Él ha recibido este sello del 60 aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas porque se sigue sintiendo parte de una organización a la que consagró muchas de sus energías y entusiasmos.
Él fue, hace un tiempo, el joven comprometido con su momento, el que recorría su universidad resolviendo aquí y allá problemas puntuales, el que organizaba actividades y se preocupaba por que todo marchara como debía, el que no comulgaba con lo mal hecho, el que no descuidaba sus estudios, el que encontraba la oportunidad para compartir con sus compañeros...
Más que un dirigente, fue un líder. De eso se trataba.
Él fue el cuadro esforzado, el secretario capaz y querido del Partido en su provincia, el que daba botella en la autopista de Santa Clara, el que asistía al Mejunje, el que estaba al tanto de los problemas de la gente con la que trabajaba, el que gustaba de los encuentros fraternales con los estudiantes...
Entre los jóvenes se siente a gusto, en su elemento. Los escucha, bromea con ellos, se contagia de su alegría. No les habla desde una altura. Se siente parte.
Hombre desprejuiciado, abierto al diálogo, entusiasta de las nuevas tecnologías, activista de las más nobles causas, defensor de la familia como espacio de libertad y realización personal... Miguel Díaz-Canel no ha dejado de ser el hombre inquieto y apasionado que fue hace años. Sin poses ni distancias celebra y trabaja con los jóvenes. No cree que sean la garantía del futuro: los sabe puntales del presente.