Así como actualmente caminan cientos de turistas por los pasillos del hotel Inglaterra, lo hicieron en su momento el torero español Luis Mazzantini, el ex primer ministro del Reino Unido Winston Churchill, la bailarina rusa Ana Pavlova, y los poetas Julián del Casal, Gabriela Mistral y Rubén Darío. Antonio Maceo se hospedó entre febrero y julio de 1890 en una habitación cerca de las escaleras por si tenía que escapar de un posible atentado para arrebatarle la vida.
José Martí, desde los altos del café El Louvre, pronunció el discurso de homenaje al periodista Adolfo Márquez Sterling. El gran Enrico Caruso, aunque se alojó en el hotel Sevilla, cenó varias veces en el restaurante del Inglaterra junto a Félix B. Caignet, el autor de “El derecho de nacer”, que decía haberlo acompañado, según el historiador Ciro Bianchi.
El pelotero Armando Marsans, el billarista Alfredo de Oro, el ajedrecista José Raúl Capablanca y el astro de la esgrima Ramón Fonts se fotografiaron en los salones del Inglaterra, instantánea que aún se conserva junto a la reconocidas figuras que se sintieron atraídas por la instalación turística. El Inglaterra fue el punto donde confluían intelectuales, reporteros de prensa, literatos, revolucionarios....
Confort, lujo y una gastronomía de excelencia siempre han caracterizado a este hotel, el más antiguo de Cuba, el primero que contó con energía eléctrica y elevadores. En este lugar se conjugan la historia y el misterio por esas cientos de anécdotas que guardan sus paredes y conversaciones que probablemente marcaron un giro en la historia de la mayor de las Antillas.
El hotel Inglaterra está localizado en el Paseo del Prado, número 416, entre San Rafael y San Miguel. Se inauguró el 23 de diciembre de 1875, en una zona habanera de privilegio, sobre el mítico Paseo del Prado, frente al Parque Central. En la imponente fachada predominan los elementos ornamentales criollos propios de la época como balcones con barandas de hierro fundido, guardavecinos y vitrales.
Con cuatro estrellas, deviene joya arquitectónica. Mantiene, 148 años después, el esplendor de la época española de la mano de lo mejor del neoclásico habanero: vistosos azulejos sevillanos, mosaicos valencianos y alicantinos, losas importadas de Andalucía, esculturas de marcado sabor hispánico, y hasta piedras con grabados en árabe de La Alhambra, en Granada.
Hotel Inglaterra: 148 años después
En agosto del 2022 se informó que la compañía canadiense Blue Diamond Resorts ampliaría su presencia en Cuba y administraría a partir de noviembre de ese año el hotel Inglaterra, cuenta a Cubadebate Raúl García Baltazar, director general de la institución turística.
“Llegamos en agosto para hacer un estudio de viabilidad de la zona y por, supuesto, cuáles eran los criterios en los que siempre se había basado el Inglaterra para una excelente comercialización. Los ingresos más generosos que podíamos tener era con los siete puntos de venta con los que contaba el hotel”, explica el directivo hotelero.
Cinco generaciones habían administrado el hotel, y, a criterio de García Baltazar, son muchas las potencialidades que tiene, sobre todo, la Esquina del Louvre y su importancia en el imaginario popular habanero, como punto de encuentro entre artistas e intelectuales.
“Nos apoyamos mucho en el tema del patrimonio. Estamos al lado del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Lo mejor era fomentar el hotel por lo que es, un Monumento Nacional con una historia y patrimonio artístico incalculable. Está en el eje de todas las guerras de independencia que ocurrieron en Cuba. Todos los grandes artistas de la plástica, la literatura y las artes han estado aquí. Por eso hemos recuperado las tertulias con historiadores y novelistas”.
Tras una exhaustiva investigación y reuniones con Patrimonio y la Oficina del Historiador de Ciudad, pudieron certificar con datos y fotografías de la época, como era el hotel en su apertura, desde primera gerencia, y recuperar los colores y ornamentación originales. Espacios originales como los del Café del Louvre, su esquina y el Boulevard de San Rafael, gozan hoy del esplendor que tuvieron entonces.
“Yo no puedo competir con una instalación que tiene piscina u otro tipo de valores añadidos, pero sí con esa historia que no la tiene nadie. Hemos recuperado el mobiliario antiguo con los colores caoba. Los mimbres blancos que tenían en La Sevillana. Todo eso refrendado con fotografías”, añade García Baltazar.
Asimismo, la iluminación actual del hotel es cálida, excepto la de los arcos con el objetivo de lucir la arquitectura.
Toda la restauración llevada a cabo este año ha sido ejecutada por cubanos, con materias primas que se producen en el país.
“Hay cientos de artistas aquí que lo pueden hacer y así no hay que pagar aranceles y otros gastos que debilitan la economía. Todo lo que hemos restaurado se paga con los ingresos del hotel. Lo que hay que hacer es trabajar, repartir el capital humano en los horarios de mayor afluencia de público y brindar un servicio de excelencia”.
También se han cambiado todos los cojines, almohadas y colchones, algunos de principios del siglo XX. “Lo mismo con las sillas y mesas de las habitaciones, manteniendo el color y el diseño. Pusimos televisores, minibares, cajas fuertes e instalamos un servicios WI-FI con calidad”.
La música cubana es otro de los sellos distintivos del Inglaterra. Siempre, a cualquier hora, los ritmos atraen a todos los que pasan por las afueras del hotel.
Otro de los espacios más atractivos del Inglaterra, reabierto recientemente, es la terraza que cuenta con 250 sillas y un ambiente colonial. También, una dulcería que ofrece servicios a los clientes y visitantes. Han pulido todos los pisos y respetado la arquitectura original del Café del Louvre.
Invertir en lo que verdaderamente da dinero es bueno, insiste García Baltazar. Un hotel es una fuente de ingresos, para ofrecer trabajo a la sociedad y contabilizar turistas días en el país.
Actualmente, el Inglaterra goza de una ocupación del 48 porciento, aunque el índice mensual es de 57, refiere el director general. “Creo que junto con Gran Caribe lo estamos haciendo bien”.
La satisfacción del cliente, según Raúl García, debe ser la medida de todos los productos y servicios de la instalación turística.
“Hay que mostrarles a los clientes que ellos son la razón de todos nuestros estándares y crear experiencias a la medida de cada uno de ellos. Hay que enamorarlos cada día, darle motivos para recomendarnos y ser nuestros mejores comerciales. Hay que trabajar duro, saber resolver problemas y centrarse en la calidad”, insiste el director general.
Un poco de historia
Joaquín Payret, constructor del teatro que terminaría llevando su nombre, vendió el famoso café El Louvre, sito en Prado y San Rafael, al arquitecto Juan de Villamil, teniente coronel retirado del ejército español, que adquirió además el hotel Americana, contiguo al café, y unificó ambos locales en un edificio al que puso por nombre Inglaterra, cuenta en sus crónicas Ciro Bianchi.
Una foto de 1899 muestra un inmueble de dos pisos que lleva en lo alto de su fachada el nombre de hotel y restaurante de Inglaterra. Poco después, a un costo de 300 000 pesos, el local fue totalmente reconstruido y ajustado a las necesidades de la vida moderna y lujosa, sin que por ello disminuyera su esplendor de antaño.
Las cien habitaciones de entonces fueron dotadas de cuarto de baño, teléfono y timbre de servicio, y se contaba con instalaciones que dispensaban agua helada a todo el hotel. Una estación de telégrafos lo enlazó con el exterior y su promoción insistía en el dominio del inglés y el francés que tenían sus empleados. Un confort que respetó sus valores artísticos originales.
A nuevas reformas se sometió en 1914, cuando se techó su portal y se dotó al inmueble de una cuarta planta para habitaciones.
En 1989 sufre el edificio una reparación capital a fin de que respondiera a las exigencias turísticas internacionales, siempre manteniendo estilo y características que ya para entonces lo habían convertido, debido a sus altos valores artísticos e históricos, en Monumento Nacional.
Su famosa Acera del Louvre se transformó a través de las décadas en el sitio ideal para observar el bullicio de esta zona habanera, mientras se degusta un cóctel al compás de la música cubana.
148 años después mantiene el confort y excelencia en el trato a los clientes, que, unido a sus valores arquitectónicos, culturales e históricos, lo hacen referente de Cuba, de La Habana, de la cultura y buen gusto que llena y se respira en cada espacio del hotel Inglaterra.