Que el Día de la Medicina Latinoamericana se haya instituido en homenaje al natalicio de un eminente científico cubano, Carlos Juan Finlay, no es lo único que relaciona a la Mayor de las Antillas con tan importante celebración, pues esta isla del Caribe, durante las últimas décadas, ha desempeñado un rol protagónico en el desarrollo de la medicina en la región.
Apenas se había consolidado la Revolución cuando en 1960 una brigada médica fuera enviada en emergencia a Chile tras la ocurrencia de un intenso terremoto en ese país. Fue una muestra extraordinaria de solidaridad con un pueblo latinoamericano, sobre todo si pone en consideración que, según recoge la historia, a fines de 1959 solo permanecía en territorio cubano aproximadamente la mitad de los pocos más de 6 mil profesionales de la salud con que contaba la Isla antes de la derrota de la tiranía batistiana.
Con la emergencia en Chile, la medicina cubana daba los primeros pasos hacia su orientación latinoamericanista y tercermundista. O dicho de otra manera: surgía un modelo revolucionario de las Ciencias Médicas, que no concebía la atención sanitaria como un mero negocio, sino que ponía al paciente en el centro de su atención.
A través de los años, uno de los principios de la colaboración médica de la Mayor de las Antillas ha sido su realización en condiciones de libertad por ambas partes, teniendo en cuenta valores humanistas. La investigadora Michele Santana, quien ha escrito sobre estos asuntos, enfatiza en el consenso bilateral y la voluntad política; la canalización mayoritariamente a través de gobiernos centrales y locales, en busca fortalecer o crear la infraestructura que permita la sostenibilidad; y la aportación de capital humano altamente calificado.
La colaboración médica cubana no ha estado restringida a las acciones concretas que en materia de salud desarrolla la Isla en otros países del área; también ha incluido la formación y adiestramiento de profesionales extranjeros. De esto último es ejemplo la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), al este de La Habana, donde se han capacitado estudiantes de alrededor de 40 países de todo el mundo desde su fundación en noviembre de 1999, de acuerdo con información publicada en la Revista Cubana de Salud Pública.
Los galenos cubanos han dejado una estela de humanismo tras su paso por varias naciones latinoamericanas. Los pueblos de México y Venezuela, donde actualmente brindan sus servicios miles de profesionales, Brasil, Ecuador, Bolivia, Nicaragua… han conocido la integralidad técnico-profesional y ética del ejército de batas blancas, como lo calificara Fidel Castro.
Sin embargo, coyunturas políticas específicas han propiciado que, en los últimos seis años, la presencia de médicos cubanos en algunas naciones del hemisferio no haya tenido el mejor final.
Tal fue el caso de Brasil. La colaboración médica cubana, canalizada a través de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) desde 2013 como parte del Programa Más Médicos, quedó interrumpida tras la victoria electoral del ultraderechista Jair Bolsonaro, quien realizó acusaciones y pronunciamientos marcadamente hostiles contra la brigada médica de la Mayor de las Antillas a fines de 2018. En el Gigante Sudamericano los sanitarios antillanos se destacaron por brindar su asistencia en parajes donde ni siquiera los profesionales brasileños accedían a trabajar, como aldeas amazónicas, favelas y comunidades intrincadas.
Al año siguiente, la decisión de las autoridades ecuatorianas de no continuar el convenio pondría final a la colaboración médica cubana en ese país. Mientras, el golpe de Estado de la derecha en Bolivia, en noviembre de 2019, supuso la brusca interrupción de la misión sanitaria de la Isla en la nación andina.
Estos acontecimientos han sido hábilmente insertados en la retórica de sectores reaccionarios que cuestionan la legitimidad de la colaboración médica cubana. A pesar de ello, los enormes efectos sociales de la labor sanitaria de la Mayor de las Antillas en América Latina no podrán ser excluidos de la historia hemisférica contemporánea.