El 17 de mayo de 1959 fue promulgada por el Comandante en Jefe Fidel Castro en La Plata, Sierra Maestra, la Ley de Reforma Agraria justamente en el aniversario 13 del asesinato del líder campesino Niceto Pérez por miembros de la guardia rural y esbirros de los latifundistas de la zona de Guantánamo.
Según la Ley, el máximo de extensión establecido era de 30 caballerías (402 hectáreas) y toda propiedad que excediera ese límite sería expropiada, bajo indemnización y distribuida entre los campesinos que realmente las hacían producir y estaban expuestos permanentemente al desalojo.
Por primera vez en la historia cubana recibieron la tierra quienes la trabajaban y comenzaron cambios profundos a partir de entonces, durante años de epopeya y trabajo.
Al campo llegaron los servicios de salud y educación y se aseguraron condiciones dignas de vida, como parte del establecimiento de las nuevas instituciones del joven poder revolucionario.
La fecha escogida y el escenario de la Sierra Maestra simbolizaban la decisión de alcanzar la verdadera justicia no solo por aquel crimen, sino también para cumplir con la demanda de la clase campesina que tanto aportó a la lucha guerrillera y que durante siglos vivió sumida en la más profunda miseria y explotación.
Aquellas trasformaciones primeras encontraron una crecida oposición del gobierno estadounidense y sectores nacionales aliados, que estuvieron en contra de la radicalización del nuevo gobierno y apostaron por su derrota con métodos violentos cuando vieron afectadas irremediablemente sus compañías latifundistas y empresas asociadas.
Inclusive por aquel lejano mayo de 1959, la CIA y sus agentes internos - junto con la mafia que perdió sus negocios en la Isla- comenzaron a apoyar y organizar planes de atentados terroristas contra Fidel y otros altos dirigentes, que consideraban era la vía más corta para liquidar a la Revolución.
Sin embargo la Reforma Agraria no fue un giro político improvisado, ni voluntarista, estaba incluida en la propia Constitución burguesa y adelantada de 1940, nunca cumplida por oposición de los intereses imperialistas y de la burguesía interna.
Esos derechos vulnerados fueron bandera esencial del Programa del Moncada, anunciado por el joven abogado Fidel Castro en su alegato de autodefensa en el juicio por el ataque al cuartel de igual nombre en Santiago de Cuba el 26 de julio de 1953.
En esa ocasión, rodeado de la soldadesca asesina, denunció las terribles condiciones de vida de más del 90 por ciento de los trabajadores del campo que vivían desposeídos y eran explotados por los terratenientes y predijo la nueva política agraria que la Revolución llevaría adelante.
Aunque los guerrilleros no esperaron por el triunfo y aplicaron en los territorios liberados la Ley del Ejército Rebelde, que otorgaba a los campesinos la tierra que trabajaban, y se realizó el Primer Congreso Campesino en Armas en 1958, en el Segundo Frente Oriental Frank País García, bajo el liderazgo del Comandante Raúl Castro, jefe de ese territorio.
Por todas esas razones el entonces primer ministro Fidel Castro en la Comandancia de La Plata fue persuasivo al exponer que un 1,5% de los propietarios en aquel momento poseían más del 46% del área nacional en fincas, mientras 111 mil fincas de menos de dos caballerías ocupaban menos del 12% y que por lo tanto con los cambios solo se afectaba al 1,5% de los propietarios y, sin embargo, permitirían resolver la situación económica de más de 200 mil familias campesinas.
Además, en su histórico discurso fue unitario y explicó que las leyes se hacían para beneficiar a la nación, aunque dolorosamente pudieran perjudicar a algún sector del país, y que no sentía animadversión contra ningún sector social.
También agregó que “si los mismos que hoy resultan afectados por esta medida la comprenden, sin dejarse cegar por la avaricia o por el egoísmo, al que nadie tiene derecho cuando se hace posible sobre el dolor y los sufrimientos ajenos, si comprenden esto, también ellos resultarán beneficiados.”
El máximo líder, lejos de cualquier posición extremista llamó al orden, evitar indisciplinas y la toma de tierras de forma ilegal para impedir como dijo: “…que el entusiasmo lleve a nuestros campesinos a cometer errores, para evitar que el ansia de la tierra —en este momento en que está más próxima de cumplirse que nunca— lleve a nuestros campesinos a extralimitarse”.
Han trascurrido 65 años de la Primera Ley de Reforma Agraria cuando las imágenes de sonrientes campesinos con el Título de Propiedad en sus manos, encarnaron la nueva vida para los hombres de campo, en la que jamás sus descendientes tendrían que derramar su sangre por la tierra que trabajaban.