Cuba definió las claves para la recuperación de su turismo, uno de los sectores más azotados por el bloqueo económico, comercial y financiero, porque Estados Unidos sabe del potencial local en ese terreno.
Están trazadas las direcciones en las qué trabajar para que la industria del ocio retorne a los primeros planos y no hay más tiempo que perder, pues el país requiere de las divisas que solo este giro puede aportar hoy con la necesaria agilidad, que demanda el contexto nacional caracterizado por una economía de guerra.
Sumida en una crisis que Washington atiza por doquier, la nación cubana se encuentra decidida a salir del vía crucis actual. La opción es sobrevivir y desarrollarnos al mismo tiempo.
Las cartas están puestas sobre la mesa como quedó evidenciado en los debates de los balances anuales del 2024 por el desempeño de las actividades turística y económica.
Frente a la realidad de que esta locomotora no hala como corresponde y que tampoco cumplen su papel los restantes vagones, el llamado apunta a la apuesta por la recuperación con la búsqueda de soluciones y acciones realmente proactivas.
La máxima dirección insiste en que la actividad del ocio tiene potencial para volver a planos estelares solo si logra centrar su accionar en un mejor servicio especializado y una relación cliente-trabajador de calidad; ser más competitivo, diversificar los mercados emisores -de momento los principales son Canadá, Rusia y América Latina- y fomentar el multidestino, propósito largamente perseguido y devenido en pausa como otras opciones.
Tales imperativos son una deuda del giro, a las que se suman otras urgencias como la necesidad reiterada de expandir las conexiones aéreas, que la industria doméstica responda a los suministros que demanda el rubro y se mantiene una estrategia de mejorar los servicios de conexión a internet.
Se requiere una transformación de la gestión turística que implica un accionar múltiple y prevé combatir tendencias negativas, alianzas con otras esferas como la aviación, rediseñar productos y consolidar los circuitos, modalidad que prefieren los clientes, pues en una misma visita conocen varios polos recreativos nacionales.
Esas prioridades han sido analizadas al más alto nivel y en encuentros con los colectivos laborales, en los que ha primado la claridad de que hay que generar más ingresos, uno de los reconocidos atributos del turismo por su dinamismo y para lo cual Cuba dispone a su favor de bondades naturales, empleomanía calificada y una cifra considerable de habitaciones en hoteles de diversa gama, en ciudades modernas y coloniales, playas, cayerías y áreas campestres.
Sin embargo, tenemos en contra, como es sabido desde hace más de seis decenios, la criminal hostilidad de EE.UU., cuyo actual mandatario, Donald Trump, en su retorno a la Oficina Oval de la Casa Blanca, dispuso nuevamente la inclusión de Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo y la activación del Título III de la Ley Helms-Burton.
Todo ello acompañado de una guerra mediática contra el ramo turístico, para desacreditar al destino. Y por si fuera poco desde antaño impidieron transacciones, redujeron prácticamente a cero el crucerismo, torpedearon inversiones y amenazaron a potenciales hombres de negocios interesados en invertir en el país caribeño.
También imponen multas, congelan cuentas bancarias y utilizan los visados como medio de presión, en una carpeta llena de maniobras anticubanas sin fin.
Tal deviene la coyuntura con la que el turismo debe en el 2025 enrumbar su ruta.
Que la industria cubana sin chimeneas alce el vuelo otra vez, a pesar del retador panorama constituye prioridad impostergable. Resistir y desarrollarse, un imperativo nada fácil, lo admitimos, aún más en los tiempos convulsos que corren; pero ese y no ninguno otro resulta el camino.
Si un sector puede y debe generar más divisas a la constreñida economía autóctona es este, convocado desde ya a una transformación integral de su gestión para contribuir con lo que Cuba reclama y le urge.