La Huelga General Revolucionaria del 9 de abril de 1958, organizada en todo el país por el M-26-7, fue un hecho histórico de gran importancia que se proponía precipitar la caída del tirano mediante la articulación de acciones en la Sierra y el llano.
Aunque ya la oposición a Batista y el avance de las fuerzas rebeldes eran un hecho indiscutible y generalizado a todo lo largo y ancho de la nación, la desorganización, la limitada disponibilidad de armas y municiones, la subestimación del papel de los obreros y la escasa divulgación de la convocatoria a la huelga, desembocaron en su fracaso.
Pero en Santiago de Cuba, como otras ciudades importantes, se realizaron numerosas acciones tanto de las milicias clandestinas como de los trabajadores que, si bien resultaron insuficientes, unieron más a las fuerzas revolucionarias.
Recuerdo vivamente el liderazgo en esas acciones de la compañera Vilma Espín, en aquel momento Coordinadora del Movimiento en la provincia de Oriente, a quien yo conocía cuando ambos éramos estudiantes de la Universidad de Oriente.
Sus convicciones e inquietudes revolucionarias, su prestigio y reconocimiento en el enfrentamiento sin ambages a los personeros de la dictadura, la llevaron muy pronto a asumir trascendentes tareas en la lucha clandestina, entre las cuales le correspondió la dirección de la huelga general en la provincia de Oriente.
Como integrante del M-26-7, yo era jefe del FEN (Frente Estudiantil Nacional) y como tal integraba el comité de huelga general, que presidia Vilma como Coordinadora Provincial del M-26-7.
Es en esas circunstancias que Vilma convoca una reunión del Comité de Huelga para el 7 de abril, que coincidía con el día de su cumpleaños 28.
La reunión tendría lugar en un apartamento del tercer piso de un edificio ubicado en la céntrica calle Heredia, entre Reloj y Calvario, vivienda de la familia de Dinorah Quintana, que a la sazón era mi novia.
Recuerdo que participamos representantes de todos los frentes de organización del M-26-7: Belarmino Castilla (Jefe de acción en Santiago), Aguilera Maceira (Presidente de Resistencia Cívica), José Gómez (Frente Obrero Nacional), José Causse (Propaganda Revolucionaria), Luis Gálvez (Frente Estudiantil Nacional) y otros.
El propósito de la cita era comprobar el estado de las medidas orientadas y las acciones a desarrollar, para garantizar el éxito de los objetivos de la Huelga.
En medio de la reunión se escuchan, desde la calle, frenos de neumáticos de varios carros, seguido del sonido estrepitoso de las puertas de los carros al cerrarse, señal inequívoca de la llegada de esbirros de la dictadura a las puertas del edificio.
De inmediato sonó el teléfono. Vecinos vinculados al M-26-7 que cuidaban el entorno de la reunión, llamaban para confirmar lo que pensamos. Con impresionante serenidad, después del aviso, Vilma llamó por teléfono a Rosita Casan, miembro del movimiento y operadora de la empresa telefónica para comunicarle de la situación y que se mantuviera en la línea para llamar a integrantes de un grupo de acción que estaba en las cercanías y conocían de la reunión, con la orden de que no actuaran todavía pues no había indicios de que fueran precisamente para el apartamento donde nos encontrábamos. El grupo de acción fue avisado a tiempo y se mantuvo en su posición.
Se amarraron algunas sabanas para que Vilma intentara salir por el fondo pero resultaba muy alto, además de confirmarse la presencia de casquitos de la dictadura en una azotea de una escuela cercana, por lo que se decidió acostarla en una cama y taparla como si estuviera enferma, mientras el resto de los participantes nos ubicábamos en apartamentos de vecinos miembros del movimiento en otros pisos. Todo esto se desarrolló en unos pocos minutos
Finalmente supimos que el recién llegado era nada menos que el Tte. de la policía y connotado asesino Enrique Despaigne (alias Mano Negra) quien, junto a sus secuaces, llegó hasta el mismo tercer piso, donde se ubicaba el apartamento de nuestra reunión, preguntando por otros vecinos y luego se retiró llevándose preso a un Juez de nombre Isidro, vecino del segundo piso, por haber liberado a un revolucionario juzgado en días anteriores.
Apenas Mano Negra y sus secuaces abandonaron el lugar, Vilma fue trasladada en un carro con chapa oficial de la dictadura, manejado por un simpatizante del M-26-7, hijo del dueño del vehículo. El resto de los participantes salimos por diferentes medios.
Ciertamente ese día estuvimos muy cerca de vivir una situación de dramáticas consecuencias. Vilma no celebró el cumpleaños, pero tampoco hubo desgracias que lamentar. Aquel 7 de abril, su serena reacción frente al peligro, nos salvó a todos y confirmó su liderazgo revolucionario.