Está encantado con la escena que contempla: un gigante en la casita de su abuela Rosa Inés, en Sabaneta de Barinas. La puerta es bajita y aquel hombre, inmenso. “Esto parece una novela de García Márquez”, le comenta a su hermano Adán y sigue mirando a Fidel, como si fuera un sueño.
Esta no es cualquiera casa; es su Macondo. El hogar en que nació, mejor dicho, en que lo trajo al mundo una partera. Donde crecieron él y Adán. Allí mamá Rosa preparaba aquellos dulces que luego ellos vendían en el pueblo para ayudar a la economía de la familia. El jardín en el que le oía contar a ella, las historias y leyendas del pueblo…
“Nací en casa de mi abuela Rosa Inés, situada en una calle que hoy se llama Avenida Antonio María Bayón. En tiempos de lluvia era una laguna esa calle. Mi madre recuerda que, al filo de la medianoche del día 27, ya los dolores eran inaguantables. Tenía ella unos 20 años. Llegó la partera. No había luz eléctrica permanente en aquel pueblo. Mucha agua, mucha agua, y nazco el miércoles 28 de julio ‘a las dos de la madrugada’, dice la partida de nacimiento”. Pero, según mi madre, pudo haber sido un poquito más tarde (…)”
“La casa vieja, de palma y bahareque, que ya no existe. Nos contaba historias en las noches oscuras, después de que Don Mauricio Herrera apagara -¡a las ocho en punto!- la planta eléctrica. Se apagaban todas las luces del pueblo, se encendían las velas o las lámparas de kerosene y nos quedábamos afuera cogiendo fresco. Nunca se me olvida, porque me despertaba la curiosidad que luego me llevó a investigar. Nos decía: ‘Por aquí pasó Zamora Cara’e cuchillo’.
Ahora Chávez está allí evocando su infancia, la ternura de la abuela y los recuerdos más íntimos de la familia con el mismísimo Fidel Castro Ruz. Parece un sueño; 40 años después de la primera vez que escuchó el nombre del líder de la Revolución Cubana, el barbudo está junto a él en casa de mamá Rosa.
Hoy, con motivo del cumpleaños 67 del amigo entrañable de Cuba, Hugo Rafael Chávez Frías, Cubadebate y el sitio Fidel Soldado de las Ideas comparten anécdotas que reflejan la simpatía que sentía Chávez por Fidel, incluso, antes de conocerlo personalmente. Chávez "soñó" muchas veces con Fidel.
“Era un niño y pregunté: Por qué Fidel no manda a unos helicópteros a rescatarlo”
En algún momento oyó los nombres de Fidel, el Che y otros hacedores de movimientos revolucionarios y guerrillas. Recuerda que con tan solo 13 años, en 1967, escuchó por la radio (único objeto valioso en la casa de la abuela, según Adán), que el Che estaba en Bolivia y lo tenían rodeado.
“Era un niño y pregunté: ‘Por qué Fidel no manda a unos helicópteros a rescatarlo’. Me imaginada una película ‘Fidel tiene que salvarlo’. Cuando mataron al Che: ‘Por qué Fidel no mandó un batallón, unos aviones’ Era infantil, pero demostraba una identificación absoluta con ellos, un punto de vista marcado por las simpatías que percibía en Barinas hacia ambos líderes.
“Varios años después, en 1973, estábamos en las montañas, cerca de Caracas, en los entrenamientos con los aspirantes a cadetes que llegaban a la Academia Militar. Para entretenernos, escuchábamos noticias y música en los radios militares (…) A escondidas de los oficiales, empezamos a calibrar uno de esos viejos radios GRS-9 de tubo. De repente, se escuchó a alguien hablando, una voz que no conocíamos y que denunciaba el golpe de Estado en Chile y la muerte de Allende: ‘Esto está bueno’, -dije yo. Era Fidel, a través de Radio Habana Cuba.
Se nos grabó una frase para siempre: ‘Si cada trabajador, si cada obrero, hubiera tenido un fusil en sus manos, el golpe fascista chileno no se da’. Aquellas palabras nos marcaron tanto, que se convirtieron en una consigna, en una especie de clave que solo nosotros desentrañábamos”.
“Después de graduarme en la Academia y pasar por Barinas (finales de la década del 70), formé parte de un batallón antisubversivo (…), pero ya yo me lo cuestionaba todo. Andaba muy inquieto, conversaba mucho con Adán y con otros compañeros de la izquierda. En esta etapa comencé a leer a Fidel, Che…”
Como Fidel, rebelde y revolucionario de su tiempo
Año 1982. Chávez ya está prácticamente consolidado como militar. Con 28 años ostenta el grado de capitán. La corrupción, la inmoralidad y las arbitrariedades en algunos oficiales en Barinas lo hacen redefinirse sus objetivos y junto a otros compañeros hace el Juramento del Samán de Güere: No permitiríamos que nos tragara la corrupción… Y ya no dejaría de luchar contra ellas en los cuarteles.
Cuando estaba de guardia, se levantaba de madrugada e iba hacia donde preparaban los alimentos y velaba por el correcto pesaje de la comida que correspondía a cada soldado. Anotaba en el libro de “novedades”, entre otras “irregularidades”, que las botas de montaña que les habían entregado se dañaban en la primera marcha. También enfrentaría los atropellos contra los supuestos o reales guerrilleros.
“Discutía con los superiores, nunca me quedaba callado. Tuve un lío serio en un campo antiguerrillero, porque vi cómo torturaban a unos campesinos, supuestos guerrilleros, prisioneros de guerra. Les estaban pegando con un bate forrado en una cobija y daban unos gritos tremendos. Se notaban que eran pobres gentes, casi muertos de hambre, flaquitos. Me enfrenté al coronel: ‘No, yo no acepto esto aquí’, y le quité el bate y lo lancé lejos. Luego el coronel hizo un informe en mi contra, acusándome de haber entorpecido el trabajo de Inteligencia”.
Todas estas vivencias conforman en el hijo “rebelde” de Elena Frías y Hugo de los Reyes Chávez, un sentimiento de resistencia ante las indolencias e injusticias con que se tropezaba en los cuarteles y que trascendía la vida militar. Empieza a mirar al país y a tratar de encontrarle explicación a sus contradicciones.
“Sentía que a mí alrededor gravitaban situaciones, conflictos cotidianos, muy alejados de los principios bolivarianos y de los valores en que nos habíamos educado. Entonces apareció esa pregunta incómoda para la élite militar y política, pero que se caía de la mata: ¿Qué democracia es esta que enriquece a una minoría y empobrece a una mayoría?”
Lo que Chávez pidió a Dios en la cárcel
Años de enfrentamiento, desde sus diferentes responsabilidades como militar, a los comportamientos deshonestos e inhumanos. También de organización del Movimiento Bolivariano. No es él solo, muchos venezolanos también quieren cambiar el destino de la nación. El Caracazo es inminente. Unos días antes, Chávez recibe una señal divina: por primera vez tiene a aquel con quien desde niño soñaba, a unos pocos metros.
“Yo te vi muy cerca, Fidel, cuando tú fuiste a la toma de posesión de lo que se llamó la coronación de Carlos Andrés Pérez —allí se dieron cita un número grande de presidentes de América Latina, del Caribe—; te vimos cerca, recuerdo que me pasaste a cuatro metros en el Teresa Carreño, yo estaba muy por ahí; trabajaba entonces en Palacio, ya yo era mayor, y ya teníamos estructurado en el seno de la fuerza armada, y en contacto con grupos populares y civiles, el Movimiento Bolivariano, eso fue el 2 de febrero de 1989. Ahí no te pude jugar ninguna broma, solo me paré firme cuando pasaste y saludé muy enérgicamente”.
Estalla Caracas el 27 de ese propio mes. La rebelión popular le dio un gran impulso al Movimiento. Se reanudan las reuniones y conspiraciones, porque ya el trabajo ideológico, político y organizativo está afianzado. Continúa la fragua del Movimiento Bolivariano. Tres años más aunando revolucionarios y perfeccionando la estrategia.
Llega el día anhelado por tantos. Es 4 de febrero de 1992, el líder barinés encabeza una insurrección militar e intenta tomar el palacio de Miraflores y la residencia presidencial, pero fallan en el intento progresista. Él de la boina roja y vestido con un liquiliqui verde olivo asume la total responsabilidad de los hechos y pide a sus compañeros que retornasen a los cuarteles. La acción es acogida con júbilo por una parte considerable de la población. Y él va a la prisión de Yare. Allí evocaría muchas veces al gigante de la Sierra Maestra.
“Haber releído, en primer lugar, en la cárcel de Yare, aquella encendida defensa, aquella encendida palabra suya en La historia me absolverá, y haber leído también en la cárcel Un grano de maíz, la entrevista hecha en ese tiempo por el comandante Tomás Borges, y haber comparado, y, dentro de tantas comparaciones de tantas ideas con 40 años casi de diferencia una de la otra, sacar varias conclusiones, como soldado prisionero: una de ellas, que vale la pena, que hay que hacerlo, mantener la bandera de la dignidad y de los principios en alto, aun a riesgo de quedarse solo en cualquier momento; mantener contra vientos desfavorables las velas en alto; mantener posiciones de dignidad. Eso lo releíamos, lo leíamos en la cárcel, y fue para nosotros alimento de prisioneros, y fue para nosotros, y sigue siendo, alimento de rebeldes.
En la cárcel recibíamos muchos documentos de cómo el pueblo cubano se fue organizando después del triunfo de la Revolución, y estamos empeñados en organizar en Venezuela un inmenso movimiento social: el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200”.
“¿Saben que le pedí a Dios en la cárcel?: ‘Dios mío, quiero conocer a Fidel, cuando salga y tenga la libertad para hablar, para decir quién soy y qué pienso’. Pensaba mucho en eso: en salir para conocerlos”.
Un martes 13 bendito
Dios escuchó a Hugo Chávez. En Cuba, Fidel no le ha perdido el rastro desde que dirigió el alzamiento en Miraflores. El líder de los barbudos tiene la convicción que, “cuando la crisis llega, los líderes surgen”. Sabía que si el pueblo venezolano había despertado, allí había un Bolívar.
El 28 de marzo de 1994, solo un día después de su salida de la cárcel, se registra la primera noticia relacionada con él en los archivos del Consejo de Estado de Cuba. Norberto Hernández Curbelo, quien era entonces el embajador de la Isla en Venezuela, había escrito una nota al Comandante en Jefe, donde le comentaba: “El fenómeno Chávez hay que seguirlo con atención los próximos meses”.
En julio de ese mismo año, el héroe de la rebelión militar en la sede del Gobierno de Rafael Caldera, ofrecía una conferencia de prensa en el Ateneo de Caracas. Cuando ya casi se iba, alguien le dice que hay un cubano hablando de Bolívar en una de las salas del piso superior. De inmediato subió. Ya casi finalizaba el orador.
Cuando terminó su conferencia, entre aplausos y saludos, alguien le comenta a Eusebio Leal, que al final de la sala había estado escuchándolo el Comandante Chávez y que aún no se había retirado de allí. El apasionado historiador de La Habana atravesó el salón, fui hasta la última fila donde Chávez estaba, lo llamó por el nombre guerrillero y patriótico de su antepasado –“Maisanta”–, y lo abrazó.
“Habló de nuestro Apóstol, que fue también una inspiración para su generación. Inmediatamente que terminó ese afecto, le dije: ¿Por qué no va a Cuba?’ Él me contestó: ‘Yo iría a Cuba, claro. Llévele este mensaje a Fidel: dígale al Comandante que he sido un admirador de su obra y, además, que su obra y su vida me han inspirado’. Nos abrazamos y nos despedimos. Sí, yo lo invité. No me tomaba una atribución que nadie me había dado, sino es lo que le decimos a cualquier persona que manifiesta admiración por Cuba en cualquier parte de la Tierra”.
Cuando llega a La Habana, Leal le comentó sus impresiones a Manuel Piñeiro Lozada, un gran amigo y en su momento, jefe del Departamento América (DA) del Partido; quien probablemente comentó a Fidel. Sigue llegando información al respecto. Una segunda nota se registra en los archivos del Consejo de Estado, la cual informaba brevemente la conversación entre el líder bolivariano y Eduardo Fuentes, representante en Caracas del DA, en la que Chávez enviaba sus afectos al presidente cubano.
Días después, el 12 de septiembre, el nuevo embajador cubano en Caracas desde agosto, Germán Sánchez Otero se entrevista con Chávez. Cuando este explicó que estaban organizando el segundo Congreso Anfictiónico, que tendría lugar en 1996 en Panamá, el embajador le propuso que hiciera el viaje a Cuba en el contexto de la gira por el Caribe que realizaría para preparar el evento. Tentativamente, se concilió la visita para enero de 1995.
La cita se adelantaría. Según Germán, pesaron dos hechos: la visita a Miraflores, por separado, de Jorge Mas Canosa y Armando Valladares, las figuras públicas más visibles de la contrarrevolución en Miami. Y Fidel sabía por dónde iban los tiros, pues meses antes, en la Cumbre de Jefes de Estado de Cartagena de Indias, celebrada el 14 y 15 de junio de ese año, Caldera había sugerido, de forma impertinente, cambios políticos en Cuba.
“En mi interpretación, fueron dos los elementos que anticiparon el viaje de Chávez a Cuba. Por un lado, invitarlo significaría una reacción ante la Cumbre de las Américas y un golpe para Caldera, que perdía toda compostura tan solo con oír mencionar el nombre del Comandante bolivariano. Digamos que esa es la coyuntura, pero a mi juicio, lo predominante fue que Fidel, con esa visión que todos le conocemos, ya había visto en este líder político una figura de un potencial extraordinario en Venezuela y en América Latina”, explicó Sánchez Otero.
En unos pocos minutos se cumplirá el sueño de Chávez. Ya arribaron él y su acompañante (Rafael Isea) a la clase económica del Boeing 727, en vuelo comercial de la aerolínea Venezolana Internacional de Aviación (Viasa). Se acomodan a mitad de la nave que cubre la ruta hacia La Habana, e intentan descansar. Pero en cuanto el avión toma mayor altura se produce cierta descompresión y quedan colgando las máscaras de oxígeno. ¡Es martes 13!, recuerdan algunos.
“Ambos se miran, impresionados. El más joven se persigna. ‘En nombre de Dios’, dice y cuando levanta la vista, advierte que una muchacha se ha inclinado sobre su compañero: ‘Perdón, ¿es usted Hugo Chávez?’. El interrogado no termina de responder que sí y ya los dos viajeros tienen en torno suyo varias caras sonrientes que los reclaman, olvidadas del incidente que unos minutos atrás había elevado un rumor de alarma dentro de la nave.
Hasta el piloto sale de la cabina a darle la mano. Luego de oírse risotadas por algún chiste suyo, una linda joven cubana indaga con ingenuidad: -¿Es la primera vez que usted viene a Cuba? –Sí, es la primera vez que lo hago físicamente, porque en sueños he venido muchas veces…. –dice él de inmediato, y sus pequeños ojos brillan.
Ante la curiosidad de los pasajeros, explica que el motivo de su visita es ofrecer una conferencia sobre Simón Bolívar, invitado por el Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal. Uno de ellos indaga: – ¿Y verás a Fidel? Esta vez demora unos segundos para responder. –Bueno, me encantaría hablar con él, tener oportunidad de intercambiar cómo va el proceso venezolano –dice con ganas, pero al suponer que es algo tan remoto, en su interior opta por no hacerse ilusiones”.
Pero este martes 13 no es trágico, sino bendito. Cuando el avión toca la pista, desde la torre de control orientan al piloto que se estacione en un sitio diferente a la terminal de pasajeros. Chávez mira impaciente por la ventana y observa al legendario Comandante caminar hacia la escalerilla. Al final de esta, lo espera el hombre con quien tanto ha soñado despierto, Fidel Castro Ruz. Allí se funden en un abrazo. Y desde entonces empezaron a soñar juntos.
En video, Chávez y Fidel hasta siempre
- Las citas utilizadas en este material fueron tomadas de los libros: