Que el 2023 viene tenso y complicado, no es secreto para nadie. Lo dijo Díaz-Canel, sin cortapisas, en su mensaje de cierre del año que finalmente se fue; lo suscribe la tradicional y esperada Letra del Año y nos lo recuerdan con retintín mucha gente que no nos quiere, cada día, cada minuto. Pero, sobre todo, lo sabemos bien quienes trabajamos, nos movemos en transporte público, hacemos quilométricas colas y escuchamos con el corazón apretado la noticia de otro amigo o amiga que decidió probar suerte lejos.
Los doce meses que están comenzando serán aún “más desafiantes”, dijo el presidente. Y para recibirlos, la llevada y traída paradoja entre el vaso medio lleno o medio vacío puede ser un buen pretexto para reflexionar, también cuando de los desafíos de la igualdad se trata. “El problema es si el vaso está a medias porque te lo estás sirviendo, o porque te lo estás tomando”, suele decir alguien a quien tengo cerca. Si se empina como trago amargo que tiene que acabarse rápido, siempre lo veremos medio vacío; pero si está “a medias” porque lo vamos sirviendo, a pesar de lo amargo que puede contener, entonces, sin dudas, va a medio llenar.
Fiel a la paradoja, podríamos decir que el 2022 fue un año duro, pero a la vez productivo si lo miramos con lentes de género. Algunos datos pueden confirmar tal reflexión. La aprobación del Código de las Familias en septiembre y la puesta en vigor del nuevo Código Penal en diciembre fortalecieron, sin dudas, el muro legislativo que se construye en el país contra la violencia de género. A esas normas jurídicas le seguirán ahora otras esenciales como la de Salud Pública, prevista para consulta especializada y aprobación durante el primer semestre de este año, por solo poner un ejemplo.
En tanto, en asuntos de participación femenina, las recién concluidas elecciones dejaron cifras esperanzadoras: el 44,10 por ciento de las personas electas para integrar las Asambleas Municipales del Poder Popular del país fueron mujeres. Ellas suman también el 53,4 por ciento de los diputados al Parlamento y el 53,3 por ciento de los gobernadores y vicegobernadores del país.
Pero, ¿es suficiente? ¿Solo porque tengamos mayoría de mujeres en cargos públicos quiere decir que cambiarán los métodos de dirección y se solucionarán con un conjuro a lo Potter todos los problemas? ¿Tener leyes garantiza su cumplimiento de manera automática?
Otra vez, la alerta de la profe Isabel Moya -repetida una y otra vez en estas columnas- asoma por detrás de los hechos. El mayor error sería creernos que todo está conseguido. Lo confirmaron, también, académicas de muchos perfiles, dirigentes de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y otras expertas reunidas, en diciembre, en el primer taller de evaluación de la Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar.
A juicio de Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas, el reto mayor es que la estrategia –y otros empeños como el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM)- no se queden en lo formal. Para la jurista es necesario avanzar en la implementación práctica.
El asunto no es menor. La normativa compromete a ministerios, organismos, organizaciones y actores sociales para garantizar la respuesta integral e integrada que requiere la violencia de género como problema de derechos humanos; pero la complejidad de su abordaje radica, precisamente, en la respuesta articulada que necesita de las diferentes disciplinas y sectores de la sociedad.
La viceprimera ministra Inés María Chapman, presente en el encuentro, prefirió poner el ojo en los “grandes desafios” pendientes y llamó a acelerar los procesos de implementación, a la par de continuar la sensibilización y preparación para transformar la cultura patriarcal, de fuerte arraigo en la sociedad cubana.
De alguna manera, la citada reunión mapeó los principales asuntos que estarán en el ojo de la agenda de género cubana para 2023 y, por supuesto, en el foco de estas letras: la capacitación de las personas involucradas en la prevención y atención a la violencia de género, la creación de servicios integrales para acompañar a quienes viven situaciones de esta naturaleza; el desmontaje de mitos arraigados en la sociedad y la atención a la violencia obstétrica fueron algunos de los asuntos puestos en la mira a los que nos acercaremos en los meses que siguen.
La cita también visibilizó la urgencia de mayor sensibilización y formación de policías, maestros, médicos, juristas y otras personas encargadas de atender esta problemática o de prevenirla. Igualmente, planteó la necesidad de establecer mecanismos de detección y prevención en los espacios comunitarios, así como instrumentos de recogida de información y datos, que ayuden a esclarecer la dimensión del problema, establecer políticas y tomar decisiones.
En este camino, en el primer semestre de 2023 debe quedar disponible el Observatorio científico de Cuba sobre igualdad de género, una herramienta virtual con datos, indicadores y estadísticas en tiempo real, informaciones, análisis y resultados de informes e investigaciones.
El proyecto desarrollado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei) contendrá datos oficiales generados allí y también en los ministerios de Salud, Trabajo y Seguridad Social, organismos, centros académicos, de investigación y otras instituciones.
Su objetivo es recopilar y visibilizar indicadores relacionados con la situación y posición de mujeres y hombres, desde un enfoque de género, de derechos e interseccional, el observatorio permitirá monitorear las medidas contempladas en el PAM.
A juicio de la socióloga Clotilde Proveyer, coordinadora del equipo asesor de la FMC para estos asuntos, vencer resistencias y transformar subjetividades son caminos que hay que andar; pero urge tomar conciencia de que la violencia –y otras desigualdades de género- son problemas sociales, de derechos, de salud. “No son para mañana, es para ya”. Con ese reto, dejamos servida la primera de las muchas Letras… de este año.