Covid 19 en Cuba: Bienvenida sea la multa

Se les ve a menudo, son tres o cuatro niños que van a jugar al parquecito. No deben tener más de 10 años.

No hacen nada malo, ni siquiera intentan raras acrobacias. Sencillamente están ahí, balanceándose en los columpios, tirándose por la canalita… lo lógico que hace un niño en un parque y que le hace feliz.

Pero es lo lógico para tiempos pasados y futuros. No en pandemia.

Supongo que sus familias los mandan allá para que se entretengan, porque es muy difícil lograr que un niño no se aburra encerrado en la casa durante días y meses. 

Sin duda, no corren peligro de accidentes: ni aparatos peligrosos ni calles que deban cruzar sorteando el tránsito. De seguro que hasta pueden vigilarlos por la ventana.

El peligro es otro… y no pueden protegerlo de él, más bien, aun con las mejores intenciones, los están mandando a la boca del lobo.

Porque, como es de esperar, se bajan los nasobucos para hablar, cuando se sofocan de tanto brinco y ejercicio, porque les da calor. 

 

 

Y el “bicho” puede estar ahí, a lo mejor amacándose él también sobre el columpio donde algún adulto u otro niño contagiado estornudó o tocó después de haberse limpiado la nariz; niños son.

Por eso, aplaudo las nuevas disposiciones para La Habana, dadas a conocer el pasado martes 25, con las que se refuerzan medidas de enfrentamiento a la COVID-19 ante el aumento de casos confirmados y la cercanía del verano, que sin duda será diferente.

Esas medidas incluyen el reforzamiento de inspecciones e imposición de multas por violaciones de lo establecido y al respecto precisan “juegos y estancia en parques y zona de playa y ejercicios en la vía pública”, informaba el vicepresidente del CDP, Reinaldo García Zapata.

Está claro que nadie puede alegrarse de que a alguien le impongan una multa, pero al menos yo mucho me alegro de no ver más a esos niños jugando en el parque, casi día tras día.

Dicho así, casi parece un sinsentido, porque, en tiempos normales, el alma se contenta con solo ver la felicidad de un niño, disfrutando y riendo junto a sus amigos.

Pero no son tiempos normales. 

Una pena que los padres y demás familia de esos menores no lo hayan entendido todavía, como tampoco lo entendieron la mayoría de los adultos de tantos menores tristemente hoy hospitalizados por haberse contagiado.

Deberá ser a esos adultos irresponsables que mandan a sus hijos a los parques o a jugar pelota a la calle, a quienes impongan las mutas, ya que la información, la persuasión, no encuentran en ellos oídos receptores.