Cada año octubre se convierte en un mes de homenaje a Ernesto Guevara de la Serna y Camilo Cienfuegos, recordados siempre por el pueblo cubano. El Che, asesinado el 9 de octubre de 1967, y el Señor de la Vanguardia, quien con solo 27 años desapareciera en las profundidades del mar al caer el avión en que viajaba, el 28 de octubre de 1959.
La amistad entre ambos luchadores ha quedado en la historia de Cuba como un símbolo de la relación entre dos personas que habían nacido en lugares distintos, con una pequeña diferencia de edad y un carácter totalmente diferente, pero con similares ideales.
En una entrevista que se le realizara a Efrén Jesús León Nápoles, combatiente de la Columna del Guerrillero Heroico, al referirse a lo que se comentaba sobre la amistad de ambos compatientes expresaba:
"No me constan los comentarios, aunque no hizo falta. Eso se veía en la forma de tratarse. No lo hacían como simples compañeros o como un jefe, como lo fue el Che en el caso de Camilo, a un subordinado de mucha confianza. Entre ellos existía un cariño especial".
"...Martí dijo que subir montañas hermana hombres, y con ellos ocurrió eso. La vida dura del guerrillero los unió aún más. Después se encuentran las anécdotas de las bromas entre ellos, y es verdad, existieron y fueron muchas; pero no es lo esencial de su amistad, no es lo sustancial".
Más adelante volvió a hacer referencia a una frase del apóstol al comentar: "...Martí dijo que donde nace el deber, termina la amistad. Con ellos era al revés: donde nacía el deber, se reforzaba la amistad. Su relación no era pasar un momento. La invasión fue una prueba de fraternidad. Las dos columnas avanzaron pensando una en la otra. La del Che pudo salir del cerco de Baraguá, al sur de Ciego de Ávila, porque Camilo quemó el acueducto de Ruspoli, en las inmediaciones del poblado de Ceballos, para que los guardias aflojaran el cerco y fueran a buscarlo. Eso nos salvó".
Lo cierto es que el 25 de noviembre de 1956 Che y Camilo habían formado parte del grupo de 82 expedicionarios que salieron hacia la Isla a bordo del Granma desde el puerto mexicano de Tuxpan. Pero la verdadera amistad entre ellos nació a partir del 5 de diciembre de 1956 cuando Camilo tuvo un gesto solidario que impresionó notablemente al Che.
Años más tarde, al evocar ese instante, el Che recordó lo ocurrido en esa oportunidad cuando varios días después de su llegada al territorio cubano los expedicionarios del Granma fueron atacados en forma sorpresiva en Alegría de Pío, por soldados de la dictadura batistiana.
Sobre este hecho contó el Che: “Nos habían sorprendido; en la huida yo perdí mi mochila, alcancé a salvar la frazada nada más, y nos reunimos un grupo disperso. Fidel había salido con otro grupo. Quedamos unos diez o doce. Y había más o menos una ley no escrita de la guerrilla que aquel que perdía sus bienes personales, lo que todo guerrillero debía llevar sobre sus hombros, pues debía arreglárselas. Entre las cosas que había perdido estaba algo muy preciado para un guerrillero: las dos o tres latas de conserva que cada uno tenía en ese momento.
“Al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía, y Camilo, viendo que yo no tenía nada que comer, ya que la frazada no era un buen alimento, compartió conmigo la única lata de leche que tenía; y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad. Tomando sorbos de leche y velando disimuladamente cada uno que el reparto fuera parejo, íbamos hablando de toda una serie de cosas”.
De igual manera, Camilo nunca olvidaría que fue el Che quien lo recomendó a Fidel para liderar su histórica incursión a los Llanos del Cauto, donde sentó cátedra de estratega cumpliendo con creces las instrucciones recibidas de llevar la organización y las leyes revolucionarias al territorio crucial en torno a la ciudad de Bayamo.
Más tarde, Fidel decide reeditar la gran hazaña de la Invasión a Occidente que Máximo Gómez y Antonio Maceo realizaron en 1895. Para ejecutar ese plan eligió al Che y a Camilo. A fines de agosto de 1958 las columnas invasoras se ponen en marcha.
Para esa fecha ya se consideraban amigos. El Che con su carácter recto y austero, profundo y agudo, y Camilo muy bromista, de cuyas chanzas no escapa el argentino.
Cuentan que un día, durante las primeras jornadas de marcha la Columna No. 2 Antonio Maceo que Camilo comandaba, llega casi de noche al campamento de la Columna No. 8 Ciro Redondo, cerca del río Salado, y derriba al Che de su hamaca, embistiéndolo con su caballo. Según relató luego Walfrido Pérez, “desde el suelo, enredado aún en su frazada, el Che reía como un niño”. “Ya la pagarás, ya la pagarás…”, le dijo, y Camilo, muerto de risa también, le preguntó: “¿No te da pena estar durmiendo a estas horas?”.
Poco después del triunfo de la Revolución fueron los primeros comandantes de la Sierra en entrar con sus columnas invasoras en La Habana.
El 8 de enero, el entonces Comandante en Jefe Fidel Castro, al frente de su tropa rodeado de un mar de pueblo, entra a la capital y a su lado viene Camilo, quien desde meses antes gozaba de una popularidad y un cariño sin límites, con el uniforme verde olivo del Ejército Rebelde y sus grados de Comandante, un sombrero alón y una ametralladora en la mano, con la sonrisa franca y espontánea que lo caracterizba. Estaba muy lejos de imaginar que apenas le quedaban poco más de nueve meses de vida.
El 26 de octubre de 1959, Camilo y Che participaron y hablaron en un gran acto de masas efectuado en La Habana para condenar un vandálico ataque perpetrado varios días antes por contrarrevolucionarios que habían salido en avionetas desde Estados Unidos y ametrallaron la capital y otras ciudades, lo cual causó muertos y heridos. El acto fue resumido por Fidel, quien instó al pueblo a prepararse militarmente para defender a la Revolución y anuncia la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias.
Fue esa la última vez que Camilo habló ante el pueblo cubano pues dos días más tarde ocurrió su desaparición física cuando viajaba de Camagüey a La Habana en una avioneta que cayó al mar.
Varios meses después de haber ocurrido ese lamentable y triste hecho, el Che Guevara evocó a su gran amigo al dedicarle el prólogo de su libro Guerra de Guerrillas. Resaltó que Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa.
También manifestó que Camilo era un hombre de mil anécdotas y que las creaba a su paso con naturalidad. Y añadió: “Es que unía a su desenvoltura y a su aprecio por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía: el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en cada acción.”
Al final del prólogo resumió la trascendencia de la vida y obra de Camilo al expresar: “En su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo”.
Estuvo durante varios meses en el territorio del Congo Leopoldville y a partir de noviembre de 1966 llega a Bolivia. Valorando su posición estratégica, eligió ese país como centro de operaciones para instalar una guerrilla que pudiera irradiar su influencia hacia Argentina, Chile, Perú, Brasil y Paraguay. El 7 de noviembre de ese año hizo sus primeras anotaciones en su diario.
El 7 de octubre de 1967 escribió las últimas líneas; en ellas relata: “Salimos los 17 con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos, que no tiene casas cerca, pero sí sembradíos de papa, regadas por acequias del mismo arroyo. A las dos paramos a descansar, pues ya era inútil seguir avanzando”.
Se dice que el Che hizo el máximo para proteger la retirada a un lugar más seguro, hasta caer herido. Los que defendían la posición por la otra entrada de la quebrada, a varios cientos de metros del Che, resistieron el ataque hasta el oscurecer, momento en que lograron despegarse del enemigo y dirigirse hacia el punto de concentración previamente acordado.
El Che estuvo combatiendo herido hasta que el cañón de su fusil M-2 fue destruido por un disparo, inutilizándolo totalmente. Las heridas de las piernas le impedían caminar sin ayuda. Por eso lo capturaron vivo. Este fue su último combate.
Trasladado a la escuela del pueblo de Higueras permaneció prisionero, con vida, alrededor de 24 horas. Los soldados disputan el reloj, la cantimplora, el cinturón, la pipa. Varios oficiales lo interrogan, uno tras otro. El Che calla y mana sangre. Se niega a discutir una sola palabra con sus captores, y un oficial que intentó vejarlo recibió una bofetada en el rostro.
En La Paz, el presidente René Barrientos, el General Alfredo Ovando y otros altos jefes militares conjuntamente con oficiales de la CIA, tomaron la decisión de matarlo.
El 18 de octubre, en la velada solemne efectuada en La Habana, en la Plaza de la Revolución José Martí, Fidel expresaba: “Y ante la historia, los hombres que actúan como él, los hombres que lo hacen todo y lo dan todo por la causa de los humildes, cada día que pasa se agigantan, cada día que pasa se adentran más profundamente en el corazón de los pueblos”.
Referencias
Sitio web Razones de Cuba
Sitio web Escambray
Sitio web de Juventud Rebelde
Ver además: