía perderme aquella experiencia de ayudar a estudiarlos. Fue muy interesante”.
Cuando los animales empezaron a caer en las redes Samuel comenzó a mirarlos desde otra perspectiva. “Me di cuenta de que no todos eran iguales. En algún momento empecé a apreciarlos. En mi caso el cambio de opinión fue radical. Mientras más conocía sobre ellos más me maravillaba. Aprendimos cómo viven, cómo atienden a sus hijos. Es increíble la forma en que te miran. El cambio en mí fue algo extraño: comencé a ver humanidad en aquellos animalitos.
“Fue una sorpresa enterarme de que si una madre muere hay otras hembras de la colonia que se ocupan de atender y alimentar a la cría huérfana”, indica Isis. “Me apasionó que fueran tan protectores con su grupo. La forma en que cuidan de los suyos es una lección para nosotros. Uno habitualmente piensa en las abejas y las aves que ayudan a dispersar semillas de las plantas y contribuyen con la polinización, pero jamás imaginábamos así a los murciélagos. Entendimos cuánto bien le hacían a nuestra finca”.
Tal y como asegura el espeleólogo Fernández Ramos, estos animales son muy carismáticos.
“Tienen rasgos fraternales. Las hembras también se ayudan mutuamente en el momento del parto y limpian a las crías. Son momentos únicos que han podido observarse y filmarse. Durante la pandemia las poblaciones de varias especies crecieron. Un ejemplo es la zona del río Canímar, en Matanzas, donde habita una colonia muy numerosa y saludable de murciélago mariposa (Nyctiellus lepidus), el segundo más pequeño del mundo. Es una criatura que mide entre seis y siete centímetros, y en una sola noche devora una cantidad de insectos equivalente a casi el triple de su peso corporal, de unos tres gramos”.
Los estudios no se detienen y tampoco la campaña educativa. No hay descanso para el proyecto Cubabat. Joel y su equipo dan fe de la importancia de la sensibilización para que las personas aprendan a apreciar a los mamíferos alados cubanos, y pongan de su parte para reducir las principales amenazas que enfrentan hoy en la Isla: el exterminio, el disturbio y la pérdida de hábitat. La convivencia entre humanos y murciélagos no solo es posible, sino también necesaria.