El proceso de rendición de cuentas de los delegados a sus electores, que comenzará el 20 de septiembre y se extenderá hasta el 15 de noviembre en Cuba, representa un momento clave en el fortalecimiento de la democracia participativa en el país. Este es el primer proceso de este tipo en el actual mandato de las Asambleas Municipales, convocado el pasado 17 de junio por el Consejo de Estado. Se trata de una práctica en la que los delegados deben explicar a sus electores el estado de los problemas planteados, lo realizado hasta la fecha, y las posibles vías para seguir avanzando en su resolución.
Es un ejercicio que va más allá de una simple formalidad. La rendición de cuentas permite medir el pulso de la gestión de los delegados, quienes representan la voluntad popular en las instancias municipales de gobierno. Es fundamental que este proceso no se convierta en un trámite burocrático o en una rutina sin contenido. Debe concretarse un diálogo honesto y profundo entre el delegado y sus electores.
En este sentido, uno de los aspectos más importantes de la rendición de cuentas es que el delegado no está allí para prometer soluciones inmediatas ni para resolver todos los problemas por sí solo. Su autoridad y legitimidad residen en su capacidad para representar adecuadamente los intereses de sus electores y canalizar sus demandas a las instancias correspondientes. La figura del delegado no es la de un gestor milagroso, sino la de un interlocutor entre la ciudadanía y las estructuras administrativas.
El delegado que haya trabajado en estrecha comunicación con su comunidad no debería enfrentarse a sorpresas durante el proceso de rendición de cuentas. Si ha cumplido su función correctamente, los planteamientos de los electores serán una continuación de los diálogos previos, lo que le permitirá presentar alternativas viables y caminos de solución, aun cuando la responsabilidad última de resolver los problemas recaiga en otras instancias.
Es esencial que cada reunión de rendición de cuentas se enfoque en la realidad concreta de cada comunidad, en sus problemas específicos y en las soluciones que pueden surgir del trabajo conjunto. La transparencia en la gestión, la claridad en la explicación de los límites y alcances del trabajo de un delegado, y el compromiso de las autoridades con sus electores son elementos fundamentales para que este ejercicio democrático tenga el impacto deseado.
Asimismo, es importante que los electores comprendan el proceso en toda su magnitud. La rendición de cuentas no debe ser vista como una oportunidad para recriminaciones, sino como un espacio para el debate constructivo y el análisis conjunto de los problemas y sus posibles soluciones. Este enfoque, de colaboración y compromiso mutuo, es lo que realmente fortalece el entramado en las comunidades.
A la par de los electores, las instituciones deben prestar atención a lo que se expone en este proceso. Las rendiciones de cuentas no pueden quedar en palabras que se pierden al concluir las reuniones. Es crucial que los problemas señalados sean evaluados por las instancias correspondientes, con una planificación concreta que permita su resolución efectiva.
El proceso que se avecina constituye una oportunidad para revitalizar la participación popular en Cuba, una participación que debe ser crítica, activa y organizada. Si se realiza de manera adecuada, no solo fortalecerá la confianza en los delegados y en las estructuras municipales, sino que consolidará el ejercicio de la democracia como un proceso continuo y transformador en la vida de las comunidades.
Por último, la rendición de cuentas debe ser vista como una herramienta para el perfeccionamiento de un proyecto político y social. No basta con realizarlo como un acto simbólico; debe contribuir al desarrollo de una gestión más eficiente, comprometida y cercana a las verdaderas necesidades de la gente. Solo así se logrará que los delegados se consoliden como verdaderos garantes del poder popular, en tiempos particularmente demandantes para el país.