Harpalyce macrocarpa de flor roja. (Aileen Infante Vigil-Escalera / Cubahora)

¿Sabías que al igual que las personas las plantas tienen bien definidas las estaciones del año, al punto de poseer mecanismos adaptativos muy curiosos para solventar los cambios que estas representan?

Sobre este tema, y más específicamente acerca de las adaptaciones que a lo largo de los años ha experimentado la flora cubana ante la llegada de la más cálida de estas temporadas: el verano, explicó la Doctora Lisbet González-Oliva, vicepresidenta de la Sociedad Cubana de Botánica (Socubot), que en la mayor parte del territorio nacional pueden distinguirse claramente dos estaciones: una seca y otra lluviosa, que tiene lugar durante el verano.

“En estas condiciones, evidentes en la mayor parte de nuestra geografía, las plantas están expuestas a relativamente secos y fríos inviernos, así como a húmedas y calientes temporadas con una duración aproximada de cinco a seis meses, porque para nuestra flora el verano no solo se evidencia en julio y agosto, sino desde mayo, justo al comenzar las precipitaciones, y hasta noviembre”, aseguró.

Así, no son pocos los árboles cubanos que pierden sus hojas durante la estación seca y producen nuevas cuando llegan las lluvias. Esta peculiaridad se evidencia en los bosques propios de las llanuras de la mayor parte del país, donde el porcentaje de árboles que pierden su follaje llega a elevarse hasta un 65 % del total de sus especies.

Entre las especies más conocidas y que durante el verano se cubren de nuevas hojas se encuentran nuestra ceiba (Ceiba pentandra), el almácigo (Bursera simaruba) y nuestra caoba (Sweteniamahagoni), aseguró quien se desempeña, además, como investigadora del Herbario Nacional de Cuba adjunto al Instituto de Ecología y Sistemática.

Y es que esta temporada lluviosa, o sea, el verano húmedo y caliente, es la estación óptima para las plantas, no solo para el crecimiento y aparición de nuevas hojas, sino para asegurar la próxima generación.

“Es en estos meses cuando la mayor cantidad de especies florecen y producen frutos. Y más específicamente en las regiones del trópico como la nuestra, donde aprovechan este tiempo para dispersar sus semillas y garantizar que las nuevas plántulas tengan mayores posibilidades de sobrevivir.

”Estas plántulas son especialmente vulnerables a la escasez o falta de agua, siendo la sequía su principal causa de muerte. De ahí que producir las semillas y dispersarlas al principio de la estación lluviosa entre mayo y julio-agosto, fundamentalmente, es una adaptación ventajosa para muchas de nuestras especies”, explicó.

La yagruma (Cecropia peltata), nuestro árbol pionero por excelencia (el primero que suele establecerse en un claro de la vegetación si no se le adelantan las plantas exóticas invasoras); la conocida siguaraya (Trichilia havanensis); y el nogal del país (Juglans jamaisense subsp insularis), se encuentran entre las representantes de la flora nacional con esta adaptación.

Yagruma (Cecropia peltata)

LAS PEQUEÑAS TAMBIÉN SE ADAPTAN

“Este ajuste adaptativo también se evidencia en arbustos raros como la espinosa Ayenia cajalbanensis, que florece, fructifica y dispersa sus semillas en esta estación; y la leguminosa Harpalyce macrocarpa, exclusiva de las serpentinas de Santa Clara, que integran la lista de las 50 plantas más amenazadas de Cuba”, dijo.

Aunque puede verse con sus llamativas flores rojas o amarillas en la estación seca, los frutos vienen a estar listos para dispersar sus semillas en los primeros meses de la estación lluviosa.

Pero si bien es en los árboles y arbustos de mayor tamaño donde más se han documentado estos cambios, también encontramos en territorio cubano hierbas y trepadoras que florecen y fructifican en este momento del año, precisó la igualmente vicepresidenta del Grupo de Especialistas en Plantas Cubanas de la Comisión de Supervivencia de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (SSC/IUCN).

Así se encuentra el caso de la Aristolochia peltata, una trepadora no exclusiva de Cuba, pero que crece solo en escasos puntos del Caribe y que se considera hoy entre las 50 más amenazadas de nuestro país.

Además, en no pocas especies herbáceas endémicas —frecuentemente anuales (nacen, se reproducen y mueren en un año)—, tiene lugar durante el verano lluvioso una explosión poblacional (también llamgeogado boom poblacional) que incrementa rápidamente en varios miles el número de individuos que había al final de la estación seca.

Entre ellas el caso de Amaranthus minimus, una hierba endémica exclusiva de las playas arenosas de Guanahacabibes; y de Pinguicula  filifolia, una de las varias especies de plantas insectívoras endémicas exclusivas de nuestro país.

Ayenia cajalbanensis (Aileen Infante Vigil-Escalera / Cubahora)

 

Dendrophylax lindenii. (Aileen Infante Vigil-Escalera / Cubahora)

 

Utricularia purpurea. (Aileen Infante Vigil-Escalera / Cubahora)