Entra al vacunatorio y saluda afable. Es cuestión de empatía, y de conocimiento profundo de lo que hace en ese lugar la enfermera que le inyectará la primera dosis de Abdala, porque Elda María Peña Acosta, una mujer rebosante de optimismo, abraza igual profesión en el Cuerpo de Guardia del Hospital Provincial Vladimir Lenin, en la ciudad de Holguín.
Una vez aplicado el inmunógeno, comenta: «Voy para el área donde debo esperar una hora. Allí estarán pendientes de mí. No hay detalles sueltos, porque todo se ha previsto».
Se desplaza rápido, sin dejar de ser una amena conversadora: «Me conmueve la decisión de priorizar a los trabajadores de la Salud Pública durante la intervención sanitaria en marcha. Solo en este hospital somos más de 3 000. Quiero que todos los cubanos sientan alegría, como me sucede a mí. Tengo fe en este candidato vacunal, que es seguro, como se ha comprobado científicamente».

Ya en el salón, bajo la mirada atenta de médicos y paramédicos, sigue revelando su dinamismo: «Siempre me he sentido bien protegida. Cumplí misión internacionalista como colaboradora en Irak, durante la Guerra del Golfo, y en todo momento sentí y recibí la atención del personal a cargo de la seguridad y de los demás compañeros de trabajo. Si en medio de tanto peligro te enfermabas, te sometían a un chequeo médico a cargo de los mejores especialistas que allí teníamos. Y hablando de inmunización, cuando salimos de Cuba, igual que al regreso, nos vacunaron para evitar el tifus, el cólera y la malaria, entre otras enfermedades».
Tiene a mano un consejo: «Para erradicar la COVID-19 queda un buen trecho. Es importante la protección de cada persona; no se puede renunciar al uso del nasobuco, a la higienización constante de las manos, al distanciamiento físico y a las demás medidas preventivas».
Constantemente recibe saludos y muestras de cariño de los compañeros que la rodean. Revela las causas: «Soy la viejita querida del Cuerpo de Guardia. Llegué allí después de jubilada, porque opté por reincorporarme enseguida; me sentía útil. Soy enfermera general de pacientes hospitalizados y ya acumulo 42 años de experiencia. Me preparé para desempeñarme en cualquier servicio, incluso en terapia intensiva. ¡Ah, amo trabajar con los jóvenes, para transmitirles conocimientos!».