Cuba, un país de poco más de once millones de habitantes, siempre es noticia en los medios. Sin embargo, pocas veces se oye a sus dirigentes. Miguel Díaz-Canel, el primer mandatario nacido después de la revolución cubana, responde a Público, en su primera entrevista a un medio español desde que llegó al cargo, sobre los asuntos de actualidad de la isla en una entrevista gestionada en La Habana y posteriormente realizada por escrito.
El presidente cubano conversa sobre el conflicto que se esconde detrás de la consideración de Cuba como país patrocinador del terrorismo, denuncia la similitud de la política anticubana de Biden y Trump, explica la situación económica del país tras la pandemia de covid-19 y analiza sus recientes reuniones con Vladimir Putin y Xi Jinping.
Uno de los principales conflictos diplomáticos entre Cuba y Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump fue la acusación de ataques sónicos contra el personal de la embajada estadounidense en Cuba, que provocaban a su personal mareos y náuseas, entre otros síntomas. Las investigaciones han concluido recientemente que no existe responsabilidad de un Gobierno extranjero en el hecho y que no hubo armas detrás de estos sucesos.
Aquellas acusaciones contra Cuba supusieron la aplicación de sanciones, entre ellas la cancelación indefinida de visas para los cubanos. ¿Qué ha sucedido tras el reconocimiento de que el Gobierno de Cuba no está detrás?
En mi opinión, no sería correcto calificarlo como conflicto diplomático. Fue una operación calumniosa diseñada por el Gobierno de los EEUU con un objetivo político bien claro.
Se sabe que el paso dado por el Gobierno de Obama de establecer relaciones diplomáticas con Cuba y avanzar hacia lazos más constructivos y respetuosos contó con un respaldo mayoritario en EEUU, incluso entre personas de origen cubano.
Desmantelar eso, como se proponía el Gobierno de Trump cuando llegó al poder, requería comenzar por desacreditar el estado de las relaciones, desacreditar también a nuestro país y reconstruir la narrativa de Cuba como Estado hostil. Ese es el fondo del problema.
Desde entonces, la narrativa acusatoria solo fue enriqueciéndose con nuevas calumnias para justificar el retorno a un enfoque político agresivo contra Cuba y la imposición de medidas coercitivas adicionales.
Por tanto, lo importante no son las sanciones o medidas coercitivas iniciales con el pretexto puntual de los síntomas de salud, sino todo lo que vino después a partir de ese paso inicial.
Las propias agencias de inteligencia de EEUU se han encargado con el tiempo de desmentir las calumnias sobre supuestos ataques y de confirmar lo que Cuba y buena parte de la comunidad científica en EEUU y otras partes del mundo venía diciendo. Sin embargo, el enfoque de la política hostil ha quedado en pie y es el clima prevaleciente hoy con el actual Gobierno de EEUU.
El carácter mediático es muy evidente en la etiqueta que le ponen: 'Síndrome de La Habana'. Después aparecieron decenas de diplomáticos norteamericanos en otros países quejándose de los mismos síntomas y se desmintió también la etiqueta, pero ahí quedó el montaje, apuntando a Cuba sin una sola prueba seria de las acusaciones.
La verdad siempre termina por imponerse, pero mientras ese momento llega, la mentira hace su labor de zapa y se convierte en pretexto para una política criminal que ni la verdad ha podido deshacer
El Gobierno de Trump, al final de su mandato, incluyó a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo (de la que había salido en 2015). ¿Qué trascendencia tiene eso para el país?
Los sectores agresivamente anticubanos estuvieron presionando a Trump para que incluyera a Cuba en esa lista desde que asumió el poder y él parece haberse resistido hasta el último momento. Se demoró tanto en hacerlo que, en la práctica, ha sido el Gobierno de Biden el que ha terminado aplicando las consecuencias de esa medida.
Se trata de un paso marcadamente agresivo y de gran trascendencia. No consiste solo en una calumnia inaceptable que muestra el enfoque oportunista de EEUU frente al flagelo del terrorismo. Es que esa designación provoca un efecto amenazador contra las instituciones bancarias y financieras de casi todos los países y las lleva a rehusar tener relaciones con el país que quede designado, como es Cuba en este caso.
En términos prácticos, ha provocado que perdamos la relación con un grupo importante de instituciones bancarias y financieras de muchas partes del mundo y que nos cueste trabajo establecer vínculos con otras para el desempeño de nuestra economía. Eso dificulta en extremo nuestra actividad comercial, obstaculiza la labor de pagos y cobros, encarece las importaciones, limita las posibilidades de créditos.
Es algo que se traduce en desabastecimientos, incumplimiento de compromisos de pagos, dificultades para adquirir insumos para la industria, los servicios y el consumo de la población. Al propio tiempo, desestimula la inversión extranjera e incluso limita la cooperación internacional.
El impacto es sobre la actividad económica empresarial, pero también sobre los individuos cuando viajan y necesitan realizar pagos o transacciones fuera de Cuba.
Es una paradoja infame pero real: los patrocinadores del terrorismo contra Cuba, tienen el cinismo de acusar a Cuba de patrocinar el terrorismo.
La sorpresa fue que la Administración demócrata de Biden renovó esa consideración el pasado 28 de febrero. Entre sus justificaciones está la presencia de portavoces del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en territorio cubano, ¿cuál es su opinión?
La designación de Cuba en la lista no guarda relación real con el tema del terrorismo. Es un instrumento de coerción económica. Lo del terrorismo, la presencia o no presencia de una delegación del ELN en Cuba no es más que un pretexto. No tiene sentido tratar de descifrar un acto político tan abiertamente oportunista.
El Gobierno anterior de Colombia incursionó en acciones hostiles contra Cuba, como declaraciones públicas, amenazas y emplazamientos, mediante la manipulación, ingrata y políticamente motivada, de la inobjetable contribución de Cuba a la paz en Colombia.
Por ejemplo, el mismo día que EEUU anunció que nos incluía en la lista de países que supuestamente no cooperan plenamente con los esfuerzos estadounidenses contra el terrorismo, el Alto Comisionado para la Paz del Gobierno de Duque declaró públicamente que la decisión del Departamento de Estado de incluir a la isla era un espaldarazo al Gobierno de Colombia y a su insistente solicitud para que Cuba le entregara a los miembros de la delegación de paz del ELN.
La conducta y las acciones del Gobierno de Duque, en contubernio con sectores anticubanos en los Estados Unidos, facilitaron los pretextos al Gobierno de Trump para recrudecer el bloqueo económico financiero y comercial contra Cuba y la ilegítima designación de Cuba como Estado Patrocinador del Terrorismo que causa enormes costos y graves consecuencias humanitarias para el pueblo.
Pero desde el 12 de agosto de 2022 el nuevo Gobierno de Colombia reconoció que la Delegación del ELN que estaba en Cuba era legítima y era su interlocutora. De hecho, la primera reunión entre el Gobierno de Colombia del Presidente Petro y el ELN tuvo lugar en La Habana en esa fecha, cuando nos visitó el Canciller de Colombia y el nuevo Alto Comisionado para la Paz de ese país. A partir de ahí, se cumplieron los protocolos acordados para la reinstalación de la Mesa de Diálogos de Paz.
Esto se hizo junto a los garantes de Noruega, el Representante Especial del Secretario General de la ONU en Colombia y el de la Conferencia Episcopal colombiana.
En octubre de 2022, los integrantes de la Delegación de Diálogos del ELN que permanecían en Cuba se retiraron del territorio nacional, en cumplimiento de un acuerdo entre el Gobierno Nacional de Colombia y el ELN, ante los garantes de Noruega, Venezuela y Cuba.
Y se decidió reinstalar la Mesa de Diálogos de Paz entre el Gobierno de Colombia y el ELN.
El Gobierno de Colombia levantó las órdenes de captura y suspendió las notificaciones de solicitudes de cooperación internacional y alertas de Interpol de los integrantes de la Delegación de Paz del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y decidió dejar sin efecto las solicitudes de extradición formuladas a Cuba sobre integrantes de dicha delegación que permanecían en la isla.
Esos miembros del ELN fueron a Venezuela, a México para reunirse con el Gobierno de Colombia y otros seis países y ahora están en Cuba. Felizmente para el pueblo colombiano y para toda América Latina y el Caribe, la Mesa de Diálogos cerró su tercer ciclo hace unos pocos días aquí en La Habana, con importantísimos acuerdos sobre el proceso de participación de la sociedad colombiana en la construcción de la paz y el cese al fuego bilateral, nacional y temporal.
Pero a pesar de ese desarrollo en las negociaciones de paz entre el Gobierno de Colombia y el ELN, sigue la postura de Estados Unidos contra Cuba.
Efectivamente. Sin embargo, Estados Unidos no ha cambiado una coma de su argumentación para mantenernos en la espuria lista. Yo me imagino que los especialistas que luchan verdaderamente contra el terrorismo deben estar avergonzados.
En cuanto a Cuba, actuamos apegados a una ética, ajustados a los protocolos que firmamos. Somos una nación que cuando empeña su palabra la cumple. Y somos una nación con una dolorosa memoria cargada de víctimas del terrorismo.
Parece evidente que, a diferencia de Obama, la Administración demócrata de Biden no ha optado por relajar las sanciones y el bloqueo contra Cuba y mantiene casi la totalidad de las medidas de Trump. ¿Por qué esa diferencia entre dos presidentes demócratas?
El presidente cubano con estudiantes en Villa Clara. Foto: Tomada de @leticiadeCuba.
Es una interrogante muy frecuente y lógica. Se la plantean incluso los políticos estadounidenses. Descifrarla conllevaría, tal vez, una comprensión más completa sobre las características y rejuegos del sistema político estadounidense.
Lo que sí queda claro es que el Gobierno de Biden optó por ser fiel al enfoque agresivo impulsado por Trump y desleal al rumbo abierto por el Gobierno de Obama, del cual el propio Biden formó parte cuando era vicepresidente.
También queda claro que ha habido una apuesta por el colapso de la economía cubana desde que el actual Gobierno llegó al poder. Eso explica el reforzamiento del bloqueo durante la pandemia y las declaraciones engañosas sobre una supuesta revisión de la política de Trump, mientras se aplicaban con todo rigor los elementos más dañinos y representativos de esa política.
La perversidad es el recurso de la política imperial cuando encuentra a un adversario que no se rinde. Republicanos o demócratas han sostenido esa política desde hace 200 años.
Usted se ha reunido recientemente con el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping. ¿Cuál es su balance de esos encuentros y qué percepción ha tenido sobre el papel de estas dos potencias en la crisis mundial sobre la guerra en Ucrania?
He podido sostener profundos y cálidos intercambios con el compañero Xi Jinping en diferentes momentos. El último de ellos fue el pasado mes de noviembre del 2022, tras la celebración del XX Congreso del Partido Comunista de China y su reelección como Secretario General del Partido.
El compañero Xi es un amigo sincero del pueblo cubano y un estadista con sólidos principios, que ha sabido colocar el desarrollo integral, la institucionalidad, la legalidad y al pueblo en el centro de sus desvelos.
Debo destacar su atención personal y la prioridad que le concede a las relaciones con Cuba y su reconocimiento al papel jugado por la dirigencia histórica cubana, como forjadores de la entrañable amistad entre Cuba y China.
Reconocemos también los esfuerzos diplomáticos que ha venido desplegando China y en particular, el secretario general y presidente Xi Jinping a favor de encontrar una solución política duradera y negociada al conflicto en Ucrania.
Coincidimos en la necesidad de una visión de seguridad cooperativa y sostenible para todos los países, basada en el respeto a la Carta de las Naciones Unidas, contraria al unilateralismo y, en particular, a las sanciones unilaterales.
Con el presidente Vladimir Putin también he sostenido amplios intercambios, marcados por la camaradería y la voluntad común de fortalecer en todos los ámbitos las relaciones que distinguen a dos naciones hermanas como Cuba y Rusia.
El ambiente de franca cordialidad de nuestros encuentros con un amigo sincero, demostrado además con hechos, es resultado de la amistad tradicional fundada por el Comandante en Jefe Fidel Castro al cual se dedicó un monumento en Moscú, que desvelamos durante mi más reciente visita a Rusia, en noviembre de 2022.
Fue emocionante escuchar en la ocasión, la admiración y respeto que profesa el presidente Putin por el líder histórico de la Revolución cubana, del cual dijo que fue un hombre que inspira y guía también a millones, en ese otro lado del mundo.
Relación amistosa, pero también estratégica, es la que desarrollamos con Rusia, basada en lazos históricos de amistad y hermandad, forjados desde la época de la Unión Soviética con sentimientos de respeto, afecto, coincidencia en temas políticos y una potencialidad de desarrollo de los nexos económico-comerciales, financieros, científico-técnicos, entre otros, que debemos fortalecer.
Nosotros rechazamos la progresiva expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, la cual ha conducido a un escenario con implicaciones de alcance impredecible. Como país defensor del Derecho Internacional y comprometido con la Carta de las Naciones Unidas, que siempre defenderá la paz, condenamos todas las sanciones que se le aplican a la Federación de Rusia, como método de coerción.
Abogamos por una solución diplomática y realista que garantice la seguridad y soberanía de todos y que atienda las legítimas preocupaciones humanitarias.
De China y de Rusia sólo hemos recibido solidaridad y cooperación, sin condiciones. China y Rusia son amigos. Y con ellos compartimos la defensa del multilateralismo que es la mayor garantía de la paz.
Los gobiernos europeos están mostrando en la guerra de Ucrania una clara sintonía con Estados Unidos. No sé si tiene la misma opinión en lo referente a Cuba. ¿Cree que la Unión Europea y el Gobierno español en especial están teniendo una política autónoma y soberana en sus relaciones con Cuba o están siguiendo presiones estadounidenses? ¿Echa de menos alguna medida de colaboración europea o española con Cuba?
Las relaciones de Cuba con la Unión Europea se rigen desde el 2017 por un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación (ADPC) entre Cuba, la UE y sus 27 Estados Miembros con base a principios de reciprocidad, igualdad y respeto. Ello ha permitido avanzar tanto en nuestros vínculos políticos a través de los mecanismos de diálogo, comprendidos en el ADPC como de cooperación, que tienen un impacto importante en el desarrollo económico del país.
Hemos avanzado hacia una relación de mayor madurez que favorece un amplio intercambio en el marco de una agenda diversa de temas bilaterales y multilaterales, incluidos aquellos donde existen diferencias. Tal como se evidenció en el Tercer Consejo Conjunto Cuba-UE, efectuado el 26 de mayo de 2023, para el cual nos visitó el Alto Representante, Josep Borrell, existe voluntad por ambas partes de continuar construyendo mejores relaciones entre Cuba y la Unión Europea en beneficio mutuo.
Reconocemos el respaldo de la Unión Europea en bloque a la resolución que Cuba presenta anualmente en la Asamblea General de las Naciones Unidas contra el bloqueo estadounidense. El carácter extraterritorial de esta política tiene entre sus blancos principales a empresas y a entidades europeas, por lo que exhortamos a la UE a aplicar sus regulaciones para proteger a sus ciudadanos de los efectos de medidas coercitivas unilaterales que interfieren en el normal desarrollo de las relaciones bilaterales.
La Unión Europea ha sido clara en su planteamiento a favor de la salida de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo elaborada por el Gobierno de Estados Unidos, como parte de su política de máxima presión sobre Cuba.
En el caso particular de España, existen históricas relaciones entre ambos países, basados en el respeto mutuo, vínculos culturales y familiares. Las relaciones bilaterales cumplieron 121 años el pasado 21 de junio. España continúa siendo unos de los principales socios económicos de Cuba a nivel global y dentro de la UE en particular.
La crisis de la covid afectó especialmente a los países dependientes del turismo. Es el caso de España o Cuba. En España, ese turismo se va recuperando, sin embargo, tengo la percepción de que está costando en Cuba. ¿Cuál es la situación económica del país tras el impacto de la covid en la economía cubana?
Turistas visitan la Plaza de la Revolución. Foto: Cubadebate.
El turismo es un sector estratégico para la economía cubana. En los años del 2015 al 2019, la tasa de crecimiento medio de nuestra economía fue del 1,8%, mientras el turismo lo hacía al 5,8%, la segunda tasa más dinámica detrás de la construcción.
Por sus aportes financieros a otros sectores de la economía, que participan del 60% en las compras del turismo, lo que favorece también la sustitución de importaciones, se le considera factor dinamizador del resto de los sectores económicos del país, incluyendo las actividades de las formas no estatales de gestión.
Y podría decirse que en lo que va de este siglo, hasta 2019, los resultados de esa actividad económica en el país, confirmaron que se decidió correctamente al priorizar su desarrollo.
Entonces llegó la pandemia de covid-19 y el turismo, a nivel global, sufrió en 2020 su mayor crisis. Bastaría un dato para ilustrar la caída: a nivel mundial los viajes se redujeron en un 72% con respecto al año precedente.
Cuba, que había iniciado 2020 con un aceptable desempeño -más de 981.900 viajeros tan solo en el primer trimestre-, se ve obligada a decretar cierre de frontera el 24 de marzo.
Las estadísticas nos devuelven al nivel de 1997, un retroceso de 23 años.
Durante prácticamente todo el año 2021 (hasta el 15 de noviembre), se mantuvo el cierre de fronteras. La salud del pueblo era la prioridad y el país se volcó a la búsqueda de vacunas y tratamientos, consciente de que, como consecuencia del bloqueo reforzado, las únicas soluciones seguras serían las que encontráramos con nuestros escasos recursos y el abundante talento formado por la Revolución.
Digo todo esto porque no se puede comparar el desempeño de Cuba en el turismo con el de otras naciones. El desafío que toca a todos los Estados, como consecuencia de la extensión de la pandemia, en nuestro caso se multiplica por otra pandemia que aún no conoce vacuna: seis décadas de bloqueo, más 243 medidas, mayoritariamente dirigidas a socavar la economía en su conjunto y el turismo en particular, muchas de las cuales se endurecieron durante la emergencia sanitaria causada por la pandemia, con un impacto devastador en nuestro pueblo.
No digo que no tengamos problemas de eficiencia ni niego que precisamos de transformaciones profundas en un sector tan sensible a los problemas globales. Pero sin duda, hay un antes y un después de la covid-19 y del oportunista reforzamiento del bloqueo en ese contexto, que ha movido negativamente un desempeño que iba creciendo sostenidamente.
Ahí están los resultados en 2018, con su récord histórico de visitantes. Ese año se recibieron por vía marítima 822.464 viajeros, el 17,4% de los 4.711.900 que cumplieron estancia en Cuba. Entonces comenzaron a aparecer, unas tras otras o en paquetes, las 243 medidas dictadas por la Administración de Donald Trump para desmontar la flexibilización de los viajes a Cuba, prohibir el arribo de cruceros y cerrarle a Cuba cuantas salidas pudiera encontrar a la crisis global en curso.
Esas medidas, mantenidas por la administración de Biden, junto con la arbitraria inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, alimenta la permanente campaña mediática contra nuestro país e impacta a todos los sectores de la economía y la sociedad cubana, pero, particularmente, se orienta a dañar al turismo.
No sólo somos el país prohibido para los turistas norteamericanos, que se consideran ciudadanos del mundo libre. Desde 2021, ya no vale la visa ESTA para que los ciudadanos europeos puedan entrar a Estados Unidos. Si pasan por Cuba, están obligados a pedir una visa regular. Otro golpe, otra piedra en el camino de la economía cubana para recuperarse.
Cuando hablo de perversidad, hablo de políticas como esa. Nada nos dice que esa cruel política termine en el corto plazo. Nuestra decisión es saltar por encima del bloqueo y salir adelante.
(Tomado de Público)