Sus trovas fascinantes avivan la memoria. Buscan las buenas maneras –no necesariamente complacientes–, de descubrir cualquier segmento de la vida para derribar incomprensiones, los muros del silencio, avanzar. Alguien entona su canción bandera junto a la fiel guitarra sin pensar en la posterioridad. Tal vez solo quiere establecer un diálogo espiritual, dar sentido a su arte sin preguntarse: ¿fructificará?
No faltan quienes llegan al barrio para refundar esperanzas perdidas. Además de engarzar novedosos esquemas rítmicos, melódicos, recurrir a la trascendencia de lo sonero, añoran despertar la conciencia mediante la sabiduría conquistada a golpe de palabras y sonidos plenos de lucidez.
Muchas historias pueden contarse sobre el empeño de acariciar de manera entrañable el concepto de trovar. Hace 50 años –el 2 de diciembre de 1972– un grupo de jóvenes firmó un documento en la ciudad de Manzanillo, el cual dio inicio al Movimiento de la Nueva Trova (MNT) como organización de artistas.
Sin duda, más que la sumatoria de una membresía formal, los protagonistas de ese hecho han reafirmado una actitud ante la cultura y la Revolución en beneficio de la cancionística, de la cubanía y del folclor latinoamericano en interacción con los cultores del continente.
Antes tuvo lugar el Encuentro Internacional de la Canción Protesta en la Casa de las Américas (1967) y la creación del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic (1969). Estas simientes influyeron en el MNT porque ningún cambio ocurre de la noche a la mañana, todo es resultado de un complejo proceso de asimilación, estudios, aprendizajes, meditaciones individuales, colectivas.
Es imposible recorrer paso a paso la trayectoria, la proyección de ejecutantes que se han nutrido de la tradición trovadoresca, del movimiento filin, de riquezas asimiladas desde los saberes y el alma.
El viaje que proponemos es una especie de concierto mayor de remembranzas, enfoques actuales, los cuales propician pensar de dónde venimos para seguir reflexionando sobre el presente y el futuro.
Venga la esperanza
De los fundadores del Movimiento, Silvio Rodríguez Domínguez es reconocido por varias generaciones como uno de los más importantes compositores e intérpretes de la Nueva Trova cubana de amplia repercusión internacional, descuella por sus aportes a la poética, las sonoridades de la cancionística contemporánea.
En cierta ocasión comentó a BOHEMIA: “Cantar da dolores, alegrías, a la vez enseña mucho de la vida. La principal fortaleza de la cultura cubana es su propia existencia, su origen, su autenticidad, su eclecticismo. Las giras que hemos realizado por los barrios más humildes de La Habana nos han permitido ir a lugares donde es difícil trasladarse, bien sea por la lejanía, las deficiencias del transporte o las costumbres arraigadas en quienes viven apartados; brindan la posibilidad de conectar directamente con zonas sociales, entregarles lo que uno es capaz de hacer, dárselo sin intermediarios, sin lucro, solo a través del afecto, el respeto por el prójimo”.
A pesar de esa experiencia valiosa, le comenté: ¿continúa la trova siendo la cenicienta en cuanto a presencia, promoción, difusión en los medios de comunicación audiovisual?
“Ante todo reconozco a mis referentes, los grandes de la trova. Por ejemplo, al viejo Rosendo Ruiz Suárez me lo acercó su hijo Rosendito en un Festival de la trova en Santiago de Cuba. La actividad se celebró en una fábrica de bebidas espirituosas. Él, por supuesto, ya era una leyenda viva, fue muy estimulante que me escuchara y dijera unas palabras de aliento. Viví un momento inolvidable.
“Vamos al presente: he visto a varios muchachos con guitarra, por lo general en grupos musicales y videoclips de buena hechura. Hay algunos dúos y tríos acústicos, pero en general la figura austera del trovador se sigue viendo menos. Eso es bastante lógico, lo espectacular es más deslumbrante. Disfrutar la desnudez de texto y música siempre ha sido de acceso más difícil, un tanto exclusivo, aunque ha habido excepciones. Vivimos en un mundo cada vez más disparatado donde los más poderosos en vez de impartir orden basado en la justicia, roban, matan, bloquean, dan muy malos ejemplos”.
Soy como soy
La memoria es fuerte, caprichosa, alma poderosa contra el olvido. Ella nos acerca la inevitable presencia, las ideas, el pensamiento de Noel Nicola. Desde muy joven presentó sólidas cartas credenciales al recrear canciones íntimas, dramáticas, propensas a la crítica mordaz contra la burocracia, la cursilería, los convencionalismos anacrónicos.
Al revisar apuntes, grabaciones, audiovisuales, encontramos una valiosa confesión: “Asumo una frase que decía el gran Atahualpa Yupanqui: ‘Canto opinando que es mi modo de cantar’. Yo necesito cantar para opinar, es una parte de la vida que no puedo evitar; aunque me ponga viejo y la voz se me gaste voy a tener que seguir cantando porque es mi manera de expresarme como ser humano”.
Lo demostró en páginas memorables: Comienza el día, Ánimo, trovador; Es más, te perdono; Lejanías, entre otras, quizás poco conocidas debido a una escasa difusión, pero siempre recordadas en la lista del patrimonio nacional.
De igual modo, a la estirpe de los imprescindibles va unido el nombre de Pablo Milanés. Poco se recuerdan o por lo menos no tanto como lo merecen sus vínculos con formas tradicionales de nuestra música popular, el son y la guajira que están presentes en el quehacer de un compositor, cantante, guitarrista siempre muy centrado en el paso del tiempo. Para él: “Lo humano no va a morir. Defendemos esta certeza desde la constitución del Movimiento de la Nueva Trova”.
En su más reciente concierto habanero en la Ciudad Deportiva cientos de personas de diferentes edades entonaron Yolanda, Los caminos, El breve espacio en que no estás para dar continuidad a sus huellas imperecederas.
Esa misma permanencia logra Sara González, otro nombre fundacional de la autoconciencia del sentido trovadoresco. Por temperamento y vocación siempre es la estampa misma de la cubanía. La partida física no impide traerla al presente. Su inmensa capacidad de cantar episodios heroicos, épicos, la mantienen viva, cercana, cálida.
Cuando le entregaron la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez nos dijo: “Con él seguiré peleando por la Revolución. Mis composiciones afianzan la actitud creativa que proponemos en la Nueva Trova. Algunos integrantes del Movimiento buscan un lenguaje poético, no todos. Pero su influencia contribuye a la lectura de los mejores poetas. En mi opinión no existe un estilo Nueva Trova, eso la encasillaría, le pondría límites. Debemos luchar para que se conozca cada día más”.
Siempre volvió al escenario llena de emociones difíciles de explicar, su entrega dejaba constancia de una honestidad ganada ante diferentes públicos.
Créeme cuando te diga
La sonrisa franca, la manera cordial de Marta Campos forman parte de los atributos que muestra cuando habla de “sentirse trovadora”. Los despliega al referirse a los aportes de mujeres que en todo país comparten y defienden esa complicidad. “Es preciso verlas, escucharlas. Compartimos un repertorio de rica música cubana, lo nuestro, lo valedero”.
En esta idea insiste el maestro Frank Fernández, pianista, compositor. Fue el productor de cerca de 30 discos con solistas de la nueva trova y de la música popular bailable. Reconoció a nuestra publicación que estas experiencias le proporcionan un universo musical más amplio. “Ofrecen la fuerza del conocimiento, incluso me permiten llegar a lo recóndito del pensamiento de los autores, profundizar en sus ideas estéticas. Es un momento de creación fascinante que necesita estar preparado intelectualmente”.
Ha opinado sobre diferentes intérpretes, en especial destaca virtudes de Vicente Feliú: “Es un ejemplo vivo de la mejor tradición trovadoresca en nuestro país. Sus temas Créeme, No sé quedarme, Los seguidores, demuestran una manera desprovista de subterfugio; caracteriza a este excelente compositor la manera de establecer la comunicación de corazón a corazón”.
Recordar a Vicente desde estas dimensiones implica repasar su repertorio autoral lleno de riesgo y esperanza. Lo llevó a Etiopía, Chile, Nicaragua, Angola, donde recreó textos, músicas de combate, de amor, de solidaridad. “Lo nuestro es una canción revolucionaria que rompe muchos esquemas. Nunca hemos sido ni elitistas ni sectarios. El Movimiento es un arma importante de nuestra cultura”.
Son los sueños todavía
Gerardo Alfonso vuelve una, otra vez, a la Sala Che Guevara de la Casa de las Américas donde ha entonado canciones de resistencia, denuncia los prejuicios raciales, disfruta el canto de todos. “Aquí nacimos, nunca lo olvido. Establecer una posición de principios nos ha permitido acudir a las crónicas de lo cotidiano, a la crítica inspirada en la construcción del mejoramiento personal y colectivo. Mi disco La ruta del esclavo testimonia estas razones, incluye una savia ancestral, el lenguaje de género, la convicción de que la existencia hay que vivirla luchando”.
En ese gesto de amor también se inspira Tony Ávila. “Somos un grupo marcado por la identidad. Necesitamos ser escuchados, la calidad artística del espectáculo ayuda a comprender mucho mejor nuestras propuestas. Abordo desde la guaracha más apegada a la canción popular hasta la canción más lírica. Ahí están Que se haga la luz, La bala, Mi casa punto cu. Cultivo la herencia de Ñico Saquito, El Guayabero, Los Matamoros. Todos nutren mi ADN. Es como vivir a quemarropa en el día a día. Con mi guitarra voy a donde sea y me defiendo como gato bocarriba”.
Seguir andando
El imperativo de no cejar en los intentos activa la intención de seguir comunicando razones, pensamientos y propósitos en canciones que necesitan el abrazo de los públicos. Es un acto necesario, pues propicia la inmediatez del verso, enciende el entusiasmo, despierta la gratitud de ser parte de un acontecimiento irrepetible.
Las seducciones de opinar cantando en provecho de nuestra nación forman parte del crecimiento espiritual, incentivan el ver con mirada crítica, responsable, y es una manera de negar los modelos seudoculturales que pululan por doquier como parte de la guerra cultural. Hay que pensar, razonar, analizar. ¿Por qué no seguir trabajando en provecho del buen gusto, de la trova que invita a comprender la Historia, sí, con mayúscula, la salvaguarda de lenguajes y expresiones culturales para que los mensajes vengan de donde vengan no puedan manipular instaurando los intereses hegemónicos? La cubanidad responsable concientiza la fe en lo nuestro, en la esperanza, reparte el amor genuino de querernos a nosotros mismos para todos los tiempos.