La historia comenzó meses atrás, en 2020. Un día, en las redes sociales y por el boca a boca supimos de una intervención que había cambiado la imagen del segundo tramo (primera isleta) de la calle G o Avenida de los Presidentes. Entre las expresiones de crítica y rechazo había voces airadas, otras eran más serenas y reflexivas.
Fue, como nos comentó la doctora arquitecta Patricia Rodríguez Alomá, directora del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Habana (OHCH), “algo muy positivo, un movimiento ciudadano que quiere a su ciudad, que la respeta y se preocupa por ella, y que comienza a hacer reclamos para que las intervenciones que se hacen en la ciudad sean las que la ciudad merece”.
Casi un año después, sigue habiendo obras en esa primera isleta (entre la Casa de las Américas y el parque Martí) y también en la segunda (entre el hotel Presidente y la sede de la Cancillería). Algunos pasan y miran, comentan, porque la desconfianza quedó: siguen las obras en la calle G... ¿Seguirán cambiando libérrimamente el lugar?
La inversionista a cargo del proyecto, la ingeniera María Isabel Martínez Oliver, jefa de Inversiones del Grupo Malecón y Extramuros, de la OHCH, explica que la intervención del pasado año en la primera isleta, “que dejó insatisfacciones”, ha sido enmendada.
“Se rectificó lo hecho con un proyecto bien pensado, realizado por la Empresa de Proyectos Diseño Ciudad Habana (DCH), con licencia de obra oficializada y conciliado con todas las organizaciones que tienen que ver con los proyectos que se hacen en la ciudad, incluidas la Comisión de Monumentos de La Habana, Planificación Física y la OHCH.
“El proyecto ya está en fase de terminación. Han sembrado muy bien las áreas verdes, han fundido todas las aceras nuevas, y les va quedando la colocación de bancos de mármol cubano gris. Los bancos serán como los originales que tenía la calle G. Ya están en producción por parte de la Empresa de Mármoles Cubanos”.
Las obras en la segunda cuadra o isleta están siendo ejecutadas por la Oficina del Historiador de la Ciudad. María Isabel señala que es una ejecución prevista desde 2017, cuando el huracán Irma provocó penetraciones de mar y afectaciones en la zona.
“En esa ocasión, los bancos originales de mármol de carrara de la segunda isleta, la que estamos interviniendo actualmente, fueron afectados: se desprendieron espaldares y otras partes, y como no teníamos posibilidades en ese momento de restaurar debido a la magnitud de los daños causados a nivel general en el país y la ciudad, guardamos todos esos mármoles en la OHCH, hasta hace unas semanas”.
Esos bancos, colocados en el extremo cercano a la calle Quinta, están ya restaurados con sus mármoles originales, “los mismos que en septiembre de 2017 recogimos y guardamos. También está restaurado el pedestal del monumento, de granito, y se limpió la escultura de bronce”, dice.
Igualmente fue restaurado el piso de granito de la fuente. La caseta adjunta donde había sido colocada una bomba de agua, que rompía la armonía del conjunto, fue retirada. Se instalará un sistema de recirculación de agua con una bomba sumergida en la misma fuente.
“Estamos restaurando el monumento y la isleta llevándolos a su imagen original, tal y como hemos apreciado en las fotos del estudio histórico de la Oficina del Historiador, que estamos obligados a respetar como inversionistas, y que es una práctica que siempre acompaña cada proceso de restauración”.
La inversionista añade que serán recuperadas las luminarias. “No serán colocadas las originales, pero sí réplicas de las originales que estaban sobre los cuatro pedestales en torno a la fuente y en los dos pedestales situados en línea con el monumento donde estuvo la estatua de Tomás Estrada Palma”.
Actualmente, se concluye la fundición de las aceras, que debieron ser demolidas debido al deterioro por el paso del tiempo y la erosión del mar, además de otros factores como las raíces de los árboles, y se restituye el área verde “con ese principio de Leal durante toda su vida: mantener lo que existe y recuperar lo que no”.
Siguiendo ese principio en la intervención, se mantienen los dos cocoteros en las esquinas del pedestal del monumento y las casuarinas −emblemáticas del sitio, aunque no son del Caribe−, “todas esas plantas que han estado ahí por décadas y han resistido los embates del tiempo, de los depredadores, de los ciclones y las penetraciones de mar... Se siembra la vegetación idónea, se restituye lo perdido y lo existente se mantiene”.
Igualmente, se incorporan los dos cocoteros faltantes en las dos esquinas restantes del monumento.
El ingeniero agrónomo Irak Hernández, técnico de jardinería y paisajismo, recalca que, en cuanto al área verde, se trata de conservar lo que está y recuperar lo que no está, “crear una imagen renovadora, pero no de ruptura sino de continuación”.
Además del césped Zoysia (hierba fina), “porque es resistente a la salinidad y a las condiciones de esta zona, que recibe mucho sol, y lleva bajo mantenimiento”, se recuperan las uvas caletas −que estuvieron antes y se habían perdido, también resistentes a este ecosistema−, y se siembran agaves en el área del green y pandanos”.
Las latáneas se moverían desde el montecito cercano a la acera de la calle Quinta y se colocaría una detrás del espaldar de cada uno de los tres bancos de mármol, y en ese punto se sembraría una Phoenix canariensis o palma canaria.
“Es ese tipo de palma de tronco muy ancho, muy vistosa y resistente, porque es del Mediterráneo. Ah, y un toque de color en la base del monumento para realzarlo sin robarle visualidad, un tamiz de Trasdescantia, una planta de poco mantenimiento también por su resistencia. No es tanto de ecosistema costero como sí resistente a este entorno. Resiste, como las plantas crasas, la falta de agua”, agrega el especialista.
María Isabel insiste en la necesidad de la conservación. “Si puedes mantener un monumento, limpiarlo, restituir bancos, preservar el área verde, todo a un costo bajo, hay que hacerlo y aprovechar los recursos existentes. Porque no pueden dejarse caer. Es un valor que se añade o se recupera para los espacios públicos y, por consiguiente, para la ciudad.
“Desgraciadamente, hay depredadores que vienen detrás y rompen o ponen grafitis y echan a perder el trabajo. Eso hay que resolverlo. Cada vez que nosotros vemos que dañan un monumento después de que lo limpiamos, nos duele. Es como si nos clavaran una espada en el medio del pecho. Así de simple. Porque todo eso cuesta. Vienen y pintan sin comprender ni respetar el valor que tiene el mármol en esos monumentos. Y es algo que construyeron generaciones pasadas, no lo construimos nosotros. A nosotros nos toca mantenerlo, para la ciudad y para las presentes y futuras generaciones”.
“Eusebio Leal fue celoso con una estructura, un sistema, que va de la investigación histórica y hasta arqueológica hasta la inversión y la restauración para recuperar, pero que incluye en fases posteriores el mantenimiento de lo edificado o recuperado. Y en el mantenimiento de los espacios públicos es fundamental la figura del guardaparque, que no puede desaparecer, que hay que recuperar en muchos espacios de la ciudad, con sentido de pertenencia y responsabilidad”.
Según la inversionista del proyecto, se está trabajando en una tarja explicativa del monumento, a propuesta de la Comisión de Monumentos de La Habana. “La OHCH está preparando el texto de la tarja, y una vez lista, será colocada en el sitio que la Comisión de Monumentos indique”.
Un monumento y una figura histórica
Sobre este punto, el doctor Félix Julio Alfonso López, decano del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana e Historiador Adjunto de la OHCH, recuerda que el monumento a Tomás Estrada Palma fue el primero que se colocó en la calle G, aunque no el primero en serle erigido en Cuba.
“Fue inaugurado el 26 de junio de 1921, con una escultura de bronce de pie, en cuya base estaba colocada la imagen de una mujer con un libro abierto y una pluma en la mano. Después del triunfo de la Revolución, en un momento que no hemos podido precisar todavía pero que, previsiblemente, debe haber sido a finales de los años sesenta, quizás principios de los setenta, se decidió retirar de allí el monumento.
“Sin embargo, permanecieron dos elementos: los zapatos y esa musa que no es otra que la musa de la historia, Clío, que comienza a escribir la historia de Cuba republicana con la escultura de Estrada Palma.
“Con la nueva intervención que se está realizando allí, se tomó la decisión de retirar los zapatos −eran un vestigio innoble, inadecuado, para un pedestal vacío, un pedestal donde la figura que estaba ya había sido removida−, y se mantiene la figura de la mujer que tiene el libro abierto y está escribiendo la historia.
“La idea nuestra es colocar una tarja que explique, primero, quién era la figura que estaba en ese monumento vacío. Estamos hablando de alguien que fue presidente de la República en Armas, colaborador de José Martí en la emigración durante todo el periodo de organización del Partido Revolucionario Cubano; el hombre en cuyas manos, tras la muerte de Martí, quedó la delegación del Partido Revolucionario Cubano y prestó auxilio a la guerra durante los últimos años enviando expediciones, etc. Estamos hablando de una figura importante en la historia de Cuba.
“Es la figura que emergió, después de la intervención militar de Estados Unidos, como el candidato que tenía el mayor apoyo, incluyendo el del general Máximo Gómez, para ser elegido presidente de la República. Queremos explicar esto y queremos explicar también la ausencia, por qué no está. Decía un biógrafo de Estrada Palma que fue un gobernante honrado. Lo cierto es que, entre todos los presidentes que tuvo la República de Cuba antes del triunfo de la Revolución, es quizás el único al que no se le puede acusar de haber malversado fondos públicos. Se decía que era un hombre austero, que velaba celosamente por los caudales de la República.
“Sin embargo, creía fervientemente que Estados Unidos era el garante de la república creada. Esta era una interpretación plattista, es decir, de acuerdo con los intereses de la Enmienda Platt y del Tratado Permanente, en el cual la Enmienda Platt fue vaciada, que sostenía que Estados Unidos no solo era garante de la República, sino que, además, podía intervenir militarmente en ella si consideraba que sus intereses eran amenazados. Y fue invocando ese artículo tercero de la Enmienda Platt en el Tratado Permanente −cuando al finalizar su primer periodo presidencial de cuatro años y tras intentar ser reelecto de manera fraudulenta se produjo el alzamiento del Partido Liberal, en una situación caótica para su Gobierno−, que Estrada Palma decidió solicitar la intervención militar de Estados Unidos para que viniera a poner orden en los asuntos internos de Cuba.
“Esa solicitud se hizo a través del secretario de Estado norteamericano, quien la hizo llegar al presidente Teodoro Roosevelt, que había venido a la Guerra Hispano-Cubano-Americana en 1898 y no ocultaba su ideología imperial. Sin embargo, está demostrado en los telegramas que le envió Roosevelt a Estrada Palma, vía el secretario de Estado, que se trató de persuadir al presidente de que no invocara la intervención de Estados Unidos, que tratara de resolver internamente la situación de conflicto que se había generado, porque eso de alguna manera iba a empañar la imagen de Estados Unidos a los ojos de los cubanos. Pero, pese a todas las alertas que se le enviaron −en primer lugar, la del propio Roosevelt, que le dice en un telegrama famoso: ‘Presidente Palma, si la república muere, que ese triste suceso no caiga sobre su nombre, trate de salvar usted la república y de salvar también su buen nombre’−, Estrada Palma perseveró en la idea de que se produjera la intervención militar de Estados Unidos y, efectivamente, tuvo lugar una segunda intervención.
“En la memoria popular, en la memoria histórica de Cuba, la figura de Estrada Palma quedó marcada definitivamente por esa actitud entreguista, por no salvaguardar la integridad ni la independencia de Cuba y pedir la intervención. Y eso es lo que explica que sus estatuas hayan sido retiradas en todo el país, algunas con mayor violencia que otras.
“Ahora bien, nuestro maestro Eusebio Leal decía que él no estaba de acuerdo con la retirada de los monumentos ni con que se quitaran las estatuas, porque los monumentos, en lugar de ser demolidos, deben ser explicados. Nosotros no vamos a restituir la estatua, lo que vamos a hacer es explicar la figura histórica y la razón de la ausencia de la figura histórica en ese lugar, en una avenida que estaba concebida para ser la avenida de los presidentes cubanos.
“El segundo presidente al cual se le hizo un monumento fue José Miguel Gómez. Fue un monumento tardío, que, por diferentes razones, sobre todo por su envergadura y su monumentalidad, tuvo varias objeciones en el momento de su construcción. Muy costoso, no se inauguró hasta 1936 y rompió con la continuidad que debieran haber tenido los presidentes en cada una de las parcelas de G, porque está en el otro extremo del paseo, en una colina, muy lejos del emplazamiento que debió tener originalmente.
“El otro presidente que trató de construirse allí un monumento fue Gerardo Machado, pero esto también levantó una gran polémica y no le dio tiempo a hacerlo. El resto de los presidentes cubanos que debieron figurar en el paseo −Mario García Menocal, Alfredo Zayas, por decir un par de nombres importantes− decidieron hacer sus esculturas en otros lugares. Entonces, se rompió la idea de que G fuera la Avenida de los Presidentes. Nunca se logró que esa idea cristalizara, y ello explica que en 1935 el ingeniero Mario Guiral Moreno, asesor del alcalde Antonio Beruff Mendieta (el alcalde que nombró a Emilio Roig como Historiador de La Habana) hiciera la propuesta de que no se le debía seguir llamando Avenida de los Presidentes, pues no había allí presidentes, y que en su lugar debía restituírsele el nombre antiguo de calle G.
“Hoy, la idea de los presidentes ha sido retomada, pero con presidentes latinoamericanos. Como sabemos, allí están la escultura ecuestre de Simón Bolívar, presidente de la Gran Colombia; las esculturas de Salvador Allende, presidente de Chile; de Benito Juárez, presidente de México; de Omar Torrijos, presidente de Panamá, y así sucesivamente. Tiene sentido llamarla Avenida de los Presidentes.
“Nosotros creemos que es muy importante, al igual que se hizo y se sigue haciendo con el erigido a José Miguel Gómez, preservar esos monumentos. Son el símbolo de una época y representan la manera en que se dio la historia en un momento determinado del devenir cubano. Son grandes obras de arte, el autor de ambos monumentos, tanto el de Estrada Palma como el de Gómez, fue el escultor italiano Giovanni Nicolini. Tenemos que cuidarlos, restaurarlos e impedir que se ejecuten atentados en su contra, ya sea colocándoles grafitis o lesionando algunos de sus elementos, porque tienen que constituir un hito de la memoria histórica del país.
“La idea central es esta, los monumentos no pueden ser demolidos, tienen que ser explicados, y esta tarja que colocaremos ahí va justamente a llenar ese vacío para que los transeúntes nacionales y extranjeros que pasen por el sitio, levanten la vista y se percaten de que hay un pedestal vacío, y pregunten, puedan tener allí la explicación de esa historia”.
Una intervención fallida, respuesta pública e institucional
¿Qué sucedió el pasado año en el primer tramo de la calle G, situado a continuación de la rotonda de intersección con la avenida del malecón?
La doctora arquitecta Patricia Rodríguez Alomá comenta que “un día amanecimos con ese primer segmento, entre la Casa de las Américas y el parque Martí, totalmente pavimentado con adocreto. Había desaparecido el área verde, y con ello se había modificado absolutamente el diseño de una de las avenidas principales de la ciudad y de las más bellas que tiene La Habana.
“Esto ocurrió casi contemporáneamente con el famoso muro de Primera y 70. Realmente estábamos y seguimos estando en una situación de confinamiento y movilidades restringidas, y de repente, cuando pasábamos por un lugar, nos encontrábamos con que había surgido algo. Y algo para mal, no para bien”.
Para la directora del Plan Maestro de la OHCH, fue “una intervención totalmente innecesaria, inconsulta, agrediendo el lugar y sin los mínimos cumplimientos de los procedimientos establecidos por la ley para la solicitud de los permisos de obras, las valoraciones que deben hacer la Comisión de Monumentos provincial y otras instituciones”.
La repercusión pública, los comentarios y debates en redes sociales y en conversaciones dieron pie a una reunión convocada por el Gobierno de la ciudad y por el primer secretario del Partido en La Habana.
“A esa reunión fueron convocados todos los directores de Planificación Física en los municipios y la provincia, la delegación del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente; intendentes y representantes de los Gobiernos municipales, la Comisión de Monumentos y la Oficina del Historiador de la Ciudad. Fue importantísima.
“Hubo intervenciones del primer secretario del Partido, el gobernador, la presidenta de la Comisión de Monumentos y yo, en nombre de la OHCH. Quedó muy claro que, por ningún concepto, se puede hacer una intervención en la ciudad que no pase por los canales correspondientes y no tenga las aprobaciones establecidas por la ley.
“Para nosotros fue extraordinario, porque no hay ningún derecho a no hacer lo que la ley establece. Los sucesos del año pasado acentuaron y pusieron énfasis en la necesidad de estar continuamente al día en cuanto a lo que está pasando en la ciudad. Ahora se celebra todos los lunes, a las seis de la tarde, una reunión presidida por el primer secretario del Partido, el gobernador y por el coordinador de Programas en el Gobierno provincial, Luis Góngora, encargado de todo lo relativo al desarrollo de la ciudad y la cooperación internacional.
“Ahora también se están desarrollando las estrategias de desarrollo municipal. Cada municipio está generando ideas, proyectos, y todas esas ideas y propuestas, cooperaciones, se llevan a esa reunión. Participamos distintos actores con responsabilidad sobre lo que está sucediendo en la ciudad, y se orienta, se conducen o explican los pasos que hay que dar; se da el visto bueno a proyectos o iniciativas y las aprobaciones finales una vez que han pasado por los canales correspondientes y por lo que está establecido en los procedimientos para las inversiones”.
En esas reuniones −continúa− participan la Comisión Provincial de Monumentos, la Dirección Provincial de Planificación Física, la OHCH, el Citma, DCH y otras instituciones como Desoft, el Jardín Botánico, Naturaleza Secreta... “En fin, un colectivo interesado y responsable sobre cosas que suceden y han estado sucediendo desde la preparación del 500 aniversario. Nos reunimos lunes tras lunes a hacer esos análisis. Es una manera de controlar que las cosas se hagan bien”.
Esto, en cuanto a lo institucional y lo regulatorio. En cuanto a la visualidad del espacio público agredido en la intervención anterior, la primera isleta o segundo tramo de G, Patricia destaca que está viviendo una restauración.
“Se hizo un estudio de cómo era esa zona en su diseño original, e inclusive se le añadió una solución de parqueo público −porque hace falta− recreando una preexistencia valiosa, interesante y bien resuelta, situada en G entre 23 y 25; esa fue la que se aplicó en esa zona baja.
“No hay que estar inventando el agua tibia. En la ciudad casi todo está pensado y bien resuelto, pero hay que estudiarla, observarla, quererla, para dar soluciones adecuadas. En esa zona se está haciendo una labor de restauración de su visualidad y del espíritu del lugar, algo fundamental que hay que tener en cuenta. Cuando se va a intervenir un sitio, quizá se puede eliminar algo, incorporar algo, porque la vida y la contemporaneidad traen aparejados ciertos cambios, pero lo que no se puede perder es el espíritu del lugar. Eso es algo que está intrínsecamente relacionado con la cultura y con esa visión cultural, culta, que debe tener la intervención sobre la ciudad”.
“Todo eso requiere de mantenimiento, así fue diseñado y así se ha mantenido durante años. Cuando haya penetraciones de mar se salinizará el suelo, habrá que lavar esa tierra, humedecerla.... Hay técnicas. Contamos con especialistas que conocen de áreas verdes, su tratamiento, las especies más adecuadas para cada sitio. No podemos renunciar a tener un manto verde durante muchos más meses al año porque a lo mejor haya una penetración y nos quite el césped. Cuando suceda, hay que volverlo a poner”.
Ciudad y espacios públicos
Hace pocos años, en una entrevista el arquitecto Miguel Coyula afirmaba que una definición simple de espacio público es que es de todos y para el bien de todos, aunque no siempre es así.
Para Patricia Rodríguez Alomá, los espacios públicos son fundamentales “porque permiten conectar lugares y personas de todo tipo, de toda procedencia, en cualquier época y horario. Son los lugares más democráticos de la ciudad, facilitan el intercambio más heterogéneo en tiempo, en espacio, en edad, género, nacionalidad”.
Por ello −añade−, se convierten en uno de los ámbitos de la ciudad donde la reanimación tiene un carácter más estratégico.
“Cualquier intervención sobre un espacio público, como sobre la ciudad en sentido general, tiene que ser bajo una mirada culta, y cuando se dice ‘mirada culta’ es una mirada que tiene en cuenta la preexistencia valiosa, el escenario en el cual se va a actuar. A partir de ahí se hacen los planteamientos pertinentes. Siempre teniendo en cuenta algo que Eusebio Leal promovía: el derecho a la belleza. Resolverlo bien desde ese punto de vista, enfocarlo siempre desde la cultura, es algo que nos hace mejores. Los sitios bellos, indiscutiblemente generan mejores seres humanos. Es una divisa que Leal siempre defendió, al igual que la cultura del detalle. Para que algo sea bello, debe ser funcional, estético, estar bien hecho... La historia y el devenir del tiempo se encargan de hacerlo trascender, cuando están presentes esas características.
“Por eso tenemos una ciudad extraordinaria, con espacios públicos de primer orden, como este de que hablamos, la calle G o Avenida de los Presidentes”.
“Para actuar sobre los espacios públicos hay que tener en cuenta una serie de principios, y tenerlos en cuenta todos a la vez, integrados, no uno sí y otro no. Sobre el espacio público hay que actuar con una mirada culta e integradora.
“Los espacios públicos también hay que verlos como grandes escenarios para las artes, para la cultura y una democratización del consumo de la cultura. Se pueden convertir en grandes galerías de arte, en grandes museos, teatros... Son sitios donde se puede democratizar mucho el consumo de una cultura de alta calidad, y aquí la tenemos en las distintas manifestaciones”.
Por los espacios públicos no solo transitan y se conectan las personas entre los distintos puntos de la ciudad. Sobre y bajo ellos transitan medios de transporte, redes de infraestructura o técnicas que mantienen en funcionamiento la ciudad.
Pero −resalta la directora del Plan Maestro−, “también acogen, de manera principal, otra infraestructura que cada vez cobra mayor relevancia: la verde, la que permite que la ciudad sea mucho más sana, amable.
“El verde es fundamental, no solo añade estética al paisaje urbano, sino que reduce la polución y crea ambientes mucho más cualificados, favorece la biodiversidad en la ciudad, algo que estamos tratando de reincorporar. La ciudad se antropizó extremadamente y estamos tratando de renaturalizarla”.
“Ahora hay otro reclamo. Habrá que ver qué respuesta se le puede dar desde la prensa, el Gobierno, en las propias redes sociales, que es el arboricidio que está sufriendo la ciudad de La Habana. Estamos, por una parte, renaturalizando la ciudad y, por otra parte, hay talas y podas que están acabando con árboles que en algunos casos son centenarios”.
Entre otras condiciones, los espacios públicos deben ser seguros y estar bien iluminados de noche. Algo muy importante, aún más en ciudades como La Habana, donde a menudo vemos fachadas modificadas o pintadas de colores diferentes incluso en un mismo edificio, es que estas son parte indisoluble del espacio público.
“Por último, y no menos importante, está el diseño del mobiliario urbano. El mobiliario urbano tiene que ser confortable, antivandálico, bello... Reunir varias cualidades, para que realmente funcione como tal.
“Tengo una preocupación grande, y es la desaparición casi total en La Habana de los bancos de la República. Los llamados ‘bancos de la República’ son confortables, adecuados a nuestro clima, pero han ido desapareciendo. Es algo sobre lo que hay que llamar la atención, para recuperarlos.
“Tomando en cuenta todas estas cuestiones es que hay que intervenir en los espacios públicos, cosa que no ocurrió en la calle G en un inicio, y que felizmente ahora se está teniendo en cuenta”.
Considera “absolutamente justo” el reclamo ciudadano que salió al paso a la inadecuada intervención de 2020 en la calle G. “Así es como tiene que actuar la ciudadanía cuando hay situaciones de ese tipo, sacarlas a la palestra, y nosotros, los servidores públicos, tratar de actuar cada vez mejor para que no ocurran estas cosas.
“Es bueno saber que hay una contraparte que está velando por el bien de la ciudad. Yo soy optimista, y pienso que vamos a hacer y a lograr por La Habana lo que ella se merece. La Habana es una ciudad singular, extraordinaria, y la cultura debe ser la divisa que prevalezca para cualquier acción que se vaya a emprender sobre ella”.
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Al pensar en La Habana, vale siempre recordar la frase del arquitecto Mario Coyula: la ciudad cuesta, pero vale. Todo lo que se invierta en ella no será inversión sin retorno −desde lo cultural y lo social a lo económico− siempre que se haga con esa “mirada culta”, sensible y a la vez informada. Todo lo que se le quite, se le destruya o despoje de espíritu y gracia, de singularidad y autenticidad, será una pérdida de valor y posibilidades. Para la ciudad y para quienes la habitan.
Perseverancia, conocimiento, sentido de pertenencia y sentido común. Identidad. Cuando nos falten el conocimiento y esa “mirada culta” para actuar sobre la ciudad respetuosa y orgánicamente, por algún lado se escribió que entonces “hay que escuchar a los que saben, respetar a los que quieren, dar espacio a los que sinceramente se interesan”. Es sentido común.
En una entrevista para el programa Ciudad Viva, de Habana Radio, que abre el libro Ciudad Viva: Diálogo, desafío y oportunidad, de Onedys Calvo y Marjorie Peregrín, Eusebio Leal respondía en mayo de 2019 a una pregunta −¿cuánto de ética y amor necesita la ciudad para que el aniversario 500 sea, como usted ha dicho, un punto de partida y no de llegada?− con la siguiente reflexión:
“Una visión de conjunto, en la que se tenga más que un fin que alcanzar de inmediato. El sistema institucional público y la acción individual de las familias y de las personas tendrán mucho que ver en el futuro. Es necesario un compromiso, un pacto para la ciudad (...) Todo habrá que hacerlo con un concepto cultural, con una visión de conjunto, donde la barbarie no puede predominar.
“La Habana no merece proyectos trasnochados, ni cosas que se hayan hecho en cualquier lugar del mundo que se quieran repetir aquí. La Habana requiere una originalidad creativa, un trabajo de calidad. No quiere decir que todo lo que se hizo antes era bueno, ¡de ninguna manera! El encanto está en cuando se trata de conciliar el pasado con el presente.
“(...) Que lo que se haga, sea grande o pequeño, que sea bueno, porque sería un crimen que una ciudad cuyo discurso urbano y cultural ha llegado con esa fortaleza se pueda perder por un mal manejo, o por una mala gestión. He ahí el desafío”.