“Esto va bien”, fueron las últimas palabras del mayor general Antonio Maceo a sus compañeros de armas del Ejército Libertador de Cuba, antes de caer en combate un día como hoy pero de 1896.
Según los archivos históricos, aproximadamente a las 15:00, hora local, de ese diciembre, las fuerzas españolas chocaron con las avanzadas de guardia del campamento del líder insurrecto (calificado como Titán de Bronce), en una zona al oeste de La Habana.
En medio del enfrentamiento, un proyectil alcanzó el lado derecho de la cara de Maceo; tras desplomarse, lo incorporaron de nuevo sobre su montura y es impactado entonces en el tórax por otra bala que también mató a su caballo y arrastró al héroe al suelo. Relatos de la época cuentan que cayó por el lado izquierdo del animal, como herido de un rayo, lanzando su machete hacia adelante a considerable distancia.
El cuerpo sin vida del segundo jefe del ejército que luchaba por la independencia de la isla caribeña quedó solo a merced del enemigo, hasta que Francisco (Panchito) Gómez, su ayudante, salió, con un brazo en cabestrillo y prácticamente desarmado, en busca del cadáver.
El joven, hijo del general en Jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra del 95, Máximo Gómez, resultó blanco fácil de las armas españolas.
Herido, debilitado por la sangre que perdía, trató de suicidarse para que no lo capturaran vivo, pero antes quiso escribir una nota a sus padres y hermanos para explicarles la decisión; no pudo concluir el mensaje: fue rematado con machetazos en la cabeza.
Relatos recogidos en la prensa señalan que los cuerpos de Maceo y Panchito fueron rescatados por el coronel Juan Delgado y un pequeño contingente de luchadores, sin que estén claras las circunstancias en que lo consiguieron.
Los cadáveres fueron enterrados secretamente en la finca El Cacahual, en el sur de la capital, donde se levantó un complejo monumental inaugurado el 7 de diciembre de 1900.
Maceo, nacido en 1845, fue considerado todo un maestro en el empleo de la táctica militar y un jefe de elevado prestigio en las gestas por la independencia: la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y la Necesaria (1895-1898).
Se calcula que intervino en más de 600 acciones combativas, entre las que se cuentan alrededor de 200 de gran significado, y su cuerpo estaba marcado por más de 25 cicatrices de las contiendas.
Protagonizó en 1878 la conocida como Protesta de Baraguá, en oposición al Pacto del Zanjón, tratado que terminó con la Guerra de los Diez Años sin garantizar el cumplimiento de los principales objetivos de la contienda: alcanzar la independencia y eliminar la esclavitud.
Sobre él, Máximo Gómez escribió a su viuda María Cabrales: “Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución”.
“Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste, y de idea cauta y sobria”, así describió a Maceo José Martí, quien sería considerado Héroe Nacional.
A propósito de la efeméride, cada 7 de diciembre la isla conmemora el Día de los Caídos en las Guerras de Independencia y en Misiones Internacionalistas, en recordación a la repatriación y entierro en suelo caribeño de los cuerpos de más de dos mil combatientes cubanos muertos en África, como parte de la denominada Operación Tributo.