Una joven investigadora me pasó este mensaje: “En estos días inició la jornada contra la homofobia, ¿cómo usted aprecia el tratamiento que brindan los medios de comunicación a la comunidad LGTBQ?” Y agregaba: “¿Considera que se deberían aumentar los productos audiovisuales que acerquen la mirada a la vida de este sector social? En las novelas y series se trata sobre todo del homosexual hombre, pero los transexuales, ¿es una figura menos difundida por la televisión?”.
Lo que opino sobre ese tema pensaba llevarlo a mi columna, entonces, la solicitud de esa muchacha me ha impulsado a meterme ya en ese espinoso tema, porque sigue siendo un asunto que al tratarlo divide las opiniones.
En un diccionario encontré: “El término homofobia hace referencia a la aversión hacia la homosexualidad o contra hombres o mujeres homosexuales, aunque se suele incluir a las demás personas que integran a la diversidad sexual, como es el caso de las personas bisexuales, los transexuales y transgéneros; en estos dos últimos casos, el término indicado es transfobia. La homofobia abarca toda aquella actitud degradante, discriminatoria, ofensiva o desfavorable hacia alguien por razón de la orientación homosexual”.
Pero el término no satisface a todo el mundo. Por ejemplo, el psicólogo Gregory Herek ha propuesto el término “prejuicio sexual”, para referirse a “todas las actitudes negativas basadas en la orientación sexual, tanto si el objetivo es el homosexual, el bisexual o el heterosexual”. Hay estudios que sostienen que “el odio hacia la homosexualidad son propios sentimientos homosexuales latentes o reprimidos. Esto es explicado en la formación reactiva del psicoanalista Sigmund Freud; también Henry E. Adams, de la Universidad de Georgia, explica la teoría que muestra la directa relación, en todos o gran parte de los casos, de la homofobia con los sentimientos homosexuales”.
Yo creo que la homofobia tiene sus raíces en el entorno familiar y social, más que todo. Si desde niña, por ejemplo, le dicen a la pequeña “prostituta antes que lesbiana “(con otros vocablos, por supuesto) y al varón una y otra vez le dicen “tú eres macho, no un marquita, pervertido como fulano”, están sembrando el desprecio y el odio en esas futuras personas adultas, que trasmitirán esos sentimientos a sus descendientes.
No vivimos en una burbuja. No son pocos los países que por ley se pena a los homosexuales y otros, aparentemente civilizados, que ven a diario la muerte de hombres y mujeres con esa opción sexual. Incluso deviene serio problema económico. El activista LGBT Adebisi Alimi “ha estimado de forma preliminar que las pérdidas económicas para Nigeria rondan el 1% de su PIB. Teniendo en cuenta que en 2015 la homosexualidad es ilegal en 36 de los 54 países africanos, los costes económicos de la homofobia en el continente podrían subir a los cientos de millones de dólares al año”. En EE.UU. hay muchos ejemplos. “El político y activista Harvey Milk fue asesinado en 1978 por un conservador homofóbico. Pero el caso más conocido es el de Matthew Shepard, un joven estudiante universitario que fue brutalmente torturado y asesinado en 1998 debido a su homosexualidad”.
A la vez, doble moral: la Iglesia católica condena a los homosexuales y los rechaza de forma explícita, sin embargo, ¿cuántos sacerdotes han sido acusados por pedofilia? Una parte de las religiones evangélicas también rechazan y recriminan a los gays.
La homofobia ha estado presente en la política de algunos gobiernos durante todo el último siglo. En Cuba también, aunque no legalmente. La homofobia fue (es) un mal, del que se trata de librar poco a poco, pero no es fácil cambiar la mentalidad, tanto de todos los funcionarios como los del público.
En 1973 la homosexualidad fue desclasificada como enfermedad mental en Estados Unidos, mientras en 1990 lo hizo la Organización Mundial de la Salud.
Esta actitud hacia las opciones sexuales diferentes a la heterosexualidad, ha estado presente en los medios de comunicación de todo el mundo. Los cubanos no han estado ajenos a esa tendencia homofóbica. Se han cortado películas o series en las que aparecen besos o caricias entre gays.
En los tiempos recientes ha mejorado la presencia de homosexuales en la pantalla, con respeto hacia ellos. Y me detengo en Mujeres ambiciosas, la telenovela brasileña. La pareja de lesbianas Fernanda Montenegro, la gran dama del teatro en el país austral, y Natalia Timberg, otra reconocida actriz, son dos mujeres de la tercera edad que decidieron unirse y abandonar a sus respectivas parejas hombres.
Esa decisión les trae consecuencias a ellas y a sus familiares. Un nieto ve como su novia lo rechaza porque influida por la familia, supuestamente religiosa, consideran inmoral esa unión. Pero esa familia “cristiana” tiene un integrante corrupto, el padre de la joven, mientras la abuela es un ser mezquino. Esa contraposición de las dos familias, demuestra que lo moral y bueno no tiene que ver con la opción sexual.
Rompiendo el silencio, en uno de sus capítulos, presentó por primera vez, filmado por la TV cubana, a dos hombres besándose y no se cayó el mundo, claro, se hizo muy bien.
Esa aptitud de nuestra tv de propiciar el reflejo de una parte de nuestra sociedad, no resulta aceptada por todos los públicos. Una amiga el otro día me decía “¿por qué Tomey tuvo que hacer el papel de chernita en la serie, si él no lo es?”. ¡Qué decir!
Tengo amigos homosexuales, asediados por mujeres, que se quejan de que los gays necesariamente no son amanerados, como casi siempre aparecen en la pantalla.
La televisión está trabajando por ser más inclusiva, que no quiere decir tampoco que todos los conflictos se generen por opciones sexuales diferentes. Pienso que sería bueno tratar a las personas transgénero y bisexuales con responsabilidad para contribuir más a la aceptación, no sólo a la tolerancia.
La homofobia no es una enfermedad, pero si es un mal social que puede hacer mucho daño, a veces decide en suicidios, especialmente de adolescentes. La televisión, en una de sus funciones, la de educar, puede contribuir a borrar ese sentimiento para que todos seamos mejores seres humanos.