Julio Antonio Mella

Cuando el joven comunista y antimperialista Julio Antonio Mella cayó baleado en una calle de Ciudad México a la edad de 25 años, el 10 de enero de 1929, exclamó: “Muero por la Revolución”. Era el sentir que marcó la vida del líder estudiantil desde temprana edad, con un caudal combatiente en la acción y la palabra. Su patria amada perdía a un héroe sin tacha y a un estratega en la lucha por la emancipación. Su nombre por el Registro Civil era Nicanor McPartland, pero con Mella se dio a conocer en el ámbito social y para la historia.

Su directriz era convocar a las fuerzas revolucionarias –lo que incluiría una expedición armada desde el exterior– para derrocar la dictadura de Gerardo Machado, un corrupto y entreguista, a quien enfrentó y llamó “Asno con garras”; se convirtió en más que una piedra atravesada en el zapato del tirano y el sátrapa gobernante envió a sus sicarios para asesinarlo.

Nació en La Habana el 25 de marzo de 1903, hijo del sastre dominicano Nicanor Mella Breá y de la irlandesa Cecilia McPartland y Diez. Estudió Derecho, Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana; se destacó como deportista en la práctica del baloncesto, el nado y el remo. Allí emerge como un volcán que no pierde un momento de su vida fugaz. En 1922 fundó la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), lo que dio inicio a una etapa cimera de revitalización del espíritu revolucionario y el pensamiento político-social dentro del estudiantado universitario cubano, como enarbolando de nuevo la bandera de la estrella solitaria y las franjas tricolores.

Otro de los momentos que ocupó su existencia fue el movimiento en favor de una reforma universitaria, encaminada a la renovación del profesorado; la ampliación de la democracia, donde el estudiantado pudiera participar en la toma de decisiones; la introducción de la enseñanza libre, una amplia reforma de los programas de estudios, la libre matriculación en seminarios y la autonomía universitaria, entre otros preceptos.

Para Mella, aquellas transformaciones eran un paso hacia un cambio social total, porque pretendía además involucrar a los jóvenes en toda la problemática nacional: “Somos optimistas, confiamos en la victoria, nuestra juventud y nuestros ideales nos incitan a luchar, a triunfar”, manifestó.

Si bien la mayoría de las exigencias no se alcanzaron en aquel momento, lograron que la reforma del sistema educacional cubano se convirtiera en tema de debate público. El incansable joven no cesó en sus empeños. En 1923 presidió el primer Congreso Nacional de Estudiantes, que agrupó también a la Enseñanza Media.

En viajes por toda Cuba, logró que representantes de instituciones educacionales de las entonces seis provincias participaran en el evento. Fue autor del lema del cónclave: “Todo tiempo futuro tiene que ser mejor”. Allí presentó un programa de carácter político donde se reflejaba la esencia de su pensamiento y la base ideológica sobre la que él debía luchar en el futuro.

Así fundó, en ese mismo año, la Universidad Popular José Martí, que por su iniciativa fue uno de los acuerdos de aquel evento. La llamó “la niña querida de mis sueños” y se convirtió en pocos años en un centro de actividades oposicionistas. En 1924 creó la Liga Anticlerical y en 1925 la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas, a la vez que figuró entre los primeros fundadores, junto a Carlos Baliño, del Primer Partido Comunista de Cuba.

Por aquella fecha, al conocer que Machado no permitía la entrada al puerto de un buque soviético, confiando en su fuerza y resistencia física, Mella se lanzó a la bahía y luego de nadar un buen tramo, un bote lo recogió y llevó a bordo de la nave, donde entregó una bandera cubana y recibió a cambio una bandera roja.

El incansable e intrépido luchador fue expulsado de la Universidad de La Habana, pero continuó su accionar sin cuartel contra la tiranía machadista. Lo detienen y someten a prisión acusado injustamente de terrorista. Se declaró en huelga de hambre durante 19 días, la presión popular fue tan grande que el régimen se vio obligado a liberarlo. Al salir, formulaba estas declaraciones a la prensa: “El pueblo de Cuba ha demostrado que sabe comprender la justicia. Mi libertad, pedida por todos, es una verdadera demostración […] Hoy más que nunca tengo fe en mis ideales”.

Su situación se hizo insostenible en Cuba por lo que su vida corría serio peligro. Perseguido, optó por salir hacia el exterior y se dirigió a Honduras para luego asentarse en México, donde continuó su lucha en pos del movimiento revolucionario de aquel país y de su patria. Se incorporó al Partido Comunista Mexicano y llegó a ser su secretario general.

Una representación del pueblo mexicano rinde homenaje a Julio Antonio Mella en las calles de Ciudad México durante el funeral, 1929. / gob.cu
Una representación del pueblo mexicano rinde homenaje a Julio Antonio Mella en las calles de Ciudad México durante el funeral, 1929. / gob.cu

A 94 años de su desaparición física, sigue siendo un paradigma que sobrevive en las actuales generaciones. El Comandante en Jefe Fidel Castro expresó en uno de sus discursos: “Julio Antonio Mella, un día dijiste que aun después de muertos somos útiles, porque servimos de bandera. ¡Y así ha sido! ¡Tú fuiste siempre bandera de nuestros obreros y nuestros jóvenes en las luchas revolucionarias, y hoy eres bandera adelantadora, ejemplar, victoriosa e invencible de la Revolución socialista de Cuba!”.

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Fuentes consultadas

Julio Antonio Mella, una biografía, de Christine Hatzky; Apuntes para la historia del movimiento juvenil cubano, de Juan Nuiry y Discurso de Fidel Castro Ruz, el 22 de agosto de 1975.