El lobby anticubano en Miami no cesa en sus intentos de atacar a nuestro país, y, esta vez, para sus retorcidos y fallidos objetivos de desestabilización, utilizaron a jóvenes de la provincia de Guantánamo, incluso menores de edad.
La contrarrevolucionaria Yamila Betancourt García, quien, en un acto de irrespeto total a nuestra historia, se ha autollamado «la hija de Maceo», contactó con varios adolescentes para que realizaran actos terroristas contra instituciones estatales en el oriental territorio.
Dioni Omar Revé Quiala, de tan solo 17 años, explicó que, junto a su primo Brailon Lionatan Frómeta Limonta, de 16 años, contactaron a través de Facebook con Yamila, quien les propuso pagarles mil pesos por lanzar piedras contra las tiendas en moneda libremente convertible (mlc) y otros establecimientos. Reseñó que, a finales de enero, les pidió que llegaran hasta la plaza polifuncional Pedro Agustín Pérez, donde un ciudadano les entregó, a ellos y a otros ocho jóvenes, el dinero y un machete para que, supuestamente, se «defendieran».
Pasados unos días, el ciudadano que les entregó el dinero se personó en la vivienda para advertirles que aún no habían realizado ninguna acción, y los amenazó con atentar contra algún miembro de su familia. Ante tal amenaza, Lionatan Frómeta ejecutó, junto a otros jóvenes, actos violentos contra la tienda en mlc Cuba Sí, el teatro El Campanario, el círculo infantil Sonrisa del Futuro, un complejo comercial y un ómnibus Diana que apoya el enfrentamiento a la COVID-19 en la provincia. Además, tenían la misión de tomar evidencia gráfica de estos hechos, para publicarla en las redes sociales y tenerlas como muestra de sus ataques.
Se conoció que los mencionados anteriormente, y los hermanos Yendris Alberto y Ángel Silvio López Bravo, de 24 y 22 años, respectivamente, además de perpetrar estas acciones, apedrearon la tienda TuEnvío, en la cabecera provincial. Yendris Alberto, identificado en las declaraciones como el cabecilla del grupo, era quien seleccionaba los lugares para perpetrar estos actos, y también entregó 50 pesos a cada uno, luego de ejecutados; excepto en el ataque contra la taquilla del teatro El Campanario, por el cual se pagó 200 pesos.
En el proceso de instrucción, se conoció también que estuvieron implicados Leoderkis Pons Pang (17 años), Yoandris Guibert Díaz (20 años) y el menor Javier Estefan Fuentes Gámez, de 14 años de edad. Todos confesaron que Yamila Betancourt fue quien patrocinó estas acciones.
Rápido y sin pausas, este capítulo se pudiera resumir en que la contrarrevolución los reclutaba, y les daba mil pesos para que atacaran instituciones estatales. Los jóvenes, todos en situaciones vulnerables, tenían hasta siete días para cometer el delito. En caso de que no lo hicieran, se llegaba hasta sus hogares para presionarlos. Pero la cosa va más allá, porque estamos hablando de personas que pagan para que se cometan actos terroristas, que coaccionan y amenazan si no se cumplen sus exigencias, que incitan a la violencia y a la delincuencia, y van introduciendo a los jóvenes en un círculo criminal. Les están quitando la posibilidad, a casi niños, de tener una vida normal vinculada a la sociedad.
Más que el financiamiento que llega desde el Norte, estamos en presencia de una mafia desorganizada, de baja calaña, y que no logrará sus objetivos, pero que, en su afán de destruir nuestra Revolución, arrebata los primeros años de juventud a estos muchachos, que ahora tendrán que enfrentar un proceso judicial por delitos.
Este hecho demuestra, nuevamente, el interés estadounidense por desestabilizar nuestro país. Demuestra también su desesperación, y que sus burdas estrategias no las pueden vender a muchos, porque se aprovechan de muchachos tan jóvenes, que aún no tienen una conciencia formada, con situaciones económicas, de entornos familiares disfuncionales, de bajo nivel de escolaridad y una conducta violenta.
En reiteradas ocasiones, sobre todo en los últimos tiempos, los contrarrevolucionarios han hecho pública su disposición a financiar actos violentos, en especial Yamila, quien con un lenguaje vulgar y alejado de cualquier lógica y dignidad, ha ofendido e incitado a sucesos vandálicos. Ellos no cesarán en sus intentos de subvertir el orden en Cuba, seguirán dando tumbos de un lado a otro, pero con acciones tan criminales como atacar un círculo infantil o un teatro, solo aumentarán el desprecio y el descrédito que les reserva el pueblo cubano.