Por primera vez en la historia se celebra, el 26 de enero de este año, el Día Internacional de la Energía Limpia. La fecha escogida recuerda la fundación de la Agencia Internacional de Energías Renovables en 2009.
Esta celebración busca acelerar la transición energética hacia energías renovables a nivel global, lo cual está en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. De tal modo, el objetivo de la conmemoración es promover sistemas energéticos modernos, asequibles y sostenibles, de acuerdo con el sitio diainternacionalde.com.
El Día Internacional de la Energía Limpia fue proclamado por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) por consenso el 25 de agosto de 2023. La resolución que instituye la celebración, en uno de sus puntos invita “a todos los Estados Miembros, las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales competentes a colaborar en la celebración (…), junto con otras organizaciones e interesados pertinentes”.
En ese sentido, la ONU afirma en su sitio web que “la conexión entre energía limpia, desarrollo socioeconómico y sostenibilidad ambiental es crucial para abordar los problemas a los que se enfrentan las comunidades vulnerables en todo el mundo”.
De lo anterior se deduce que, al menos en principio, la necesidad de integrar múltiples esfuerzos para la concreción de políticas que promuevan el empleo de energías limpias está reconocida por el sistema de Naciones Unidas. Sin embargo, más allá del reconocimiento formal, se necesitan acciones prácticas.
Debe tenerse en cuenta, además, la brecha existente entre países desarrollados y países en vías de desarrollo en cuanto al acceso a las tecnologías necesarias para el cambio de matriz energética, así como los poderosos intereses económicos existentes tras las tradicionales fuentes de energía.
¿Qué son las energías limpias?
A las energías limpias también se les conoce como energías renovables o energías verdes. Son aquellas que se obtienen de recursos naturales inagotables o renovables en el corto plazo. Además, su uso no genera emisiones de gases de efecto invernadero ni contaminantes atmosféricos.
Los ejemplos clásicos son la solar, la eólica, la hidroeléctrica, la geotérmica y la de la biomasa. Se plantea que la instalación de estas fuentes suele ser costosa, pero que una vez instaladas, su explotación resulta más rentable que la de los combustibles fósiles.