bandera cubana

El 15 de noviembre será como un parteaguas para los cubanos entre el dolor y la esperanza. Hemos vivido meses (casi dos años) muy duros, de enfrentamiento a una pandemia devastadora, de sobreponernos a las penurias provocadas por el efecto combinado de la crisis económica mundial y el bloqueo recrudecido por la anterior administración estadounidense y sostenido oportunistamente por los actuales gobernantes de ese país.

Han sido tiempos de duras secuelas físicas, emocionales, psicológicas, familiares y sociales. Meses de encierro y limitaciones, especialmente para nuestros niños: tan necesitados en su formación de la libertad, el juego, el compartir en colectivo, el experimentar y aprender.

Gracias a las milagrosas vacunas desarrolladas por nuestros científicos, los protocolos sanitarios aplicados, la responsabilidad de la mayoría de la población y el chequeo diario de la situación por nuestras autoridades, la pandemia va desescalando ostensiblemente y la vida del país comienza a reactivarse.

Place ver nuevamente el Malecón con sus parejas, sus pescadores y caminantes, los centros gastronómicos y paladares en actividad, las playas con sus bañistas, los niños en el Zoológico o en el Botánico. Reconforta ver la vida ante nuestros ojos, aunque no sea igual que antes, aunque tengamos que mantener distancia y sigamos usando mascarillas, aunque el frasquito de gel, alcohol o hipoclorito esté en nuestros bolsillos.

El 15 de noviembre abrirán las escuelas del país para que nuestros hijos más pequeños reinicien presencialmente el curso escolar. Ellos son los que más han sufrido en la pandemia, los que han sentido los temores, los que han dejado de recibir besos y abrazos, los que no han podido compartir con sus amigos. Ese será un día de alegría para ellos, un día de reencuentro y de libertad (aunque responsable), un día que ansían ellos y sus familias.

Cuba le debe mucho ese día de felicidad a sus más promisorios y tiernos ciudadanos.

Ese lunes llegarán la inmensa mayoría de ellos a sus aulas totalmente vacunados, protegidos, como ya lo están millones de cubanos que han recibido sus dosis en cualquier parte del país, sin discriminación y privilegios.

El 15 arribará con numerosas instituciones culturales reabiertas, para alimentar de buenas cosas nuestro espíritu. ¿Desde cuándo no podíamos entrar a una galería, una sala de teatro o un museo? ¿Desde cuándo no había bullicio y sonidos en nuestras Casas de Cultura? Súmese a ello que el 12 de noviembre se abrirá la Bienal de La Habana en su primera etapa, uno de los eventos culturales cubanos más sui géneris e internacionalmente reconocidos, aunque a algunos les enfurezca.

Las fronteras del país también se abrirán el 15 y, con ellas, el arribo de visitantes extranjeros hacia todos los polos turísticos; como ya lo han hecho otros destinos reconocidos de la región. Se hará con protocolos sanitarios concertados con las autoridades de salud, pero sin discriminaciones para los visitantes por el país del que provengan (siempre que cumplan los protocolos) o la vacuna que hayan recibido. A ellos los recibirá un país seguro social y sanitariamente.

Será una bocanada de aire a nuestra economía y nuestras finanzas, duramente golpeadas y necesitada de agentes dinamizadores como la actividad turística y la reciente y creciente aparición de micro, pequeñas y medianas empresas, que ya son más de 200.

Contra todo eso, y especialmente contra el turismo, pretenden algunos generar acciones desestabilizadoras. No es nada nuevo. Ya lo han hecho antes. En 1997, cuando Cuba empezaba a salir de lo más duro del Período Especial y el turismo se erigía como la más promisoria actividad económica del país, la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) -la misma que hoy apoya fervientemente las acciones que algunos pretenden hacer el mismo día de la reapertura del turismo y las escuelas-, contrató al terrorista Luis Posada Carriles y, a través de este, a mercenarios centroamericanos para poner bombas en instalaciones turísticas (8 entre abril y septiembre de 1997).

Las bombas no son tan bien vistas en estos tiempos, aunque a algunos les paguen por usar cocteles molotov. La estrategia es ahora generar inestabilidad e incertidumbre para anular una de las distinciones del turismo cubano: la seguridad ciudadana y la estabilidad del país.

Hostigar, asfixiar, bloquear, para provocar el estallido social es la estrategia del imperio y sus contratados de turno. Se arropan de pacíficos para intentar dar el zarpazo.

Es lo que no permitiremos la gran mayoría, que quiere disfrutar estos tiempos de reapertura, de salida del encierro sanitario, de nueva vida para disfrutar con responsabilidad. Cuba quiere amor no odio. Cuba quiere tranquilidad y esperanza no violencia y conspiraciones. Cuba quiere vida no bloqueo. Disfrutaremos nuestros 15 de noviembre en las aulas, los teatros, los centros de trabajo, las playas, el malecón, la Bienal. No lo van a impedir.

Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Ya en las aulas de los estudiantes en grados terminales. Foto: Twitter/@DiazCanelB.

Nuestros niños llegarán a las aulas vacunados; único país del mundo que podrá reiniciar las clases con sus hijos protegidos con vacunas hechas en el propio país.

La Bienal de La Habana se desarrollará, aunque a la contrarrevolución le pese, y las galerías y museos del país volverán a abrir sus puertas

El turismo reiniciará sus actividades el 15 de noviembre y ayudará a la recuperación de la economía cubana.

Bandera cubana en el Hotel Habana Libre. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.