La única vez que jugué a ser artista de la plástica fue para conseguir una entrevista de Ernesto Rancaño.
Hicimos un trato fregando bandejas en Santa Cruz del Sur: yo debía descubrir la belleza que había dejado en medio de la destrucción el huracán y construir una bandera; él respondería mis preguntas.
Mi colega y amiga Yimel Díaz Malmierca y yo recogimos pedacitos blancos de losa, trocitos de tela, caracoles... sin embargo, nunca logré cumplir mi parte del trato.
Él sí, él me dio la entrevista más linda del mundo, breve, sincera. Me dijo cosas tremendas como "Mi novia es Cuba".
Con Rancaño se le ha ido un amor a esta isla. Un novio fiel, sensible, único. Se ha ido un artista cabal. Y también un ser humano hecho de luz y verdad.
He recorrido los muros de Facebook de todos sus hermanos de la Brigada Martha Machado (y de la vida). Solo pude abrazarlos, es difícil encontrar palabras para este vuelo de colibrí, para este dolor, para este vuelo imperdonable que solo puede ir directo al sol.