Permanecen ahí, agazapados y a veces no tanto; poniéndoles traspiés a muchos proyectos, aspiraciones, también al ejercicio de derechos y, quizás lo peor, a quienes son sus portadores y multiplicadores.
Los estereotipos de género son tramposos… y también riesgosos.
Lo evidencia una indagación de la facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Las Tunas publicada por el más reciente número de la revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina (Enero-Abril, 2023) y que tomó como muestra a 167 adolescentes de un preuniversitario de ese territorio oriental.
El psicólogo, profesor y Máster en Dirección Diosveni García Viamontes, junto a Manuel Silverio Carbonell Vargas, también de la tunera facultad de Ciencias de la Educación, autores de la investigación, se propusieron determinar cómo se manifiestan los estereotipos de género en ese grupo, que, aunque no es representativo ni mucho menos del universo de todos los adolescentes cubanos, sí resulta de interés.
Del total de los 167 estudiantes, pertenecientes a décimo y onceno grado, al responder sobre la expresión de emociones y sentimientos, el 57,32% de los muchachos consideró que hombres y mujeres deben expresar de manera diferente sus sentimientos de tristeza o dolor. Con igual parecer coincidió el 49,40% de las muchachas.
Muchas de ellas, comentaron los autores, siguen reproduciendo este estereotipo; su ideal de hombre son los «fuertes física y emocionalmente», capaces de protegerlas. Lo mismo Ellas que Ellos ven «normal» que las mujeres lloren públicamente sin ninguna limitación, no así los hombres.
El 73,17% de los varones y el 52,38% de las hembras opinan que las mujeres resultan nerviosas e inseguras, en tanto los hombres son equilibrados y seguros de sí mismos.
Imagen solo ilustrativa.
En cuanto al experimentar un amor profundo, el 72,62% de los encuestados y el 76,83% de las encuestadas son del criterio que hombres y mujeres tienen capacidades diferentes en ese sentido.
La información recopilada posibilitó a los investigadores afirmar que «aún se considera que las mujeres suelen enamorarse con facilidad y que los hombres pueden mantener varias relaciones sin llegar a implicarse sentimentalmente. Esta situación es expresión de los estereotipos masculinos y femeninos sobre las relaciones amorosas, consistentes en que las chicas deben mantener relaciones esencialmente monogámicas, a riesgo de ser denigradas socialmente».
Si estos resultados fueran compartidos sin dar a conocer la fecha de la indagación, fácilmente pudiera pensarse que son referidos a décadas pasadas. Igual podría suceder ante los resultados siguientes: 60,98% en los varones y 56,25% en las hembras suscribe que deben existir diferencias, socialmente asignadas, a mujeres y a hombres, en relación con la efusividad de las manifestaciones de afecto entre las personas del mismo sexo/género.
«Se considera que las mujeres suelen ser cariñosas, y se visualiza como normal que se besen, abracen y se tomen de las manos. Por el contrario, se concibe a los hombres como poco cariñosos y no se valora positivamente que manifiesten dichas expresiones de afecto; incluso, algunos(as) de los chicos(as) estiman que los varones que se besan entre sí suelen ser homosexuales», consignan los autores.
Al indagar sobre la resolución de conflictos, el análisis de las encuestas evidenció que «tanto chicos como chicas valoran como acertadas una serie de creencias erróneas relacionadas con la conducta que deben mantener las personas en dependencia de su sexo/género. Lamentablemente, aún se piensa que los varones deben ser valientes, agresivos, fogosos, y que tienen una mayor tendencia a resolver sus conflictos de forma violenta; por el contrario, las mujeres se representan como vulnerables, débiles, pasivas, miedosas y que, por lo general, resuelven sus discrepancias mediante el diálogo. Además, se debe señalar que las hembras reproducen este estereotipo en mayor medida que los varones».
Sábanas y peros
Al indagar sobre la dimensión pareja-sexualidad, este estudio corroboró «la existencia de un alto nivel de interiorización de los estereotipos de género», lo cual se traduce, por ejemplo, en que, sobre todo los muchachos, consideran mayoritariamente que los hombres son los encargados de conquistar a las mujeres, y no a la inversa.
Casi el 40% de Ellas y el 60,98% de Ellos consideran que corresponde a los hombres tomar la iniciativa en las relaciones sexuales, mientras que, también como tendencia mayoritaria, opinan que las muchachas deben mostrar un mayor autocontrol de sus impulsos sexuales. En este último tema, Ellas, en mayor medida que Ellos, suscribieron este estereotipo.
Los autores de la investigación aseguran que «esta cuestión está relacionada con la “sanción social” que las mujeres reciben por transgredir las normas de género referentes a su comportamiento erótico».
Y en un peldaño similar parecen asentarse las opiniones y conductas de los adolescentes encuestados con respecto a la variable autosatisfacción sexual. La información acopiada posibilitó a los investigadores afirmar que los muchachos objeto de estudio consideran «normal» que los hombres se masturben, no así en el caso de las mujeres. En esta variable, también las muchachas participantes reprodujeron esa creencia estereotipada en mayor medida que los muchachos.
Cuando los estereotipos se quiebran
Felizmente, existieron variables en que las estimaciones de los adolescentes se aproximaron a percepciones más contemporáneas. Fue el caso, por ejemplo, de lo referido a los roles de liderazgo.
La mayoría de los encuestados, lo mismo hembras que varones, consideraron que las mujeres poseen las mismas actitudes y capacidades que los hombres para asumir roles de liderazgo; igual fue la tendencia acerca de las aptitudes de mujeres y hombres para desempeñar determinadas labores u oficios, y también en cuanto a los derechos, las responsabilidades y oportunidades de que disponen mujeres y hombres de cara al desempeño de un mismo trabajo.
También se pudo constatar una baja asimilación de estereotipos con respecto a los derechos de las personas LGBTIQ. «El análisis de los datos recopilados permite afirmar que existe una actitud favorable hacia el respeto de las personas sexodiversas; en particular, hacia el derecho al matrimonio y a la adopción de infantes», indica el informe de investigación.
Tampoco asomaron en número considerable estereotipos de género con respecto a las obligaciones, derechos y deberes de las mujeres y los hombres en sociedad. Muchachas y muchachos consideraron mayoritariamente que «hombres y mujeres son iguales ante la ley y la sociedad, en vínculo con el principio de la igualdad de género refrendado en la Constitución de la República de Cuba».
Más que números
A muchas otras variables como atractivo físico, cuidado de la apariencia física, toma de decisiones y planificación familiar, acercaron la lupa los investigadores para conocer en qué medida continuaban aflorando estereotipos de género entre esos adolescentes, y en casi todos los casos, la balanza indicaba que seguían prevaleciendo muchas concepciones arcaicas.
No obstante, los propios autores consignan entre sus consideraciones que las pautas de asimilación de los estereotipos de género son muy heterogéneas y cambiantes entre las diferentes zonas geográficas, países e, incluso, dentro de una misma nación.
A la vez, apuntan que «las pautas de los factores económicos, políticos, sociales y culturales constituyen los condicionantes más abarcadores y de mayor relevancia en la interiorización del sistema de roles, normas y estereotipos que constituyen la base del proceso de socialización de género».
Precisan, asimismo, que «en el caso particular de Cuba, a pesar de todas las políticas implementadas a partir del triunfo de la Revolución en favor de la equidad de género, aún persisten ideas, mitos, estereotipos y prejuicios que afectan las relaciones de género y condicionan aún un alto nivel de subordinación de lo femenino a lo masculino, sobre todo en el ámbito privado».
No obstante, subrayan también la impronta positiva dejada por el devenir del tiempo en la asimilación de estereotipos de género. Comentaban así cómo ha sido tendencia en los últimos años «una ostensible flexibilización de los estereotipos que sustentan las desigualdades e inequidades de género», señalando la importancia que en ello han tenido la labor de los colectivos feministas, la implementación de programas de Educación Sexual y de Género en diferentes niveles educativos, la realización de estudios científicos con enfoque de género y el papel de los medios de comunicación; a lo que más recientemente se añaden normativas jurídicas como el Código de las Familias.
Sin embargo, también recientemente, y así lo destacan los autores, fenómenos como el auge de las redes sociales han favorecido, en ocasiones, una mayor asimilación de tradicionales estereotipos de género o la aparición de otros.
La permanencia de estereotipos de género es una realidad conocida, lamentablemente corroborada también durante los años de pandemia, pero lo que llama la atención en esta investigación —que incluye un conjunto de valiosas propuestas, acciones tendentes a eliminar o atenuar la influencia negativa de estos estereotipos y así propiciar una mayor igualdad y equidad de género— es el modo en que también adolescentes multiplican dichos estereotipos, como si abuelos y bisabuelos continuaran dictándoles formas de pensar y actuar.
Y aunque en la introducción de estas líneas se apuntaba que no se trata de una muestra representativa de todos los adolescentes cubanos, basta para preocuparse con que solo un puñado de esos muchachos suscriba estereotipos como los descritos. Es motivo más que sobrado para no cansarse de investigar, de educar.