Dentro de varias semanas, por vigésimo quinta ocasión consecutiva, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas se pronunciará acerca de la política de bloqueo impuesta por Estados Unidos al pueblo cubano hace más de cinco décadas.
Desde 1992, la comunidad internacional aprueba una resolución que exige su levantamiento. El pasado año, la histórica votación se expresó con 191 votos a favor del cese del bloqueo, ninguna abstención, y solo 2 países en contra, Estados Unidos e Israel.
El texto, que se someterá a consideración el próximo 26 de octubre, evidencia que el obstáculo principal para el desarrollo del país es la absurda política de Washington, porque no hay sector en la Isla que no sufra sus consecuencias.
Más de 50 años han transcurrido desde que se implantó la injusta política que permanece vigente a pesar del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana.
Los cubanos tenemos memoria y recordamos que el 3 de enero de 1961 Estados Unidos rompió sus nexos con Cuba. El 31 de marzo de ese año, el Presidente John F. Kennedy suprimió totalmente la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano y el 3 de febrero de 1962, mediante la Orden Ejecutiva Presidencial 3447, se firma oficialmente el bloqueo total contra la Isla.
Durante más de medio siglo vivimos momentos difíciles, de heroica resistencia, hasta llegar al 17 de diciembre de 2014, cuando los Presidentes Raúl Castro y Barack Obama anunciaron la decisión de iniciar un proceso para el restablecimiento de vínculos diplomáticos.
Se abrieron embajadas en ambas capitales y se han dado pasos en la dirección correcta; pero para avanzar en el largo camino de normalización de los nexos bilaterales, debe ser levantado el bloqueo.
A pesar de los meses transcurridos desde que el presidente Obama, antes de visitar La Habana en marzo pasado, declarara que Cuba podría utilizar el dólar estadounidense en transacciones internacionales, esta negativa se mantiene.
Cuba continúa sin poder exportar e importar libremente productos y servicios hacia o desde los Estados Unidos, no puede tener relaciones bancarias directas con ese país, ni recibir inversiones estadounidenses en otros sectores de la economía, con excepción de las telecomunicaciones.
En uso de sus prerrogativas ejecutivas, que las tiene, el Presidente de Estados Unidos ha anunciado positivas medidas para modificar algunos aspectos del bloqueo; pero esa absurda política no ha terminado.
Es verdad que el Congreso es el único que puede decir un día: se acabó el bloqueo a Cuba. Pero, el Jefe de la Casa Blanca tiene posibilidades para vaciarlo de su contenido fundamental: se trata de un entramado de leyes y acciones con un marcado carácter extraterritorial.
El bloqueo es una guerra económica, comercial y financiera que Estados Unidos impone a Cuba desde hace más de cinco décadas, pese al rechazo casi unánime de la comunidad internacional.
En ese sentido, el Canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, afirmó recientemente que “mientras haya bloqueo, habrá debate y votación en las Naciones Unidas”.
El próximo 26 de octubre, cuando en el plenario de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, se someta a votación la resolución cubana por vigésimo quinta ocasión consecutiva desde 1992, seguramente otra vez se mostrará el abrumador respaldo con el que cuenta Cuba a nivel mundial.