Gerardo Alfonso

Cuando Gerardo Alfonso escribió “Son los sueños todavía” no sabía la dimensión exacta que tendría esta canción. “La compuse seis meses antes de que encontrarán los restos del Che en Bolivia; premonitoriamente dije: ‘yo sabía bien, que ibas a volver (…) porque el dolor no ha matado a la utopía, porque el amor es eterno y la gente que te ama no te olvida’”.

El músico considera que componer este tema significó un antes y un después en su trayectoria artística: “Ha tenido una trascendencia mundial, además del impacto gigantesco en el pueblo de Cuba. Fue la canción del Festival de la Juventud y los Estudiantes en 1997, dedicado al Che. Me ha dado alegrías, me ha llenado de orgullo y atrajo a muchos detractores que me han querido mal”.

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De todas las manifestaciones del arte, con la que Gerardo Alfonso se sintió identificado desde niño fue con la música. “Fue espontáneo, desde que tengo uso de razón. Disfruto también la danza, ver a la gente bailar, y eso lo puedo lograr con mis canciones”.

El cantautor nació en el Barrio Obrero de La Habana. Siempre fue muy observador y bebía de su entorno. “Esas manifestaciones artísticas, como la música yoruba, se meten en el ADN. Recuerdo que mi tía me llevaba a las fiestas de santos. Toda esa liturgia fue penetrando al punto de que no tengo que esforzarme en lo más mínimo para sacar una linda rumba. Precisamente, gracias a esas facilidades acepté el desafío de hacer otras músicas, porque la afrocubana y el guaguancó me salen muy fácil”.

¿En qué se inspira Gerardo Alfonso a la hora de componer una canción? ¿Cuáles son sus musas?

“Las musas son un estado de gracia. Estás trabajando o andas caminando entretenido y de pronto vino del éter una idea genial que te lleva a sentarte a hacer una canción. Hay un grupo de musas esperando a que te sientes a trabajar y bajan como si fuera una llovizna. Pero para que esas musas entren, lleguen, hay que trabajar, estudiar, cultivarse y tener el espíritu bien fresco, así como una pared de musgo: suficientemente fértil para que te salgan cosas.

“Siempre fui enamorado. A la hora de componer canciones le escribía a lo que más fuerte me golpeaba el alma, a las relaciones interpersonales. También al entorno cuando quedaba impactado por su belleza, dureza o tristeza. Después uno se va haciendo más consciente y trata de abarcar otras zonas de la creación y a partir de la influencia de los fundadores de la Nueva Trova, te das cuenta de que hay temas más universales para cantar y perfilas el estilo”.

—¿Qué es el guayason?

“Es un género que inventé que mezcla los compases de la música campesina con los de la afrocubana. Tiene un rasgueo medio sincopado, como el del son, pero en otros compases rítmicos. Le puse guayason porque decía Gabriel García Márquez que la guayaba era un olor de las islas caribeñas, a partir del sudor del calor de agosto. Pensé en esa fruta y en el son porque es la columna vertebral de la cultura cubana, lo más sublime para el alma divertir, y quería impregnarle un poco de ese género a lo que estaba haciendo.

“Es mío. He tratado de defenderlo en diferentes épocas a capa y espada, y otras veces lo he apartado, pero nunca lo he desechado porque sé que tiene que tener su lugar en la música cubana. No pienso que sea lo más destacado, porque hay géneros como el changüí que son más antiguos, más de un siglo de existencia y no logran convertirse en música de éxito.

“El guayason es una manera en que la gente me identifica porque tiene una cadencia diferente a la de la música popular cubana.

“Hay otro género que cree en 1983 que se llama la changa que se diferencia por sus compases asimétricos. He luchado para que tenga una cadencia estable y la gente lo pueda disfrutar porque generalmente se baila en forma binaria o ternaria como los valses, el pop, el son, el reggue, el bossa nova o el rock and roll”.

—¿Cuáles son sus principales paradigmas y formas de hacer dentro de la música?

“The Beatles, Elton John, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Stevie Wonder, Bob Marley. En la música brasileña Cayetano Veloso y Milton Nascimento. Violeta Parra y Víctor Jara son influencias intelectuales, pero musicalmente en el Cono Sur, está Charly García. Fito Páez fue el que me dio el empujón para que retomara el piano como instrumento de expresión. En la música clásica me encanta Frédéric Chopin”.

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Gerardo Alfonso.

En el año 1979 Carlos Varela y Gerardo Alfonso, entre otros jóvenes, quedaron finalistas en una prueba para integrar el Movimiento de la Nueva Trova. El autor de “Sábanas Blancas”, asegura que antes del MNT veía una dispersión de la música juvenil.  Hacían rock anglosajón y ese era el paradigma a seguir.

“La Nueva Trova convocó a audiciones a jóvenes que tenían inquietudes por la canción y de pronto, con los temas de Silvio, con los que aprendí a tocar la guitarra, tenía la posibilidad de entrar en un movimiento como ese. Siempre tuve la idea de tocar con una banda, pero me parecía muy lejano”.

Cuando conoció a Santiago Feliú, Frank Delgado, José Antonio Quesada y a otros compositores de esa época, supo que la trova era su medio y se le metió en la cabeza esa riqueza poética, melódica y estructural de la canción y, después, el plus de la ejecución con la guitarra.

Gerardo Alfonso.

Gerardo Alfonso asegura que la Nueva Trova le aportó a la cultura cubana una dimensión diferente de la canción. “No podemos negar que la trova de todos los tiempos ha tenido una bella poesía. Hay canciones insuperables como ‘Longina’, ‘Perla Marina’ o ‘Contigo en la distancia’, pero la NT expandió su pensamiento a zonas a las que no se le había cantado antes.

“Triunfó un proceso revolucionario que abrió ese camino y se compusieron temas maravillosos que se preocupaban por los intereses de los demás, por los pobres, por los acontecimientos históricos de América Latina y del Caribe. Se hicieron canciones que reflejaban la realidad y denunciaban los problemas sociales”.

Si indagas en las diferencias en su forma de hacer, Gerardo Alfonso asegura que muchas personas refieren que tiene una manera propia de hacer las letras y armonías. “Estoy metido en la burbuja y no me doy cuenta, pero conscientemente te digo que el guayason y la changa me singularizan porque son géneros que no existían”.

El músico agrega que no abundan en Cuba los artistas que cantan y ejecutan el piano al unísono, más aún dentro de la trova.

“Me gusta mucho interpretar desde el piano, tener una banda, hacer arreglos o componer canciones en busca de nuevas sonoridades y caminos. Quiero que todo tenga un sentido cultural y artístico”, asegura el artista.

La música es su columna vertebral. “Si estoy en pie es gracias a ella. Soy un ente social con determinada visibilidad. Salí de un anonimato gracias a la música. Es la comida espiritual que me mantiene vivo hasta que Dios quiera”.