Aunque ya muchos vaticinan el declive del imperio, continúa siendo una de las naciones más poderosas del orbe desde el punto de vista económico y militar.
Han gastado millones y millones de dólares en agredir a Cuba de todos los modos posibles. Han practicado el terrorismo. Han formado y brindado asesoría a todo tipo de líderes de la oposición, desde damas vestidas de blanco hasta intelectuales exmarxistas, pasando por youtubers chismosos y artistas mediocres.
Han estrangulado nuestra economía, cortado la yugular de nuestras oportunidades económicas. Han bombardeado diariamente la opinión pública nacional e internacional, con una artillería de matrices de opinión para catapultar al socialismo cubano, desmoralizar a nuestros líderes, tergiversar nuestra historia, magnificar nuestras limitaciones y contradicciones, fracturar los consensos, debilitar la conciencia colectiva y hacer ebullir el desaliento.
Han intentado desestabilizar el país usando el descontento de los sectores más golpeados por el bloqueo. Han creado un ejército de cuentas falsas, bots, trolls, cadenas de fake news, y otras delicadezas de las redes sociales.
Y, después de tanto y todo, Cuba vive y seguirá viviendo. Y es hermoso. ¿Cómo es posible? Porque no olvidamos nuestra historia, a pesar de la barrida posmoderna de la memoria de los pueblos. Porque estamos organizados, a pesar de la ofensiva neoliberal a escala mundial contra los modos de articulación colectiva. Porque tenemos derechos efectivos que defender, a pesar de la desigualdad y la violencia brutales que asolan nuestra región, frágil por tanta democracia de cartón. Porque tenemos socialismo, memoria, amor, arrojo, inteligencia, ciencia, determinación, sueños, convicciones y utopías.