Una novedosa cirugía se inscribe, desde este martes, entre las batallas ganadas por la ciencia en la memoria del Hospital Pediátrico José Martí, de Sancti Spíritus.
A Geidy Santiago Calzada, una adolescente trinitaria de 16 años, le cambió abruptamente la rutina cuando, hace apenas 10 días, le fue diagnosticado un tumor gigante en su ovario derecho.
El quiste de dimensiones casi descomunales, cuya presencia en pacientes pediátricos resulta tan inusual como inquietante, se erguía como sombra amenazante sobre su futuro.
El cuadro clínico de Geidy era preocupante. Su abdomen, progresivamente abultado, semejaba un embarazo avanzado. Este aumento de volumen iba acompañado de várices visibles en sus piernas, un incremento notorio en su peso y una taquicardia persistente que aceleraba el pulso, signos que hacían eco de la presión interna ejercida por el quiste.
Las primeras sospechas apuntaron hacia una posible alteración tiroidea, pero un exhaustivo examen físico, complementado por estudios de ultrasonido, marcadores tumorales y una tomografía computarizada, dejó en evidencia que la fuente del problema era la compresión de la cavidad abdominal por aquella masa colosal.
El equipo de cirugía del pediátrico espirituano se organizó entonces con una determinación férrea, consciente de la magnitud del desafío. Entre ellos, el doctor Yoan Manuel Varela Rodríguez, especialista de primer grado en Cirugía Pediátrica, asumió la misión de operar a Geidy con la precisión y la seguridad que solo la experiencia puede conferir.
“He tenido la misión de atender a esta paciente, quien llegó remitida por el equipo de cirugía de Trinidad con un quiste de ovario gigante, pero siempre confiamos en que lograríamos devolverle la salud”, explicó.
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Yoan Manuel Varela Rodríguez, especialista de primer grado en Cirugía Pediátrica. Foto: Cortesía del autor.
La situación se tornaba cada vez más tensa, y la coordinación entre las diversas especialidades -anestesia, endocrinología, cardiología- resultó esencial. Se evaluó que la presión ejercida por el quiste repercutía en el sistema cardiovascular, y una microlesión en la tiroides, descubierta en el proceso, añadía un matiz a la complejidad del caso.
Frente a este escenario, la decisión fue unánime: la cirugía debía realizarse con la mayor prontitud para evitar complicaciones.
El quirófano se transformó en un santuario. Cada instrumento, cada monitor, cada mano que se preparaba para actuar vibraba al unísono con la promesa de erradicar aquella amenaza.
La operación fue concebida como una coreografía meticulosa: el objetivo era resecar el quiste en su totalidad sin contaminar la cavidad abdominal. El plan quirúrgico incluía, lamentablemente, la extirpación del ovario y la trompa derecha, con la esperanza de que el ovario izquierdo permaneciera en óptimas condiciones. Además, se optó por realizar una apendicectomía complementaria, aprovechando el acceso a la cavidad para asegurar que no quedara ningún riesgo latente.
Con la tensión en el aire y el destino de la paciente colgando en un hilo, el cirujano Varela Rodríguez describe los momentos críticos del procedimiento: “La magnitud del quiste, que ocupaba casi toda la cavidad abdominal, exigía una intervención de precisión milimétrica y nuestra meta era liberar a Geidy de esa carga sin comprometer la integridad de su cavidad”.
Así, entre movimientos meticulosos y una coordinación perfecta, el equipo médico se lanzó a la ardua tarea de extirpar el tumor.
La operación avanzó en un ambiente cargado de adrenalina y determinación. Finalmente, el quiste gigante fue removido en su totalidad, y la cavidad abdominal quedó inmaculada, libre de cualquier contaminación. El ovario derecho, ya deteriorado por la compresión, fue extirpado sin contratiempos, mientras que se preservaron el ovario izquierdo y el útero, lo cual dejó abierta la posibilidad de una futura fertilidad.
El éxito de la operación fue un triunfo no solo técnico, sino también emocional; los padres de Geidy, quienes habían acompañado a su hija en este arduo camino, expresaron una gratitud inmensa que se palpaba en cada rincón del hospital.
Sus rostros, marcados por la preocupación y la incertidumbre de los días previos, se iluminaron al recibir la noticia de que el procedimiento había sido exitoso.
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El quiste tenía dimensiones casi descomunales.
El testimonio del cirujano Varela Rodríguez y la inquebrantable coordinación del equipo multidisciplinario se convirtieron en un ejemplo inspirador de lo que puede lograrse cuando la ciencia y la pasión se unen. “Nuestro objetivo siempre es salvar y mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes”, afirmó el cirujano.
Erradicar el tumor en este caso fue fundamental para prevenir complicaciones futuras y ver la sonrisa de Geidy, la gratitud de sus padres nos llena de orgullo y nos impulsa a seguir trabajando con la misma dedicación”.
En el fragor de esa jornada decisiva, el Hospital Pediátrico Provincial de Sancti Spíritus demostró que, incluso ante los desafíos más imponentes, la unión de conocimientos y el esfuerzo colectivo pueden transformar la adversidad en un renacer.