Fidel en la primera Cumbre del Sur

Imposible no volver a Fidel cuando el Sur global confluye, por segunda ocasión, en La Habana en busca de soluciones a los principales problemas de los países subdesarrollados. Porque si alguien señaló caminos a seguir para ayudar a los pobres de la tierra, ese fue el Comandante en Jefe de la Revolución cubana.

Recordamos su intervención en la sesión inaugural de la “primera Cumbre del Sur de la historia” celebrada, precisamente, en Cuba, el 12 de abril del 2000, en la que compartió con los representantes del G77 y China su alegoría sobre la humanidad, describiéndola como los pasajeros de un mismo barco, pero que viajaban en condiciones muy desiguales, lo que podía provocar el hundimiento del navío.

“Una exigua minoría viaja en camarotes de lujo dotados de Internet, teléfonos celulares, acceso a redes globales de comunicación; disponen de dieta alimenticia abundante y balanceada; consumen agua limpia; tienen atención médica sofisticada y acceso a la cultura.

“Una abrumadora y doliente mayoría viaja en condiciones que semejan las horribles travesías del comercio de esclavos entre África y América en el pasado colonial. Hacinados en bodegas insalubres, con hambre, enfermedad y desesperanza, viajan en ese barco el 85 por ciento de sus pasajeros.

“Es evidente que carga demasiada injusticia para mantenerse a flote, y sigue un curso tan irracional y absurdo que no puede ser capaz de arribar a puerto seguro. Este barco parece destinado a chocar con un iceberg. Si así ocurre, nos hundiremos todos”.

En aquella cita, Fidel les recordaba a los representantes del Tercer Mundo que durante décadas el Norte les había asegurado que el mercado sin regulación, la privatización máxima y la retirada del Estado de la actividad económica, eran los principios infalibles para alcanzar el desarrollo, sin embargo, en América Latina, donde el neoliberalismo se había aplicado hasta esa fecha con ortodoxia doctrinal, el fracaso económico era evidente.

“América Latina no tenía deuda al inicio de la posguerra. Hoy debemos casi un millón de millones de dólares. La deuda por habitante es la más alta del mundo. La diferencia de ingreso entre los ricos y los pobres es también la más alta del mundo. Hay más pobres, desempleados y hambrientos que en los peores tiempos de su historia”.

FMI: un sistema que debe ser demolido

Durante su alocución, el mandatario cubano pidió a los políticos verdaderamente comprometidos con el futuro de sus pueblos y de la especie humana, pensar en un nuevo orden económico mundial porque el diseñado por las grandes transnacionales y el Fondo Monetario Internacional (FMI), era el más hostil para el progreso de los países subdesarrollados y el más insostenible para el mantenimiento de la vida en términos sociales y ambientales.

 “Un sistema financiero que obliga a mantener congelados tan cuantiosos recursos a países que los necesitan desesperadamente, para protegerse de la inestabilidad que el propio sistema genera, y propicia que los pobres financien a los ricos, es un sistema que debe ser demolido.

“¿Qué racionalidad o qué ética puede haber en un orden monetario internacional que permite a unos técnicos cuyos cargos dependen del apoyo norteamericano, diseñar desde Washington programas de ajuste económico siempre iguales para ser aplicados a la enorme variedad de países y problemas concretos del Tercer Mundo?

“¿Quién asume la responsabilidad cuando los programas de ajuste ocasionan caos social, paralizan y desestabilizan países con importantes recursos humanos y naturales, como sucedió en Indonesia y Ecuador?

“Para el Tercer Mundo es de vital importancia hacer desaparecer esta siniestra institución y la filosofía que representa, y sustituirla por un órgano regulador de las finanzas internacionales que funcione sobre bases democráticas y sin poder de veto para nadie, que no sea un defensor exclusivo de los acreedores ricos, que no imponga condicionalidades injerencistas y permita regular los mercados financieros para frenar la especulación desbordada”, planteó.

A su vez, proponía alternativas concretas:

“Una forma posible para hacer esto último sería establecer un impuesto no de 0,1 por ciento, como propuso el genial Tobin, sino del 1 por ciento como mínimo a las transacciones financieras especulativas, que permitiría crear además un cuantioso y necesario fondo, superior al millón de millones de dólares cada año, para el verdadero, sostenible e integral desarrollo del Tercer Mundo”.

La deuda externa: Uno de los mayores obstáculos para el desarrollo

Fidel en la primera Cumbre del Sur, celebrada en La Habana, en abril del 2000. Foto: Estudios Revolución.

Otro asunto en el que Fidel insistió fue en la deuda externa de los países subdesarrollados, según él: “uno de los mayores obstáculos para el desarrollo”, la cual asombraba por su monto gigantesco, por el mecanismo de sometimiento y explotación que implicaba y por la propuesta ridícula de los países desarrollados para hacerle frente.

A criterio del mandatario cubano, la llamada Iniciativa para la Reducción de la Deuda de los Países Pobres Altamente Endeudados tenía largo nombre y muy cortos resultados.

“El único calificativo que merece es el de ridícula, pues se propone aliviar el 8,3 por ciento de la deuda total de los países del Sur y, a casi cuatro años de puesta en práctica, sólo cuatro países de los 33 más pobres han alcanzado a pasar el complicado proceso, y todo para condonar la insignificante cifra de 2.700 millones de dólares, que es el 33 por ciento de lo que cada año se gasta en Estados Unidos solamente en cosméticos”.

Advirtió que la deuda continuaba alimentándose a sí misma en un círculo vicioso donde los países endeudados pedían prestado para poder pagar los intereses.

El líder de la Revolución cubana reafirmó su criterio de que la misma ya había sido pagada, si se tenía en cuenta los términos en que fue contraída, el vertiginoso y arbitrario crecimiento de las tasas de interés del dólar en la década anterior y los descensos de precios de los productos básicos, fundamental fuente de ingresos de los países que aún estaban por desarrollarse.

En la cita del Sur global del 2000, el Comandante en Jefe advirtió a sus homólogos sobre un fenómeno que, pasados los años, a algunos dirigentes cogió por sorpresa: los llamados Fondos Buitre. “Una gran parte de esa nueva deuda puede cambiar de manos con facilidad en los mercados secundarios, está más dispersa y es más difícil de renegociar”, señaló.

Como solía hacer, tras su planteamiento del problema, una posible solución. Allí expresó que la deuda no era un problema económico, sino político.

“Los recursos necesarios para una solución de fondo de este problema no son grandes si se comparan con las riquezas y los gastos de los países acreedores. Sólo en financiar armas y soldados, cuando ya no hay guerra fría, se gastan anualmente 800 mil millones de dólares, no menos de 400 mil millones en drogas estupefacientes y, en adición a esto, un millón de millones en publicidad comercial tan enajenante como las propias drogas, para citar solo tres ejemplos”.

La clave del desarrollo: El conocimiento

El anfitrión de la primera Cumbre del Sur compartió con los Jefes de Estado y de Gobierno del G77 y China, la experiencia de cierto desarrollo en Cuba (a pesar del bloqueo y el duro golpe de la caída del campo socialista), gracias a la ciencia como motor del progreso. No obstante, el desigual acceso a las tecnologías de países ricos y pobres constituía una realidad que entorpecía la obtención de mejores resultados.

“En el mundo globalizado, donde el conocimiento es la clave del desarrollo, la brecha tecnológica entre el Norte y el Sur se ahonda más en condiciones de creciente privatización de la investigación científica y de sus resultados.

“Los países desarrollados, con el 15 por ciento de los habitantes del planeta, concentran el 88 por ciento de los usuarios de Internet. Sólo en Estados Unidos hay más computadoras que la suma de las existentes en el resto del mundo. Estos países controlan el 97 por ciento de las patentes a nivel global, reciben más del 90 por ciento de los derechos de licencias internacionales, mientras que para muchos países del Sur el uso de los derechos de propiedad intelectual es inexistente”.

Entre otras realidades, Fidel denunció una vez más que el lucro se imponía por encima de las necesidades en la investigación privada, la legislación de patentes no reconocía los conocimientos ni los sistemas tradicionales de propiedad utilizados en el Sur y los nuevos medicamentos y en general las mejores tecnologías tenían un precio sólo al alcance de los países ricos.

Los provocaba a reflexionar en torno a que “nunca antes la humanidad tuvo un potencial científico-técnico tan formidable, una capacidad de generación de riqueza y bienestar tan extraordinaria”, sin embargo, “nunca antes el mundo fue tan desigual y la inequidad tan profunda”.

Fidel concluyó que si bien las maravillas tecnológicas habían acortado distancias y hecho más pequeño al planeta en términos de comunicaciones, coexistían con la cada vez mayor distancia entre riqueza y pobreza, entre desarrollo y subdesarrollo. Por lo que urgía que los países pobres tuvieran la posibilidad de acceder al conocimiento y participar en una verdadera globalización de la información que significara compartir y no excluir.

Conminó a sus homólogos a no resignarse a entrar en el próximo siglo como la retaguardia atrasada, pobre, explotada, víctima del racismo y la xenofobia, impedida de acceder al conocimiento y sufriendo la enajenación de sus culturas.

“Para el Grupo de los 77 la hora actual no puede ser de ruegos a los países desarrollados, ni de sumisión, derrotismo o divisiones internas, sino de rescate de nuestro espíritu de lucha, de la unidad y cohesión en torno a nuestras demandas.

“Qué hacer es lo que debemos discutir aquí.

“Nosotros en Cuba decimos: "¡Patria o muerte!" En esta conferencia cumbre del Tercer Mundo nos correspondería decir: ¡O nos unimos y cooperamos estrechamente, o nos espera la muerte!”.

“Los Jefes de Estado y de Gobierno que aquí nos reunimos, representantes de la abrumadora y doliente mayoría, tenemos el derecho y aún más la obligación de dar un golpe de timón y corregir ese rumbo catastrófico. Tenemos la obligación de ocupar el lugar que nos corresponde en el puente de mando y hacer que todos naveguemos en condiciones de solidaridad, equidad y justicia”.