El medioambiente y el fin del mundo tal y como lo conocemos es un tema que preocupa. Se trata de un asunto que desde la llamada era de la industrialización no ha hecho más que empeorar, al punto de ser urgente tomar acciones porque, aunque el daño es irreversible, aun podemos encontrar un equilibrio saludable, ralentizar el desastre.
Sin embargo, a pesar de que existen las pruebas y es evidente el deterioro del clima, la flora y la fauna, nos resulta muy difícil convocar de verdad, hacer que mayorías se interesen por cuidar el único planeta que tenemos para vivir, y animarnos todos a colaborar desde nuestro pequeño espacio de poder. No creemos en el verdadero valor de una acción, por muy pequeña que sea como reciclar un recipiente en casa o llevar una bolsa de tela al mercado para no generar tanta basura, por ejemplo.
Sí, cada aporte es importante y genera frutos positivos. Y es tan gratificante imaginar que logramos salvarnos, pero, no, es solo un sueño de unos pocos que no pueden encargarse de eliminar todo el plástico que llega a las costas y daña a la población marina, estrangula tortugas, ahoga a aves y enferma a tantas especies que en su alimentación no logran escapar de las micropartículas diseminadas como —digamos— un tipo de plancton; tampoco pueden evitar que el calentamiento de los océanos acabe con los arrecifes coralinos —uno de los ecosistemas más diversos y biológicamente complejos del mundo— ni disminuir el deshielo de los polos o la acidificación de las aguas.
Fotografía tomada de nationalgeographic.es
En la actualidad por la acción del hombre casi es imposible lograr ambientes sin contaminación, también somos responsables de que cada vez tengamos sequías más intensas, tormentas catastróficas, también incendios e inundaciones de gravedad, así como que escasee el agua y otros recursos vitales, o que perdamos plantas o animales y otros estén en peligro de extinción porque sus hábitats son amenazados.
El cambio climático es real. Las noticias alarmantes tipo La Tierra bate el récord de temperatura media no es una exageración, sucedió este mismo año y lo peor es la constancia de la alerta de que seguirá subiendo, y por tanto serán peores las consecuencias con la inestabilidad del clima.
Estados Unidos mantiene desde 1990 un nivel de emisiones de Co2 de alrededor de los 5.000 millones de toneladas por año. Concretamente, en 2018, estuvo detrás de la emisión de 5.275 Mt de co2 a la atmósfera, más del 13% de las emisiones globales. Foto: AP
El uso excesivo de combustibles fósiles en el mundo genera gran impacto en el medioambiente; estamos hablando de la explotación de carbón, gas, y petróleo, las principales fuentes de energía. Con esta imagen queremos llamar la atención de cómo la contaminación de muchos vehículos crea una capa concentrada de gases dañinos para la atmósfera, y esto hace que el calor se quede contenido y proliferen gases de efecto invernadero que desequilibran el balance térmico del planeta. Esto, junto a otras actividades como la deforestación, son las principales causas del calentamiento global. Fotografía tomada de/archivo.minambiente.gov.co
Cada año se realizan diferentes eventos, ya sean regionales o mundiales, para convocarnos a todos a tomar conciencia y a actuar. Con cada cita creemos que lograremos cambios sustanciales, y luego la decepción nos sobrecoge. Por eso, ahora, cuando en breve más de cien jefes de Estado y de gobierno, funcionarios gubernamentales, representantes de organismos internacionales, líderes empresariales, académicos y representantes de la sociedad civil celebrarán la XXVIII Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, la mayoría seguirá el programa, pero ya sin mucha esperanza de que en realidad se consiga trascender.
Lamentablemente es así. Después de 27 encuentros similares a este, y muchas más de otras categorías, ¿qué podemos esperar, un milagro? Si en cada una se hace un balance de cómo estamos y se concluye que para mejorar podemos hacer esto o lo otro, y se firman acuerdos, se ponen fechas límite, ¿cómo podremos hacer para que de verdad exista una movilización?
Con cada evento creemos que las grandes potencias, los grandes conglomerados y poderes del mundo pudieran tomar acciones concretas para aplazar un poco ese fin del mundo. No obstante, cada vez estamos peor. Preocupa que no salimos de las reuniones, del plan y la estadística, que tantas personas desconozcan que el cambio climático existe y nos pasa factura como ranas en la olla a fuego lento.
Cuatro gatos no conseguiremos detener las emisiones de gases efecto invernadero; y las pocas acciones de grupos, organismos y activistas se disuelven en la nada, son insuficientes, y de poco nos sirve acaparar titulares con frecuencia si con cada COP se reúnen para decidir cómo abordar el desafío, pero la vida va por otro lado. Aún cuando las estrategias pudieran apoyarse en el avance científico y tecnológico, y olvidarnos de las complejas realidades políticas y económicas, no sucede. Los compromisos se quedan en el papel y la tribuna.
Durante casi dos semanas en Dubai (del 30 de noviembre al 12 de diciembre) estarán las personas más importantes de esta esfera. Serán cerca de 70 mil personas debatiendo el futuro de la humanidad, otra oportunidad para describir nuestra cotidianidad y trazar rutas para presionar a la comunidad internacional y evitar que la temperatura del planeta supere los 1.5 y 2 grados Celsius, meta contenida en los Acuerdos de París, en 2015, durante la COP21, y que cada vez parece menos posible de cumplir.
EN CUBA
Fotografía tomada de bohemia.cu
Mientras tanto desde Cuba, una de las naciones menos contaminantes, un pequeño archipiélago seriamente amenazado por los efectos del cambio climático, en parte por la condición de insularidad y lo que esto representa para su más de mil 500 islotes y cayos, pero también como país en vías de desarrollo, sin economía suficiente para dedicarle al tema, y a su vez, comprometido, acude a la Cumbre del Clima como presidente del G77+China, y con la esperanza de que sea cumplido lo pactado.
La ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Elba Rosa Pérez Montoya, afirma que “necesitamos que la COP28 tenga resultados notorios, palpables y objetivos para los países del sur”, y asegura que sería idóneo que los estados desarrollados respondan a los reclamos que muchas veces se han planteado para la creación de capacidades, la transferencia tecnológica y el financiamiento que seguramente ayudará a a impulsar estrategias de supervivencia.
Todos los países tienen la misma responsabilidad de salvar el planeta, no obstante, se requiere recursos para lograr que seamos más amigables con el ambiente. Por eso en cada cita se ha acordado que los estados más industrializados, por sus mejores condiciones monetarias, deberían, además de cuidar sus entornos cercanos, aportar para que aquellos que no pueden fomentar acciones, también lo protejan.
Coincidentemente, gran parte de los territorios con menos potencial son los que están ubicados al sur y son, asimismo, los de menor impacto para el calentamiento global, pero no escapan a sus efectos.
Por ello, la ministra Elba Rosa Pérez Montoya sugiere que la COP28 sea más operativa, y que aprovechemos el tiempo que aún nos queda; solo precisamos llegar a un acuerdo entre todos y, lo más importante, cumplirlo.
Según refiere la titular de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Cuba no escapa al impacto del cambio climático, y prueba de ello es, por ejemplo, el incremento de la elevación del nivel del mar y el retroceso de la línea de costa. De igual forma, manifiesta que sus consecuencias se sienten en los suelos, en los cultivos y en la salud.
En la COP28 Cuba mostrará sus avances en materia medioambiental gracias al plan de Estado denominado Tarea Vida, implementado desde 2017; y también presentará sus limitaciones sustentadas en las carencias económicas, principalmente.
Esta iniciativa tiene la meta de identificar y trabajar en la adaptación al cambio climático, con un carácter integral y progresivo, encaminado a reducir vulnerabilidad. En los seis años transcurridos de este programa, la comunidad científica cubana ha centrado esfuerzos en cumplir diferentes objetivos como la recuperación de manglares.