Olvido, falta de recursos y de protección, turismo no regulado e invasivo, depredación y vandalismo, intervenciones desacertadas y urbanización especulativa o descontrolada, desastres naturales y conflictos armados han hecho desaparecer o puesto en peligro a lo largo del tiempo valiosas creaciones del patrimonio cultural de pueblos y naciones, desde monumentos y ciudades o edificios históricos hasta sitios arqueológicos y patrimoniales.
En las últimas décadas, el cambio climático y la contaminación ambiental se han sumado a la lista, y cada vez son más frecuentes las noticias que hablan del deterioro de monumentos o sitios patrimoniales debido a esos fenómenos, o que recogen advertencias de expertos sobre lo que pudiera suceder a algunos ya en riesgo inminente.
Entre las consecuencias relacionadas con el cambio climático y la contaminación ambiental (desde elevación del nivel del mar y salinización hasta eventos meteorológicos más intensos y frecuentes, lluvia ácida, incendios, largas sequías seguidas de lluvias torrenciales y erosión...), se han mencionado en años recientes edificios, fuentes y estatuas que en muchas ciudades pierden detalles y hasta los rostros por el efecto de la lluvia ácida en el mármol y otras piedras calcáreas, o algunos de los moáis de la Isla de Pascua que podrían desaparecer en el mar debido a la erosión costera por el oleaje más fuerte.
En 2016, la Unesco, el Pnuma (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y la USC (Unión de Científicos Comprometidos) publicaron el informe “Patrimonio mundial y turismo en un clima cambiante”, en el que alertaban que el cambio climático es uno de los riesgos más significativos para los lugares y monumentos del Patrimonio Mundial.
El informe examinaba la situación de 31 sitios culturales y naturales inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial en 29 países, vulnerables a fenómenos como el aumento de las temperaturas, el derretimiento de los glaciares, la subida del nivel del mar, los fenómenos climáticos extremos, las sequías y el mayor riesgo de incendios.
A raíz de la publicación del informe, Mechtild Rössler, directora del Centro del Patrimonio Mundial de la Unesco, afirmaba que “tenemos que entender, vigilar y abordar mejor en todo el mundo la amenaza del cambio climático sobre los sitios del patrimonio mundial”.
Según Rössler, “tal y como como destacan las conclusiones del informe, alcanzar el objetivo que marca el Acuerdo de París de limitar el aumento global de la temperatura a un nivel inferior a dos grados centígrados es de vital importancia en la protección del patrimonio mundial para las generaciones actuales y futuras”.
Un estudio realizado en 2005 por el Centro del Patrimonio Mundial de la Unesco señalaba que el cambio climático era una amenaza para el 72% de los sitios pertenecientes al patrimonio natural y cultural documentados hasta entonces por los Estados partes en la Convención del Patrimonio Mundial.
En 2016, el informe “Patrimonio mundial y turismo en un clima cambiante” (Unesco, Pnuma y Unión de Científicos Comprometidos) alertaba que “no solo la naturaleza y los seres humanos están sufriendo las variaciones climáticas, también las creaciones de estos se ven abocadas al deterioro y, en algunos casos, incluso a la desaparición”.
No solo están amenazados sitios del patrimonio cultural e histórico, sino también otros del patrimonio natural como la Gran Barrera de Coral de Australia, y del patrimonio inmaterial como tradiciones y prácticas culturales y sociales, conocimientos ancestrales y otros legados basados en la relación milenaria con entornos naturales que hoy están en peligro.
La emergencia climática y las prácticas económicas depredatorias de ecosistemas (que contribuyen a esta) también afectan negativamente los modos de vida de pueblos ancestrales y comunidades locales que allí viven, obligándoles a modificar sus costumbres, emigrar o abandonar sus hábitats tradicionales y su patrimonio.
Hay que tomar en cuenta que el patrimonio material e inmaterial, además de ser legado trasmitido a lo largo de generaciones y abarcar sitios y monumentos de valor histórico, cultural, natural y arqueológico, expresiones vivas y saberes (rituales, conocimientos y relaciones sostenibles con la naturaleza, celebraciones, usos sociales, lenguas, cosmovisiones, tradiciones orales, técnicas y prácticas productivas…), es factor de riqueza y diversidad cultural, de sentido de pertenencia, cohesión e identidad de comunidades, pueblos e incluso naciones, de bienestar y sostenimiento económico.
Bienestar y sostenimiento económico no solo para pueblos ancestrales, sino para comunidades cuya existencia depende en gran medida del patrimonio (a través, por ejemplo, de actividades tradicionales o del turismo en sitios de patrimonio cultural y natural) y para muchos profesionales que trabajan en la conservación y el funcionamiento de monumentos, museos, fortalezas, ciudades antiguas o sitios del Patrimonio Mundial.
En 2022, el Día Mundial de Monumentos y Sitios, que se celebra este lunes 18 de abril bajo el lema “Patrimonio y Clima”, promueve la reflexión sobre la importancia del patrimonio cultural y su conservación y la amenaza que plantean el cambio climático y las prácticas no sostenibles.
Pero también –ha destacado el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos)–, es oportunidad de “exponer estrategias de promoción del potencial de la investigación y la práctica de la conservación del patrimonio para ofrecer vías resilientes al clima y fortalecer el desarrollo sostenible, al tiempo que aboga por transiciones justas hacia futuros bajos en carbono”.
Cuba, particularidades y amenazas
Hay un vínculo muy amplio y estrecho entre patrimonio y clima, apreciable desde tiempos remotos, por ejemplo, en la arquitectura, en la capacidad de respuesta del ser humano –desde el momento creativo– a los requerimientos de la vida, epocales, sociales, geográficos y ambientales, en lo que el clima es una de las variables a tomar en cuenta.
“La arquitectura es la respuesta de adaptación del hombre, la formulación de un hábitat que, en principio, debe ser sostenible con la naturaleza, pero que debe crear condiciones indispensables para la vida humana. Y esa respuesta pasa por la convivencia con el clima. En la medida en que este es más agresivo, condiciona las formas de la arquitectura”, explica Nilson Acosta Reyes, vicepresidente de Monumentos del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y presidente de la Comisión Nacional de Monumentos.
“No podemos hablar de un clima cubano, pero sí de un clima tropical húmedo que particulariza la región donde se ubica Cuba. Soluciones importadas durante el proceso de la Colonia, o las soluciones de nuestros aborígenes, tenían una relación con el clima, independientemente de las limitaciones de recursos para edificar sus viviendas”, añade.
Acosta, arquitecto y también punto focal o interlocutor en Cuba para los temas de la Convención de Patrimonio Mundial, señala que, al analizar los elementos importados provenientes de Europa esencialmente, pero que a su vez se nutrieron de otras raíces, como la árabe, “hay una adaptación a las condiciones climáticas nuestras. Por ejemplo, el patio, de raíz árabe, que funciona perfectamente en nuestras condiciones climáticas; el tamizado de la luz, las soluciones de ventilación, el tratamiento de los elementos de la humedad, el uso de persianas, el portal, el puntal alto. Son sellos de la adaptación de la arquitectura al clima”.
Otra arista relacionada con el clima es, en décadas recientes, el efecto del cambio climático sobre todos los elementos del patrimonio, un fenómeno que se manifiesta a escala mundial.
“La esencia del patrimonio es conservarlo, garantizar su conocimiento y su apreciación y transmitirlo a las nuevas generaciones. Y si el cambio climático genera amenazas, y de hecho lo está haciendo, es necesaria una capacidad de respuesta en la gestión del patrimonio monumental a lo que implica ese fenómeno global”, dice el experto.
Cuba está en la zona de tránsito de los huracanes y, como territorio insular, tiene otras vulnerabilidades frente al cambio climático. La Tercera Comunicación Nacional (2020) recoge las proyecciones de elevación del nivel mar, que apuntan a +29 cm hacia 2050 y +95 cm hacia 2100. También, el incremento de la temperatura superficial del aire y una tendencia creciente en los huracanes.
“Un ejemplo de la amenaza del cambio climático para la arquitectura y el urbanismo está en el Malecón habanero, lo que representan las inundaciones costeras para la vida humana y la conservación de los testimonios materiales de la cultura.
“También, como en otros países y regiones, el hecho de que las tormentas tropicales sean cada vez más agresivas es un reto para Cuba, sobre todo en circunstancias en las cuales, aun cuando se conoce la importancia que en esta área tienen la prevención, la creación de condiciones adecuadas y el mantenimiento, las limitaciones económicas pueden impedir que eso se haga con efectividad”, señala el vicepresidente del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC).
Las tormentas, los fuertes vientos, las intensas lluvias y la acumulación de humedad tienen también un impacto cada vez que hay un evento metereológico extremo, cuando hay pérdidas del fondo habitacional, incluidos asentamientos con valor patrimonial donde la arquitectura puede estar en condiciones vulnerables.
Acosta explica que, dentro de la relación de monumentos nacionales y locales y zonas de protección existentes en el país (más de 500), a partir del estado de conservación y de un monitoreo sistemático se han ido identificando monumentos amenazados, “una lista que llegó a incluir 96 monumentos por diferentes causas, entre ellas la acción del hombre, los fenómenos naturales… Hay una diversidad de factores que pueden incidir en el estado de conservación”.
En Cuba –precisa– predominan en muchos casos limitaciones económicas para realizar intervenciones o mantenimientos adecuados. También hay factores sociales, como el hacinamiento en algunos edificios, sobre todo de vivienda.
“Igualmente, pueden influir razones relativas al control. Estoy pensando, por ejemplo, en el control urbano en ciudades y sitios donde hay una alta incidencia de intervenciones, como Viñales. Allí se refleja la necesidad de tener un control riguroso de las nuevas intervenciones, particularmente en viviendas, que se realizan en lugares de valor patrimonial o dentro de categorías de protección, las cuales tienen que ser coherentes con el valor de ese paisaje cultural”, apunta.
Hay otras consecuencias del cambio climático, más allá de la elevación del nivel del mar y las inundaciones costeras, y que implican una amenaza que hoy ya se manifiesta en fondos marinos y formaciones coralinas que sufren blanqueamiento en distintas partes del planeta. También podría suceder en Cuba.
En el país hay sitios con categoría de Monumento Nacional y con otros reconocimientos, como el Parque Nacional Alejandro de Humboldt o el Parque Nacional Desembarco del Granma, áreas protegidas incluidas en la lista del Patrimonio Mundial. Abarcan un sector marino que incluye elementos de flora y fauna. El coral, hábitat de un gran número de especies y escenario de una alta biodiversidad, es uno de los ecosistemas vulnerables a la elevación de la temperatura media del mar y a su acidificación por la creciente absorción de CO2 de la atmósfera.
Acosta comenta que las tormentas y otros eventos meteorológicos extremos también pueden afectar la arquitectura tradicional en madera, vernácula, existente en varias localidades del país. Conjuntos que están declarados Monumento Nacional son vulnerables a esos fenómenos
“Me viene a la mente el Batey de Cunagua, en Ciego de Ávila, con un alto estado de deterioro que ha fundamentado que se incluya en la lista de monumentos en peligro”, dice.
“A esa lista de monumentos en peligro se le ha dado la mayor importancia. El Consejo de Ministros ha atendido las valoraciones que se hacen desde el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, y en los últimos años ha habido encuentros con Gobiernos provinciales y se les ha pedido una estrategia para, en la medida en que existan los recursos, muy importantes en estas cuestiones, ir recuperando esos monumentos.
“Por supuesto, no es lo mismo rescatar o restaurar un inmueble en particular que cuando hablamos de que está amenazado el centro histórico de Guanabacoa, donde se ha estado trabajando de manera intensa, sobre todo, este último año. Pero son proyectos que llevan tiempo, recursos y el establecimiento de mecanismos de sostenibilidad de la gestión adecuada”, añade el experto.
“Dentro de los monumentos amenazados, una de las temáticas de mayor peso está en las afectaciones por los fenómenos climáticos que, según los pronósticos a nivel internacional, se prevé que se agraven, por lo que el reto es aún mayor”, afirma el vicepresidente de Monumentos del CNPC y presidente de la Comisión Nacional de Monumentos de Cuba.
“El clima, las condiciones de humedad y la temperatura cambiante son una variable que contribuye al deterioro del patrimonio en la visión más amplia, no solo el patrimonio monumental, sino también los bienes muebles: obras de creación artística, objetos históricos, la documentación, que es muy vulnerable…
“Las limitaciones económicas, asociadas con el bloqueo o con situaciones coyunturales como la pandemia y la crisis que ha generado no solo en Cuba, conjugadas con otros factores, repercuten en las posibilidades de gestionar el patrimonio sosteniblemente, asegurar una sistematicidad en la asignación de recursos para el mantenimiento adecuado de los monumentos”.
Acosta insiste en cuán primordiales son para la conservación del patrimonio el conocimiento y la conciencia y la acción ciudadanas.
“Y no me refiero –aclara– solo a la población, las personas naturales, sino también a las personas jurídicas desde su responsabilidad con la conservación de bienes bajo su custodia. Influyen las intervenciones que se realizan en un inmueble, decisiones tomadas en ocasiones vinculadas con el cambio de uso de este, o la inserción, en un espacio urbano de valor y sujeto a regulaciones, de inmuebles que por sus particularidades (de altura, de ocupación, arquitectónicas, de uso) no son adecuados para ese entorno”.
Novedades en proyecto de Ley General de Protección al Patrimonio Cultural y al Patrimonio Natural
Sobre el proyecto de Ley General de Protección al Patrimonio Cultural y al Patrimonio Natural, al que han contribuido expertos de los ministerios de Cultura, de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y de Energía y Minas, Nilson Acosta destaca varias novedades, entre ellas la relacionada con la visión del país hacia la municipalización.
“Darle al municipio una mayor relevancia, allí donde se realizan procesos de desarrollo local, de asignación de recursos… Creo que puede ser significativo, porque así estamos contribuyendo no solo a asegurar los recursos necesarios, sino también a fortalecer la conciencia territorial.
“El proyecto de ley incorpora la visión de que la batalla por conservar y por que exista una conciencia hacia el patrimonio se gana precisamente en la base, allí donde el municipio tiene un alto protagonismo”, afirma.
“Es muy novedoso el hecho de establecer una nueva categoría, que no es la de patrimonio cultural o natural de la nación, sino el patrimonio local o de las comunidades. Es decir, un concepto de patrimonio local que se establece y desarrolla en el marco del municipio, lo cual da la oportunidad de que haya un primer acercamiento desde ese nivel a las cuestiones del patrimonio, a su aprovechamiento con una visión de sostenibilidad (algo que también es muy importante).
“Otra novedad es la gestión que se articula con esa visión, en términos de cómo se desarrollan los procesos asociados al patrimonio. A veces, existen dudas o prejuicios sobre si el patrimonio se puede utilizar, o en qué se puede utilizar, cómo, o si tiene que mantenerse como un monumento puramente contemplativo.
“La realidad es que el patrimonio admite que, dentro de las estrategias de un territorio, dentro de la proyección cultural u otra en el ámbito de proyectos de desarrollo local, se le pueda dar uso. Pero ese uso tiene que estar en sintonía con las particularidades de ese patrimonio, el nivel de intervención que requiera y las garantías de conservación.
“Es decir, el proyecto de ley concibe el patrimonio también como un recurso para el desarrollo local, siempre y cuando no pierda su esencia y haya una responsabilidad de la sociedad en su conservación y transmisión para las nuevas generaciones”.
Según el presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, “la voluntad de país, dentro del proceso vinculado con la nueva Constitución y la necesidad de actualizar el marco jurídico en todos los ámbitos, también se manifiesta en el campo de la protección del patrimonio cultural y natural.
“De ahí que surja este proyecto, en el cual hemos venido trabajando en los últimos años, primero en la política y luego en las cuestiones del texto jurídico. Es el resultado de la experiencia cubana, que data de muchos años con un soporte legislativo para la protección del patrimonio, lo cual aparece reflejado en la Constitución de 2019 y en anteriores”.
Entre otros elementos novedosos, señala que el texto legal incorpora elementos de la experiencia cubana en el ámbito de la gestión. Por ejemplo, se reconoce a las oficinas del historiador y el conservador en su contribución como gestores decisivos en la protección del patrimonio.
Además, se articula con las cinco convenciones internacionales relacionadas directamente con la protección del patrimonio cultural de las cuales Cuba es Estado parte y con otros tratados internacionales referentes al patrimonio natural de los que el país es signatario.
“El proyecto de ley articula la experiencia nacional en esta esfera, la voluntad del Estado cubano para la protección del patrimonio cultural y natural del país, y lo más novedoso en la teoría y en las disposiciones y acuerdos internacionales sobre la materia”, destaca Nilson Acosta.
Acosta agrega que “hay mayor coherencia, mayor balance en cuanto a integrar en una misma norma el patrimonio cultural y el patrimonio natural, porque, si bien la Ley No. 2 de los Monumentos Nacionales y Locales admite los sitios naturales como parte de los monumentos, toda la conceptualización de la ley es eminentemente cultural. Creo que ahora hay una visión integral del patrimonio cultural y del patrimonio natural”.
El proyecto, que luego de un proceso de consulta pasó al Parlamento como iniciativa legislativa, “es novedoso también pues da espacio para la articulación con otras normas vinculadas a las contravenciones en este ámbito. En el Código Penal se reconocen figuras asociadas a la protección del patrimonio, pero no había contravenciones específicas y que dieran respuesta objetiva a la realidad actual”.
El vicepresidente del CNPC menciona, entre las novedades del nuevo texto, el hecho de que se reconocen, de manera mucho más clara y organizada, los derechos de los ciudadanos, y se proponen incentivos.
“En la medida en que la ley se articule con otras disposiciones, puede permitir que se desarrollen incentivos para personas naturales o jurídicas que tienen una misión específica que, asumida correctamente, se aprovecha como una oportunidad en la gestión del patrimonio”, sostiene Acosta.
Tanto la sostenibilidad como la resiliencia –clave en el esfuerzo por lidiar con el cambio climático– son conceptos ya consolidados en la gestión del patrimonio. “Son capacidades a tener en cuenta en todos estos procesos para garantizar, en medio de todo lo que genera y puede generar el cambio climático en el futuro, una adaptabilidad que es vital para la conservación del patrimonio, la esencia de nuestra acción”, considera.
“Y creo –añade–, que es muy importante el conocimiento transmitido entre generaciones, en las comunidades. Es también una muestra de la forma en que no solo se gestiona de modo genérico el patrimonio, sino cómo se genera una cultura de adaptabilidad de las comunidades a las condiciones en que viven.
“Sin dudas, eso va a ser fundamental. Cuando hablamos, por ejemplo, de comunidades costeras y de pescadores que han vivido en una relación muy estrecha con el mar, con el uso de viviendas sobre pilotes en la propia ribera, todo eso es conocimiento asociado a las tradiciones de esos grupos humanos y a su experiencia en el tiempo.
“A veces, ese conocimiento se expresa en áreas como la arquitectura, pero también puede ser en otras formas, en la convivencia con las formas en que se manifiesta el clima. Y, por tanto, no se debe menospreciar esa capacidad que tienen las comunidades para enfrentar los retos actuales con base en las experiencias vividas y transmitidas.
“Eso se resume en la historia de la humanidad, en cómo ha tenido la capacidad de adaptarse ante nuevos retos, conservando sus esencias y dando nuevas respuestas a nuevas necesidades y realidades”.