Las mujeres cubanas son menos en el empleo estatal en Cuba, confirma la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación (ENO, 2022) publicada en mayo por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). O sea, la ocupación total en el país continúa mostrando un mayor peso masculino, de 61,8 por ciento frente a solo un 38,2 por ciento en el caso de las mujeres. Si ponemos una lupa de aumento, las cifras nos cuentan, además, que ellas son menos en aquellos sectores donde los ingresos son mayores.
La Encuesta Nacional de Salud presentada en 2022 al Parlamento cubano, en tanto, mostró que las mujeres cubanas padecen diabetes mellitus con mayor frecuencia que los hombres (12,2 por ciento contra 7,7), pero también son las más afectadas por la hipertensión arterial (40,2 por ciento en contraste con 34,4). El dato adquiere relevancia cuando se agrega al análisis que estos dos padecimientos constituyen factores de riesgo para la mayor parte de las principales causas de muerte en el país ahora mismo.
Son apenas dos ejemplos que confirman el valor de contar con estadísticas que permitan, no solo desagregar la información por sexo, sino dar un paso más largo: construir indicadores combinados que permitan identificar la situación de mujeres y hombres en la vida cotidiana de una nación.
El largo camino
Fue en 1975, durante la Conferencia Internacional por el Año Internacional de la Mujer, realizada en México, donde se logró por primera vez el apoyo de los gobiernos a la necesidad de contar, no solo con estadísticas sobre asuntos de mujeres, sino con cifras que mostraran las diferencias entre la población femenina y masculina.
Veinte años después, en 2005, la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing urgió a los servicios de estadísticas nacionales, regionales e internacionales a asegurarse de que los datos fueran recopilados, analizados y presentados por sexo y edad.
Un informe presentado en 2006 por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) de la Organización de Naciones Unidas, concluyó que no habían sido muchos “los países que, en los últimos treinta años, hayan recopilado y presentado información periódicamente sobre el número de nacimientos y defunciones por sexo y edad. En realidad, la mayoría de los países no lo hace", aseguraba el texto titulado Las mujeres del mundo 2005: Progreso en estadísticas.
La investigación que le dio origen examinó los sistemas estadísticos de 204 países y atribuyó la carencia de estadísticas de género y la marcada diferencia entre regiones a la inadecuada capacidad de llevar las cuentas, la ausencia de entrenamiento en la aplicación de la perspectiva de género y la aplicación de conceptos y métodos erróneos en estos sistemas.
El desglose de las cifras entre mujeres y hombres sigue siendo una asignatura pendiente en muchas zonas del planeta, aunque muchos otros organismos e instituciones han venido caminando, poco a poco, en pos de conseguirlas.
Así, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) cuenta con un grupo de trabajo de estadísticas de género, coordinado por México -del cual Cuba forma parte- que busca hacer comparables las metodologías para medir esas estadísticas en el área.
Muy recientemente, en noviembre de 2022, la propia CEPAL presentó el documento “Romper el silencio estadístico para alcanzar la igualdad de género en 2030”, que analiza la situación actual de la producción estadística con enfoque de género en América Latina y el Caribe, los factores clave para avanzar en esta materia y los desafíos pendientes.
Elaborado como parte del proceso de examen sistemático de los avances en la aplicación de la Estrategia de Montevideo, el texto, debatido durante la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de Argentina, reconoce “la necesidad de diseñar políticas públicas informadas, sobre la base de sistemas de información que muestren las diferencias entre hombres y mujeres, evidencien las condiciones de vida de las mujeres en su diversidad y sirvan para superar las desigualdades y llevar adelante acciones para un desarrollo sostenible e inclusivo, con la igualdad de género en el centro”.
Los sistemas de información de género resultan uno de los ejes fundamentales para la implementación de la Agenda Regional de Género, insiste CEPAL, y “comprenden los procedimientos de selección, recopilación, integración, procesamiento, análisis y difusión de información sobre las desigualdades de género, y los avances y desafíos pendientes para garantizar los derechos de las mujeres”.
En Cuba, una de las primeras experiencias en este tipo de cálculos fue un trabajo conjunto de la hoy Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) –no por casualidad-, a fines de la década de los ochenta del pasado siglo, que evaluó el cumplimiento de las estrategias de la Conferencia Mundial de la Mujer de Nairobi, de 1985.
Luego, entre 1997 y 1999 se incorporaron otras cuentas que incluían el tema de género, a raíz de los acuerdos de la cita mundial de Beijing. Pero probablemente la Encuesta sobre el Uso del Tiempo, en 2001 y, más recientemente, la Encuesta Nacional de Igualdad de Género (ENIG), realizada en 2016, resultan los resultados más trascendentes en materia de estadísticas de género en el patio.
Este jueves se hablará mucho de estos temas en el archipiélago cubano. Cuando en muy pocas horas sea público el primer Observatorio de Cuba sobre Igualdad de Género (OCIG), de nuevo fruto de la alianza entre trabajo conjunto de la ONEI con la FMC y su Centro de Estudios de la Mujer (CEM), estaremos más cerca de contar con esas herramientas reconocidas como indispensables para proyectar el desarrollo.
La ruta de los indicadores que podrán consultarse en el nuevo portal estadístico la marca el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM) y los datos que se utilizan para su cálculo provienen fundamentalmente de registros administrativos, encuestas sistemáticas, y encuestas ocasionales que integran la información oficial del país.
De todas estas fuentes se recogerá información relevante sobre el empoderamiento económico de las mujeres, la educación, prevención y trabajo social; el acceso a la toma de decisiones; los marcos normativos y los sistemas de protección contra todas las formas de discriminación y violencia o la salud sexual y reproductiva, entre otros.
La primera versión del OCIG que hoy adquiere perfil público constituye otro paso ganado hacia la igualdad de género en Cuba. A juicio del equipo que lo soñó y le dio vida, el Observatorio recopila, procesa y visibiliza indicadores “desde un enfoque de género y de derechos, relacionados con la situación y posición de mujeres y hombres en la sociedad cubana”. En un camino largo, dice la sabiduría oriental, el primer paso es el más largo. Ya lo estamos dando.