Llegada de Evo Morales a México

Cuando Evo Morales compareció este domingo 10 de noviembre para comunicar que renunciaría a su cargo de presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, advirtió, entre otras cosas, que lo hacía para evitar derramamientos de sangre.

Se había consumado el golpe cívico, militar, policial y político contra un gobierno democrático que, más allá de las disputas electorales, debía acabar en 2020.

 

 

Inmediatamente, personalidades políticas de América y del mundo emitieron mensajes que iban de la condena al golpe de Estado al llamamiento a la concordia nacional. Miguel Díaz-Canel (presidente de Cuba), Alberto Fernández (presidente electo de Argentina), Cristina Fernández (vicepresidenta electa de Argentina), Lula da Silva (expresidente de Brasil), Dilma Rousseff (expresidenta de Brasil), Pepe Mujica (expresidente de Uruguay) y Alexis Tsipras (primer ministro de Grecia), entre otros, figuran en esa lista de solidaridad con Evo y el pueblo boliviano.

Sin embargo, la oposición no se satisfizo con concretar el golpe de corte fascista que venía fraguando desde antes. Mientras Evo demostraba que estaba en disposición de superponer la paz boliviana por encima de su legítimo mandato presidencial, continuaban los asedios a la gente de su partido, su gobierno, y a los líderes sociales y políticos que le son afines. Su propia morada fue víctima del allanamiento forzoso poco después de que renunciara al cargo.

La vida de Evo Morales corría peligro. Cabe preguntarse: ¿dónde estarían Washington, la OEA y restantes satélites —supuestos paladines de los derechos humanos, la democracia y demás—, mientras que el hasta entonces jefe de Estado estaba en riesgo de ser ultimado de un momento a otro en medio del caos generado por sectores derechistas en esa nación suramericana? 

La voluntad propia del presidente indígena, inicialmente, fue permanecer en su Patria. Fue digno y admirable. Como dijo, no tenía motivos para huir. Ahora bien, quienes se tomaron el país, de haber sostenido un ápice de decencia política y humana, debían haberle garantizado el derecho a la vida y la libertad. Pero no, todo lo contrario.

En la tarde y la noche de ese domingo circuló en distintos medios y en las redes sociales una presunta orden de detención contra él.
 

Denuncio ante el mundo y pueblo boliviano que un oficial de la policía anunció públicamente que tiene instrucción de ejecutar una orden de aprehensión ilegal en contra de mi persona; asimismo, grupos violentos asaltaron mi domicilio. Los golpistas destruyen el Estado de Derecho.

— Evo Morales Ayma (@evoespueblo) November 11, 2019



Aunque luego fue desmentida, quedó demostrado que cualquier pretexto sería conveniente a la feroz oposición para deshacerse del líder. 

Después de pasar una noche con antiguos compañeros en Cochabamba, se dio a conocer su decisión de aceptar el ofrecimiento de exilio del Estado mexicano.

 

 

El gobierno mexicano organizó el traslado del presidente depuesto. De no haberse realizado este rescate, Bolivia no solo hubiera perdido la presidencia de Evo, sino que probablemente hubiera perdido al propio Evo.

 

 

No sin obstaculizaciones por parte de algunos países de la región que negaron el uso de su espacio aéreo y el aterrizaje en su suelo, Evo arribó con Álvaro García Linera, su vicepresidente de siempre, al Aeropuerto Internacional Benito Juárez, donde fue recibido por el canciller mexicano, Marcelo Ebrard.

En las últimas horas, Bolivia y América Latina han perdido un gobierno de progreso, pero no perdieron a uno de sus mejores líderes.

 

 

Palabras de Evo Morales al llegar a México.