En el mundo muchos admiran por su hermosura las flores de girasol; sin embargo, no se quedan detrás quienes tienen aprecio por sus semillas, que constituyen un alimento altamente nutritivo y con muchos y variados beneficios para la salud.
A la flor se le conoce también con otros nombres como jáquima, mirasol, maíz de teja, calom o maravilla, que se consumen desde hace más de cuatro mil años; una de sus propiedades más importantes es la energía que proporcionan.
Todos utilizan el aceite de girasol a diario en la cocina; sin embargo, muy pocos conocen el origen y la historia de esta planta y sus semillas.
Fuentes consultadas afirman que la primera vez de la que se tiene constancia del uso de las semillas de girasol es, aproximadamente, en el año 2600 antes de Cristo, en México. En general sus primeros usos se vinculan preferentemente al continente americano, aunque hoy en día se encuentran en cualquier punto geográfico del mundo.
Básicamente, se consumían molidas y se usaban para elaborar una especie de pan. Se trataba de un alimento muy valorado, pues para los aztecas y para los incas el girasol representaba al dios del sol.
A grandes rasgos podemos decir que las semillas de girasol tienen las siguientes propiedades nutricionales como ser una importante fuente de vitaminas: sobre todo, destaca la cantidad de vitamina E conocida también como la vitamina de la juventud, por sus propiedades antioxidantes y de antienvejecimiento.
También contienen minerales: el potasio, el fósforo, el calcio y el magnesio son los minerales más importantes que se encuentran en las semillas de girasol, unos nutrientes que llevan a cabo diversas funciones esenciales para el correcto funcionamiento del organismo; proporcionan una cantidad significativa de proteínas que son esenciales para el crecimiento y el fortalecimiento del cuerpo.
Sus grasas son saludables, es decir, son ácidos grasos insaturados: popularmente conocidas como grasas buenas, sirven para garantizar el correcto funcionamiento del sistema cardiovascular, el sistema nervioso y la salud en general.
Si se mencionan sus beneficios se ve que los problemas derivados de una mala circulación de la sangre podrán prevenirse al ingerir de forma frecuente semillas de girasol, ya que sus ácidos grasos tienen precisamente esa función, entre muchas otras: disminuir el riesgo de padecer problemas cardiovasculares, como pueden ser los infartos.
Los niveles de colesterol pueden reducirse con su ayuda; algo a lo que también contribuirá la fibra presente en estas. Las horas de estudio resultarán más productivas y la memoria no jugará una mala pasada en momentos importantes si tomas alimentos ricos en magnesio y fósforo contenidos en las semillas.
Hay muchas opciones para obtener más energía para el día a día, en el caso de tener cansancio o debilidad con frecuencia. En concreto, con las semillas se obtendrá esa fuerza de forma totalmente natural y saludable. La vitamina B1, también conocida como tiamina, contribuye, entre otras cosas, a combatir la fatiga crónica.
El sistema inmunológico también se verá beneficiado al tomarlas de forma habitual.
Con su ayuda, se mantendrán alejados los virus, y será de protección frente a resfriados o cualquier otra afección relacionada, gracias al ácido fólico, entre otros nutrientes.
El exceso de azúcar en la sangre puede reducirse consumiendo alimentos como las semillas de girasol. Es habitual que las personas diabéticas tengan carencia de algunos minerales, sobre todo de cromo y zinc. Las que nos ocupan cuentan con estos nutrientes, así que pueden convertirse en una buena opción si se padece diabetes.
Al contener una significativa cantidad de calcio, las semillas de girasol sirven para combatir la osteoporosis y para prevenir o frenar la descalcificación de los huesos. Son útiles para evitar futuras roturas o fisuras, algo especialmente interesante si hablamos de mujeres con menopausia, pues se trata una etapa en la que este problema suele aparecer con más intensidad.
Si sabes que tendrás un día muy largo en la oficina, come un puñado de semillas de girasol. Verás que te otorga más energía y vitalidad y no te quedarás dormido en el trabajo.
Los antioxidantes que contienen, una poderosa combinación de vitaminas y minerales propicia que el organismo se encuentre más protegido frente a enfermedades tan importantes como el cáncer, y más fuerte para afrontar los diferentes procesos de envejecimiento en el cuerpo.
No hay nada como recurrir a un remedio natural si sufrimos problemas estomacales o pesadas digestiones, y las semillas son una buena opción. ¿Los motivos? La cantidad de fibra alimentaria que contienen. Consúmelas crudas y sin cáscara cada día (preferiblemente por la mañana) y notarás la diferencia.
Por otro lado, la fibra contenida en cada semilla de girasol es la responsable de activar el sistema digestivo y promover digestiones más rápidas y completas, eliminando más fácilmente los residuos del organismo por su capacidad depurativa.
Por último, este mismo nutriente provocará que sintamos, unos pocos minutos después de haber tomado las semillas, una sensación de saciedad que nos ayudará a comer menos durante las horas siguientes.
De nuevo, la vitamina E es la protagonista, y la que propicia que estas semillas sean cada vez más utilizadas en los tratamientos y rituales de belleza. Y es que este nutriente rejuvenece no sólo a nivel interno, sino también a nivel externo, haciendo que nuestra piel luzca más tersa y reluciente. Este beneficio se aprovecha mezclando las semillas tostadas y molidas con un poco de agua, y aplicando la solución sobre la piel.
Si te has convencido de las ventajas de tomar semillas de girasol y quieres conocer de qué formas puedes tomarlas para aprovechar todos sus beneficios, lo principal que tienes que saber es que, si las tomas al natural o simplemente tostadas, aprovecharás todos sus nutrientes.
Así podrás utilizarlas en la elaboración de ensaladas, cremas o sopas, o simplemente tomarlas solas, como un aperitivo. Si, en cambio, decides molerlas, lo que obtendrás será una especie de mezcla o masa que podrás utilizar como harina para hacer pasta, pan o cualquier postre que la necesite; al mezclarla con agua caliente, lo que obtendrás será lo que se conoce como leche de semillas de girasol, muy útil para preparar batidos de frutas de lo más energéticos.
No olvides, por último, que también es posible preparar con las semillas de girasol un delicioso té o una infusión. Tan sólo tendrás que dejar hervir durante unos 15 o 20 minutos una buena cantidad de semillas y disfrutar del líquido restante cuando aún esté caliente.