Como que para todo tiene que haber un día, hay un día para el amor y la amistad. El Día de San Valentín. El Día de los Enamorados. Jornada para felicitaciones, regalos, postales, cenas más o menos íntimas, sorpresas... Esa necesidad tan humana de resaltar, por un momento, lo que se hace todo el tiempo. Como para no caer en las trampas de la rutina.
Claro que hay que celebrar el amor. Porque al final, el amor es una de las cosas más hermosas e intensas de la vida. Tanto, que a veces parece que vivimos para amar. O que amamos para vivir. Hay mucha literatura sobre el particular (al final ese es el más universal de los temas). Infinidad de poemas (buenos, regulares y malos). Una cancionística abrumadora... El amor nos mueve. El amor nos define. El amor nos transforma.
Y es, obviamente, mucho más que el impulso erótico (hoy no es solo el día de las parejas apasionadas). Es el más abarcador de los sentimientos. El más complejo. El de más matices. La especie ha evolucionado por el trabajo, la competencia... y el amor. Es un valor. Es la garantía primordial de las sociedades, independientemente de lo que digan algunos tratados eruditos.
Celebremos hoy el amor, que es el día. Y cultivémoslo siempre, porque nos hace falta. Que sea oasis, pero también guía de vida. Pilar del respeto. Esencia de la ética. Amemos con fuerza. Amemos sin tontas reservas.
Y felicidades, por cierto.