La activista Ana Hurtado ha sido víctima de una agresión en un supermercado de Barcelona que es, a todas luces, un delito de odio... por más que ciertos medios 'alternativos' e 'independientes' (los medios de la más burda contrarrevolución) lo hayan presentado como un enfrentamiento ideológico.
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Es difícil 'maquillar' lo evidente. Han tenido que editar el video de lo sucedido para quitar el momento en que el agresor escupe a Ana, la vapulea físicamente, la insulta. La llama 'comunista de mierda', como si comunista fuera el más degradante de los calificativos.
Los autodenominados paladines de la libertad no son capaces de tolerar una posición política que los adverse. Y la respuesta no es ni siquiera un debate 'civilizado'. Tal pareciera que son incapaces de presentar argumentos. La violencia es el camino.
A ciertos elementos de la contrarrevolución cubana les falta la más elemental noción de la ética. La grosería es su zona de confort. Y la agresividad en las redes sociales (que pueden ser caldo para la falta de contención o de sentido común) puede devenir en cualquier momento agresividad física.
Es el 'bando' de los que amenazan contra la vida, de los que reclaman patentes para matar. Por supuesto que hay gradaciones, pero la matriz es la misma: las sucias y manipuladoras campañas, las mentiras repetidas sin pudor, las exageraciones malintencionadas. Todo lo que se escriba, se diga, se haga contra Cuba, su sistema, su gobierno y el pueblo que apoye ese sistema... será bienvenido. No importan las cataduras.
Ahora quieren intimidar a una ciudadana de otro país por el mero hecho de defender un proyecto político. Pudiera pensarse que es un hecho aislado, pero en realidad forma parte de una 'maquinaria', de un plan. Y la manera en que los voceros de esa maquinaria manipulan los hechos, lo demuestra.
La superficial estrategia de culpar al que apoya a la Revolución Cubana por los problemas y carencias que la propia Revolución debe enfrentar, es muestra del escaso vuelo y las pésimas credenciales de estos individuos... y de los centros de poder que los alientan.
Vociferan. Escupen. Insultan. Golpean.
Y para ciertas narrativas esos son los luchadores por la libertad de un pueblo. El imperio del despropósito, la ausencia clamorosa de valores, el odio en su más aberrante extraterritorialidad. Esa es la 'alternativa' que promueven.