Duele abandonar el Hotel Saratoga sin recibir una noticia alentadora cuando los cubanos que habitan en las céntricas zonas de la Habana Vieja y el Capitolio no cesan hoy su preocupación y, lo más loable, su solidaridad.
Hay rostros cansados e insomnes. Otros piden a lágrimas que ese gigante de escombros y polvo a causa de una explosión les devuelva a sus seres con vida. Cada movimiento de los rescatistas, alerta y cada recuperación de un cuerpo sin vida, sobrecoge. Pocos adjetivos permiten describir la sensación de desasosiego y, a la vez, esperanza.
Los más arriesgados perseguimos testimonios. Registramos en imágenes y voces reales, más allá de las frases hechas y los posts del momento. Vale el riesgo solo por descubrir a los verdaderos héroes como la joven que ha dedicado 8 años de trabajo siendo voluntaria para salvar vidas.
Al perro rescatista y su entrenador que funcionan en una dinámica única, de absoluta fidelidad, o el actor convertido en bombero. Lo curioso de este suceso es que ha ocurrido a horas del Día Mundial de la Cruz Roja, este 8 de mayo.
La Fuente de la India cercana al hotel está acuartelada por otra muralla de personas que a ratos descansa, a ratos llora y plantan allí su propia vigilia ante el panorama dantesco.
Y es que, la verdad, uno no ve todos los días derrumbado el edificio -antes lujoso – de al lado de su casa. Ni a esta , la Ciudad Maravilla, la de Eusebio Leal, la que dio la bienvenida a papas, reyes y celebridades, tan sumida en un sentimiento de angustia y optimismo a iguales dosis.
Que la explosión deja una saldo de pérdidas, sí. Pero también su onda expansiva ha llegado más allá de una capital y sus hijos. Ahora mismo sobrepasa fronteras, moviliza apoyos sin importar credo, raza ni postura política. Queda ese alivio y la fe nunca desestimada.