La Operación Pluto para la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961 contemplaba para su apoyo interno acciones terroristas previas en todo el país, para lo cual fueron infiltradas por vía aérea y marítima unas 75 toneladas de explosivos y 46,5 toneladas de armas y otros medios destinados a organizaciones urbanas y bandas de alzados dirigidas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Durante la noche del día 13, las llamas consumieron la tienda por departamentos El Encanto, en La Habana, lo que constituyó la única acción de envergadura que pudo realizar el enemigo y en la que murió la valiente trabajadora Fe del Valle al tratar de salvar fondos del sindicato y medios del centro.
La campaña fue neutralizada en campos y ciudades por las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Minint, las milicias y las organizaciones de masas con el apoyo del pueblo.
Fue así que se comenzó a derrotar a la brigada mercenaria antes de que pusiera un pie en Playa Girón y Playa Larga, al sur de la provincia de Matanzas, donde debía hacerse fuerte y establecer en la zona un gobierno títere que justificaría la intervención directa de EE.UU.
Resultó notorio el clima de euforia generalizada con que se inició la invasión, como la acción más importante del plan del presidente Dwight D. Eisenhower contra Cuba, que mantuvo vigente su sucesor en la Casa Blanca, John F Kennedy, con la que esperaban derrotar la Revolución cubana en pocos días.
En las memorias de los participantes del plan se recoge que un alto jefe de la CIA le prometió a las tropas invasoras que partían de Puerto Cabezas, en Nicaragua, que al llegar a tierra no tendrían que combatir ya que los milicianos y soldados revolucionarios se les unirían para emprender una marcha triunfal hacia La Habana, aunque la máxima nota del espectáculo la completó el dictador Anastasio Somoza quien desde el espigón les gritó a los invasores: “!Tráiganme un pelo de la barba de Fidel!”.
Irónicamente en 1979, Somoza fue derrocado por la Revolución Sandinista y un año después era volado por los aires por un comando revolucionario en Paraguay, donde estaba exiliado y pudo ser identificado por los pelos de su bigote.
La primera parte de la agresión comenzó el 15 de abril con el bombardeo de los aeropuertos de Ciudad Libertad, la Base Aérea de San Antonio de los Baños y la terminal aérea Antonio Maceo, de Santiago de Cuba.
Fracasaron en su objetivo de destruir toda la pequeña fuerza aérea de la Revolución. De los ocho aviones B-26 mercenarios que partieron de Nicaragua con falsas insignias cubanas para esas acciones, más de la mitad fueron alcanzados por la defensa.
En el orden político y moral, el artero bombardeo recibió el 16 de abril la más radical y valiente respuesta, ocasión en que el Comandante en Jefe Fidel Castro en acto improvisado en calles cercanas al Cementerio Cristóbal Colón, en La Habana, durante el entierro de las víctimas denunció al mundo el plan mercenario y declaró el carácter socialista de la Revolución.
Mientras eso ocurría, en la ONU el Canciller Raúl Roa, por indicaciones de Fidel pasando por encima de la disciplina burocrática de la institución y de las maniobras estadounidenses para demorar su intervención para días después, en histórico discurso desarmó las mentiras del gobierno estadounidense intentando presentar que los ataques a Cuba lo habían hecho los propios pilotos cubanos disidentes.
Aportó pruebas irrefutables de la invasión preparada y dirigida por Washington; de esa forma la Isla ganaba la batalla diplomática y política en la arena internacional, lo que suscitó oportunamente el apoyo de los pueblos, principalmente en la región, y de los movimientos revolucionarios, la URSS y el Campo Socialista.
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La reacción del Comandante en Jefe y el apoyo del pueblo a sus primeras decisiones frustraron las esperanzas de los organizadores de la agresión.
Durante la madrugada del 17 de abril, el primer grupo de milicianos que encontraron los invasores en la costa, no se les sumó como les prometieron los organizadores del ataque, sino que respondió con fuego y provocó las primeras bajas. Dos jornadas después, la batalla final en Playa Girón fue dirigida en el terreno por el Comandante en Jefe Fidel Castro al frente de la columna de tanques y tropas.
En alrededor de 66 horas fue derrotada la agresión mercenaria y quedó demostrado que el pueblo cubano podía imponerse al destino de ser patio trasero del imperialismo más poderoso de la historia y salir victorioso.