Es joven, espigada, mira fijo y de frente, sin altanería; ha curtido la vida en el insólito bregar de la marina mercante, donde las mujeres aún son escasas y deben romper brechas para estar a la par con los hombres, otrora dueños del mar.
De lejos o en fotos sólo es una mujer bonita, más su historia rompe los tabúes sobre el llamado sexo débil. Patricia Zamora García, a quien el Presidente de la República Miguel Díaz-Canel le vaticinó un futuro como capitana de la marina mercante, se ha enrolado en buques tanqueros y de cargas generales en casi 10 años, y conocido la vida dura que se vive en cada expedición.
Siendo una niña, allá en su natal Camagüey, se inclinaba por las artes: estudió solfeo, guitarra, teatro, pero la situación se puso difícil y pensó en una carrera que le permitiera ayudar a su mamá. Supo de los Camilitos, y se dijo que ese era el lugar donde estaría atendida y saldría bien formada.
Esa fue la base sólida que la condujo al mar; un vecino marinero le aportó las primeras informaciones, y entró a la academia para estudiar la licenciatura en Ciencias Náuticas.
Patricia es una mujer segura. Curtida en su profesión, ha tenido que imponerse a la retórica de los hombres y demostrar, que en esa vida tan dura, el conocimiento y la inteligencia son el arma más efectiva para sobrevivir con decoro y resultados.
Indago por un día crítico y resume: mar de leva (fuerza 6 o 7), el Paso de los Vientos, el Atlántico se pone…, los barcos hacen una escora y un balanceo. Fui timonel y hay momentos en que no estás clara de la maniobra: hay nubosidad, niebla, no hay visibilidad, te guías por instrumentos, cartas náuticas.
Puedes cometer errores, hay que prevenir, algunos botes no salen en los radares, el oficial de guardia tiene que estar atento. Ella conoce los códigos, los deberes y derechos, trasmite seguridad.
¿Accidentes? Estuve en un rescate: un bote a la deriva emitía una llamada de socorro. Una experiencia dura; eran cuatro hombres, logramos subir al más joven, estaba convulsionando, le aplicamos técnicas de reanimación, pero no lo pudimos salvar. Dos se tiraron al mar, a uno lo mordieron los tiburones. Los trajimos a Cuba, luego supimos que estaban fichados por la Interpol.
“Me perdí en Canadá, en Montreal. Me entretuve y el grupo se fue, hacía tremendo frío; llevaba un año de cadete. No le hice fotos al muelle y como hablan en francés, no me entendían, me desesperé.
“Alguien me llamó un taxi, el chofer era migrante y me llevó a la tienda donde habíamos dejado algunas compras para mandar al barco. Eso me dio experiencia para no repetirlo; una es extranjera en cualquier otro país y la solidaridad no es como la de los cubanos. Ya he ido a más de 30 naciones”.
Patricia Zamora disfruta lo que hace, se siente realizada: el barco es su centro de trabajo y su casa; no descuida las labores ni el descanso. La laptop es un instrumento para la superación y siempre encuentra tiempo para arreglarse, para estar bonita.
La profesionalidad vence al esfuerzo, dijo. Las condiciones y la convivencia con las tripulaciones son duras. “A los hombres les choca que las mujeres manden. Me ha pasado de todo; los primeros años, estaba jovencita, que también influye.
“Estas nuevas generaciones de marineros te ven como algo normal, el mayor trabajo es con los veteranos. Tienes que darte a respetar, nadie me puede molestar y si lo hacen, voy a la máxima autoridad, saben que ante cualquier problema los bajan del barco”.
En la reunión con el Presidente cubano que recientemente evaluó la implementación del Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres, la prensa hizo esta reseña:
“Impresionó la historia de la joven, primera oficial de Puente, Patricia Zamora García, representante de las mujeres cubanas a bordo de buques de la Marina Mercante, quien expuso sin medias tintas las limitaciones que aún enfrentan ella y sus compañeras.
“Tú y tus compañeras, le dijo Díaz-Canel… han hecho un gran esfuerzo y tienen que tener una respuesta distinta en una sociedad como la nuestra…, aún nos quedan bastante brechas que cerrar”.