La mala obra se fortalece en los espacios que deja vacíos la calidad; si es que en efecto, esos espacios existen. Es una necesidad en las instituciones culturales, ante insuficientes propuestas y espacios para consumir el arte, la presencia de un modelo de programación cultural que contribuya con mayor fuerza a la formación integral de los públicos en el orden artístico.
Entonces, llega el reto de cómo lograr que esa programación mantenga un equilibrio entre el entretenimiento y la trasmisión de mensajes positivos, y a su vez, estas opciones no solo se suscriban a La Habana o a las capitales provinciales, sino que también lleguen hasta todos los municipios del país, incluidos los lugares desfavorecidos o de difícil acceso.
Recientemente, el Ministro de Cultura (Mincult) aprobó la Resolución 41 del 2021, que establece las bases de la programación cultural y forma parte de las metas y los propósitos del programa de desarrollo ministerial, que persigue la realización de programas de calidad y que estos a la vez satisfagan las diversidad de necesidades de todos los públicos.
En ese sentido, Lissette Martínez Luzardo, especialista principal de la Dirección de Programas Culturales del Mincult, aseguró a Cubadebate que la programación debe promover las mejores realizaciones artísticas y literarias, y preservar el patrimonio de la Nación.
“Asimismo, debe estimular y lograr una participación efectiva de nuestra población en los procesos culturales y socioculturales que se desarrollan principalmente en las comunidades, en función de crear referentes y contribuir a la educación ética y estética de los consumidores y al enriquecimiento espiritual de la población”.
Según Martínez, en la confección de esta resolución participaron especialistas, trabajadores del sistema y fue consultada con los artistas aficionados, miembros de la Asociación Hermanos Saíz y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en intercambios “muy ricos” que permitieron recoger las experiencias de todos estos años desarrollando un grupo de actividades en torno a la programación cultural.
Ese proceso tiene una amplia cuota de particularidades y especificidades de los contextos sociales y culturales en las que se concibe y se lleva a cabo. “No es la misma programación destinada a un niño en el centro de La Habana a la que se puede generar, concebir y pensar para un niño en Caimanera, en Guantánamo”, comenta Agustín Adrián Pérez González, vicepresidente del Consejo Nacional de Casas de Cultura.
Uno de los retos fundamentales que tiene la programación cultural es ese, independientemente de los contextos, de las realidades, de las problemáticas sociales, debe ser cada vez más heterogénea y diversa, capaz de ampliar el abanico y el espectro de acceso, de visualización, de apropiación, de aprehensión y de aprendizaje, culturalmente hablando, para la formación didáctica de ese público.
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Laritza nació en el poblado de Santa Cruz de los Pinos, en San Cristóbal, Artemisa. Recuerda que, aunque tuvo una niñez feliz, lo más cerca que estuvo de un cine o un teatro era cuando pasaba por delante de las ruinas de lo que fue en su momento una sala de proyecciones. La primera vez que vio una película en una pantalla grande fue cuando tenía 18 años y llegó a La Habana para comenzar la universidad.
Rememora las actividades culturales que organizaba Esperancita, la promotora cultural del barrio; “un poco monótonas”, confiesa. Recuerda también cada paso de esa coreografía de mambo que montaron en las clases de danza que impartía la instructora de arte y que repetían en cada actividad de Esperancita: “un, dos, tres…yo quiero mambo, mambo”.
Pero, a Laritza lo que le gustaba era la actuación. Quizás el modelaje como segunda opción, y aunque era flacucha y de piernas largas, lo más cerca que estuvo de una pasarela fue en la graduación de sexto grado, cuando todos se disfrazaron y disfrutaron de sus cinco minutos de fama. Fatalidad geográfica decía.
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Las manchas en la programación
Urge pensar en otras vías para acercar la cultura a las personas y en este sentido, la llegada de la covid-19 impuso del reto de reinventarse y buscar nuevas formas para hacer y consumir el arte. Los espacios tradicionales pasaron a las redes sociales. Aplausos. Pero, también hay que pensar en aquellos a los que se les hace imposible acceder a plataformas como YouTube, Facebook, y similares, que por desgracia, no son pocos. Por ello, hay que repensarse explotar las posibilidades que ofrecen la radio y la televisión para incrementar esas propuestas.
Con el paso de los años se han dejado destruir salas de teatros y cines que pudieran ser espacios múltiples para las manifestaciones de las artes escénicas. Las Casas de Cultura en muchas ocasiones solo son factibles para la población que vive cerca y no todas tienen las mismas condiciones.
No solo hay lagunas en la concepción de las propuestas artísticas, sino en las literarias. En un tema en el que influyen cuestiones económicas y logísticas, aún hay ausencias en las editoriales cubanas de clásicos de la literatura universal y de publicaciones más contemporáneas que han adquirido relevancia en los últimos años.
Pese a que en la Feria Internacional del Libro de La Habana del 2020 pusieron a la disposición del público más de 4 000 títulos, muchos usuarios señalan que esta feria, cuando recorre las provincias del país, dista bastante de la que se realiza en la capital, con poca oferta y mucha demanda.
En esta misma línea, vale destacar que en Cuba hay una producción rica de géneros de la literatura cubana que pudieran utilizarse en guiones capaces de satisfacer a los públicos más exigentes. Creatividad existe, y ganas de hacer, también.
Asimismo, no se aprovecha todo el potencial de los artistas aficionados universitarios para incluirlos sistemáticamente en la programación de los territorios, aunque paulatinamente se han dado pasos de avance a partir del convenio suscrito entre la Federación Estudiantil Universitaria, el Ministerio de Educación Superior y el Mincult.
Otro de los puntos a tener en cuenta son los horarios en que se desarrollan las actividades culturales y, en este sentido, se impone el desafío de cumplir con las exigencias de públicos diversos en cuanto a gustos y a edades. Además, hay que buscar vías para aumentar de forma sistemática el talento artístico en las provincias del país e identificar a aquellos que tienen las potencialidades, pero que carecen de oportunidades.
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Laritza declamaba en los matutinos, no tenía ni teléfono, ni computadora. De cine solo conoció lo que le mostraba la televisión. Se sabía todos, absolutamente todos los coros de los muñequitos, principalmente los de Elpidio Valdés: “María Silvia, vieja”.
De museos es mejor ni hablar. Era un anhelo bien lejano. Cuando hacían excursiones a La Habana el recorrido era Parque Lenin-Acuario-Zoológico de 26 o, a veces, Zoológico de 26-Acuario-Parque Lenin, en dependencia del chofer del día.
Vagamente le llegan flashazos de la estatua del Che y Camilo en el Museo de la Revolución, pero no recuerda realmente cuando visitó ese lugar. Quizás era muy chiquita o se le quedó grabada la imagen de alguna vez que la vio en la televisión.
Pasó el tiempo y Laritza, irónicamente, comenzó a estudiar Historia del Arte en La Habana. Sí, efectivamente, como pez fuera del agua. No quedó otra que aprovechar el tiempo perdido y beber de todo el arte que se respira en la capital.
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Conformación de la programación cultural
Todas las instituciones y organismos participan de alguna manera en el proceso de conformación de la programación cultural en cada una de las localidades.
“Estamos estimulando desde el Ministerio el taller de programación, un ejercicio fundamental para el diseño de estas propuestas artísticas y que está refrendado en las bases de la Resolución 41”, asevera Lissette Martínez.
Ese espacio debe ser cada día más horizontal, tener las puertas abiertas para todas las organizaciones y sectores de la sociedad, dónde la población tenga una voz y una presencia activa para dialogar sobre sus necesidades e intereses en las opciones culturales que se les ofrecen.
Según la especialista: “También le damos mucha importancia a la presencia de los propietarios de espacios privados que cada día tienen una participación más activa y sistemática en la programación cultural que se desarrolla en los territorios”.
Existen experiencias positivas con vínculos de trabajo con el Inder, el Minint y el Mined en la concepción de espacios dirigidos a la primera infancia, al adulto mayor, a las casas de niños sin amparo familiar y escuelas de conducta.
Sin embargo, hay que estimular aún más la participación popular en los procesos y para que este mecanismo encaje a la perfección, debe de existir una sinergia entre los entes de la cultura y los gobiernos municipales y provinciales. Cada institución cumple un rol fundamental en este proceso.
Actividades con todos y para todos
El quehacer cultural en Cuba tiene un reflejo en la red de instituciones que pertenecen al Mincult, con una marcada vocación y misión en el desarrollo de los procesos culturales y en la preservación del patrimonio de la nación.
Aunque está concebido que el movimiento artístico y literario llegue a todos los rincones de la geografía cubana, algunas instituciones no cumplen con la misión de la misma manera, por diversos motivos, entre ellos, materiales, infraestructura, preparación y completamiento de la fuerza de los especialistas o de la poca presencia de los artistas en los lugares.
“Hay que reconocer que el desarrollo artístico no es homogéneo en todos los municipios del país, como no lo es tampoco lo que ocurre en el interior de cada una de las manifestaciones artísticas y literarias en materia de género, de temáticas, de repertorio. Hay una gran diversidad”, explica Lissette Martínez, especialista principal de la Dirección de Programas Culturales del Mincult.
No obstante, el Ministerio, en función de que la población cubana tenga acceso a lo mejor de la creación artística y literaria, ha desarrollado una política que incluye acciones como giras culturales, concursos y festivales que se apoyan con la presencia de artistas de varios territorios en las localidades.
Y como todo lo que se hace es poco, ahora, tienen previsto fortalecer el trabajo cultural-comunitario con una presencia mayor en aquellos lugares que viven en condiciones de vulnerabilidad, dónde no hay cerca ninguna institución ni parte del movimiento artístico.
A decir de la especialista: “Se han organizado iniciativas que aún no se concretan por la situación epidemiológica. Queremos retomar la idea de esos contingentes que funcionan en tiempo de crisis como el paso de los huracanes y que deberían convertirse en espacios sistemáticos con determinada frecuencia. Hay experiencias que se han mantenido como la Guerrilla de Teatreros en Granma y las rutas artísticas por zonas montañosas de Sancti Espíritus y Cienfuegos”.
Es muy importante lograr una presencia de estos referentes artísticos y literarios en todos los lugares de la geografía del país y cada Consejo Nacional e institución cultural tiene experiencias propias.
Por ejemplo, Lillitsy Hernández Oliva, vicepresidenta del Consejo Nacional de Artes Escénicas, comenta que desde su institución existe un diseño de giras nacionales que persigue llevar las jerarquías culturales a todos los espacios del país.
“Estas giras no llegan quizás a todos los municipios durante el año, pero se hace una política de programación que permite que se pueda llegar en algún momento a todos los lugares, en todas las manifestaciones escénicas”.
Se desarrollan eventos con carácter anual o bienal, que posibilitan la socialización de los mejores resultados de la creación durante esa etapa. También abordan espacios teóricos que fortalecen los procesos de creación desde talleres, conferencias, paneles y espacios de la crítica.
En las artes escénicas se puede hablar de muchos eventos consolidados, no solo en la capital, sino en casi todas las provincias del país: La cruzada teatral Guantánamo-Baracoa; Circuba; festivales de humor como Satiricón, Barriendo el Guaso y el Aquelarre; el evento de Teatro para niños que desarrolla Teatro de las Estaciones en Matanzas; Habana Ciudad en Movimiento, Jóvenes coreógrafos en Guantánamo, Danzan2 en Matanzas, y Olorun en Camagüey en el caso de la danza; el Festival de Teatro de Camagüey, el de La Habana y el Máscara de Caobas en Santiago de Cuba; Titerando en Guantánamo; El Menjunje Teatral en Villa Clara y la Cruzada Teatral por la Ruta del Che en el Escambray espirituano y Primavera teatral en Granma, por solo citar algunos.
Por su parte, el Consejo Nacional de Casas de Cultura desarrolla el Festival de Teatro Olga Alonso con sede a la provincia de Sancti Espíritus, en el poblado de Fomento; la Fiesta de la Danza en Villa Clara; la Jornada Cucalambeana en Las Tunas; el Festival Blanca Becerra desde Bejucal en Mayabeque; la Feria Nacional de Arte Popular en Ciego de Ávila; el Festival Tierra Buena, en Tacajó, Holguín y Entre telones en la provincia de Pinar del Río.
Existe además un programa de atención al adulto mayor en todas las instituciones, principalmente en las Casas de Cultura donde se realizan talleres e intercambios, tanto ellos como público o como artistas aficionados. Hay espacios bien acogidos por la población como los que se desarrollan en los Centros de Artex y la Egrem en todas las provincias del país y una atención a este sector desde las artes escénicas en casi todos los teatros.
“A partir de la dinámica cubana hay que pensar en cómo fortalecer cada día más esa atención, el trabajo que se desarrolla con esas edades, ya no solo desde las instituciones, sino también en el espacio del barrio y la familia donde algunos de ellos no pueden llegar y trasladarse hacia las instituciones”, asegura Lissette Martínez.
En cuanto a los locales que hoy están deteriorados, Martínez afirma que existe un programa de desarrollo del Ministerio de Cultura, y a su vez, en las provincias y municipios, que comprende el plan de reparación, mantenimiento y de inversiones para el rescate de esas condiciones materiales desfavorables en muchas de las instituciones artísticas.
“El pasado año se aprobó una política para el trabajo y rescate de los cines y teatro del país que en estos años se ha visto su infraestructura deteriorada. Es una prioridad y en la medida en que las condiciones lo permitan lo iremos logrando”.
En este tema juega un papel fundamental la territorialidad, o sea el papel de los municipios en función de lograr que sus instituciones culturales cumplan con los requisitos para brindar un servicio artístico y literario de calidad que genere un confort en la población.
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Ernesto y Claudia nacieron en La Habana, en Plaza de la Revolución. Aún no dominaban a la perfección el español y comenzaron a estudiar inglés; más adelante, el francés.
Con diez años prácticamente no les interesaba ir ni al Acuario, ni Expocuba, ni al Jardín Botánico y mucho menos al Parque Lenin, pues ya habían ido tantas veces que conocían los lugares como los dedos de sus manos, incluso, sabían muchos nombres de los animales del Zoológico de 26.
Desde pequeños su mamá los llevaba al Guiñol, a las presentaciones de La Colmenita y a cuanto espectáculo infantil hicieran en La Habana. También eran asiduos visitantes en la Casa de Cultura de Plaza. Claudia bailó durante unos años danza española, tuvo la oportunidad de ser modelo y prefirió decantarse por la medicina. Ernesto está enfrascado en su meta para, en un futuro no tan lejano, ser parte del Ballet Nacional de Cuba.
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El talento artístico y el pollo del arroz con pollo: La calidad
Lo banal y fácil no es compatible con el buen gusto. Una programación cultural a la altura de lo que se merece el público, tiene que tener obligatoriamente calidad y muchas veces la realidad dista de las aspiraciones.
“La calidad es esencial; para eso trabajamos. No debemos permitir que en ningún lugar de nuestra geografía las opciones culturales no promuevan los mejores referentes de esa realización artística y literaria, tan rica, tan diversa y con tantos valores que tiene nuestro país”, afirma Lissette Martínez.
Cuando hablamos de ese tema hay que prestarle atención al trinomio programación cultural-crítica cultural-comunicación; tres procesos imprescindibles a la hora de incidir en esa necesidad de formación de públicos, unido a la evaluación de los catálogos artísticos.
Según Lillitsy Hernández Oliva, la calidad es uno de los elementos fundamentales, tanto en los festivales como en los espacios fijos y caracterizados, en función de contribuir de manera eficiente y efectiva a la formación de públicos y a la educación del consumo cultural.
Sobre el talento artístico, son muchas las vías en Cuba en las que se trabaja para lograr su incremento sostenido y por consiguiente, mayor variedad y cantidad de opciones. La primera y mayor es el sistema de Enseñanza Artística, presente desde edades muy tempranas en todas las provincias del país y que hace captaciones para lograr un acceso en todos los municipios. Es un sistema que tiene resultados de calidad indiscutibles a nivel internacional.
“Si hablamos hoy de niveles de calidad muy elevados de los artistas— afirma la especialista principal de la Dirección de Programas Culturales del Mincult,— lo debemos en gran medida a ese sistema de enseñanza que, a pesar de las condiciones económicas en las que ha vivido Cuba, nunca se ha detenido y todos los días se perfecciona”.
Señala también el papel que juegan las Casas de Cultura y el Movimiento de Instructores de Arte. “Es algo que debemos fortalecer mucho más para potenciar el crecimiento del talento artístico, no solo en cantidad, sino en calidad, en valores, en esa vocación de servir tan importante que debemos tener los que trabajamos o contribuimos al desarrollo cultural del país”.
Y después…..la promoción
De nada sirve tener una rica y variada programación en los territorios si nadie conoce de ella. Es una realidad que aún faltan vías que socialicen más y mejor las actividades que proponen sistemáticamente las instituciones culturales. Nadie asiste a ninguna propuesta que no conoce.
Se ha avanzado bastante—asegura la vicepresidenta del Consejo Nacional de Artes Escénicas— actualmente existen muchísimos espacios en las redes sociales para la promoción de lo mejor de la creación y lo que realizan las agrupaciones en su espacio de presentación. Asimismo, se ha fortalecido la alianza con los medios de prensa y se ha logrado consolidar espacios de presentación en la radio. En las Casas de Cultura también sucede de la misma manera.
“Hemos financiado espacios en la televisión como teleteatros y miniseries para que tengan una presencia más orgánica, estable y sistemática y que, después, se devuelva en la presencia de ese público en las salas de teatro. Estamos insertados en La Papeleta y desde la web de Cubaescena siempre publicamos la programación teatral”, refiere Lillitsy Hernández Oliva.
Ahora, en medio de la pandemia, crearon una cartelera que se llama “La red escénica” que circula semanal y le resalta al público las mejores propuestas que, desde las redes, tienen un espacio sistemático de programación. Los eventos igualmente se han llevado a ese formato y por tanto, también los promueven desde esa cartelera digital.
Pese a la presencia en la web, aún quedan espacios vacíos en la promoción de esta programación: llegar desde formas tradicionales que siempre usaron, utilizar la figura de los promotores culturales en cada uno de los territorios, la divulgación de las carteleras físicas, las radio bases y la propaganda gráfica en espacios de gran afluencia.
De ese modo, hay que crear una sistematicidad en la programación cultural: adaptar al público a una presencia permanente en las salas e instituciones. Sucede que, aunque se hace un ejercicio de programación anual, no siempre se cumple en los territorios.
“Si esa programación no es respetada como se planifica, en la medida en la que las personas no encuentran con sistematicidad los espacios o van al teatro y está cerrado, aun cuando existan acciones de promoción, se pierde parte del público y la gente puede pensar ‘estará, no estará, iré, no iré’”, explica la especialista de Artes Escénicas.
Aunque mucho se ha hecho en cuanto a la programación cultural—primordial sí de arte se habla—aún quedan deudas pendientes por parte del Mincult o puntos en los que se ha avanzado, pero que los resultados aún son insuficientes. El principal reto es llegar a todos los puntos de la geografía cubana, y más que llegar, ofrecer lo mejor, artísticamente hablando.
No puede ser una utopía aspirar a que todas las comunidades cubanas, estén donde estén y con las condiciones que tengan, cuenten con su propio diseño de programación cultural que incluya espacios de enriquecimiento espiritual y, además, el público pueda participar activamente de este proceso. No podemos ceder en esa labor porque la mala obra se fortalece en los espacios que deja vacíos la calidad.