Las plantas medicinales constituyen una parte fundamental de todos los sistemas de medicina tradicional. Probablemente siempre han acompañado al hombre en su lucha contra la enfermedad y lo han hecho a lo largo de la historia por todo el planeta. En la cueva de Shanidar (Irak), a finales de la década del 50 del pasado siglo, se encontraron restos de neandertales de diferentes edades y estados de conservación con una data de entre 60 mil y 80 mil años. Uno de estos cuerpos, identificado como Shanidar IV, estaba colocado en posición fetal junto con varios tipos de plantas reconocidas por sus propiedades medicinales, entre ellas la milenrama.
Antiguas civilizaciones como la sumeria, la egipcia, la india, la china y la griega desarrollaron ampliamente el uso de plantas medicinales. En nuestra región americana culturas precolombinas como aztecas, mayas e incas dispusieron también de estos medios para cuidar la salud. En el particular de Cuba, se sabe que nuestros aborígenes aprovechaban los beneficios de la rica flora tropical de la isla en caso de enfermedad. El propio Colón fue responsable del primer registro escrito al respecto, cuando apuntó en su Diario de navegación ‘…dizque dixo un indio por señas que el almáciga era buena para cuando les dolía el estómago’, el cinco de noviembre de 1492.
En la actualidad, la ciencia moderna ha podido comprobar a través de la investigación preclínica y clínica el valor de muchas plantas medicinales en el tratamiento de las enfermedades para las que históricamente han sido empleadas. Recordemos que incluso el ácido acetil salicílico, la conocida aspirina y primer medicamento sintético de la historia, es heredero del milenario uso tradicional de la corteza del sauce blanco (Salix alba), rica en salicina. Las indicaciones de esta corteza y el conocido fármaco sintético son en esencia similares, a partir de sus acciones analgésicas, antiinflamatorias y antipiréticas.
Existen muchos medicamentos convencionales de uso frecuente cuyo origen está en las plantas medicinales. La morfina, la pilocarpina, la codeína e incluso citostáticos como el docetaxel, el paclitaxel, la vincristina y la vinblastina provienen de principios activos vegetales.
Un hecho que sin dudas ratifica la importancia de las plantas medicinales en el mundo moderno es el otorgamiento en 2015 del Premio Nobel en Fisiología o Medicina a Tu Youyou. Esta investigadora fue líder de un equipo de científicos chinos que, buscando una cura para la malaria siguiendo recetas de textos antiguos de la Medicina Tradicional China y a través del método científico, consiguieron identificar la especie Artemisia annua. De esta planta lograron extraer la artemisinina y probar su efecto antiplasmoidal. Actualmente los tratamientos que contienen derivados de la artemisinina constituyen el tratamiento estándar de un mal que cobra anualmente más de medio millón de muertes a nivel mundial.
Independientemente del desarrollo de nuevos fármacos sintéticos a partir principios activos vegetales, todavía las plantas medicinales y los medicamentos herbarios derivados de ellas mantienen interés y vigencia en el mundo moderno. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que en 124 de sus Estados Miembros existen regulaciones para este tipo de productos, 110 cuentan con farmacopeas y 93 con monografías reconocidas, mientras que 34 países los integran en sus listas básicas de medicamentos.
Existen en la actualidad evidencias suficientes que avalan en no pocos casos la eficacia y la seguridad de los fitomedicamentos. Por ejemplo, una revisión sistemática publicada en Clinical Epidemiology and Global Health en 2022, donde se evaluó la efectividad del jengibre (Zingiber officinale) en comparación con antiinflamatorios no esteroideos y terapias complementarias en el tratamiento de la dismenorrea primaria concluyó que el uso de hasta dos gramos de jengibre en polvo por día en dosis divididas o en forma dietética durante tres días, puede ser recomendado de manera segura a partir del primer día del ciclo menstrual para tratar la dismenorrea primaria. El jengibre puede combinarse con otras terapias complementarias como el ejercicio para aumentar la eficacia en el alivio del dolor menstrual, lo cual puede reducir la dependencia de medicamentos convencionales, aunque se necesitan más estudios para mejor evidencias.
Ha sido así, a través de la investigación científica, que se han validado los usos de muchísimas plantas medicinales, las que se emplean en la actualidad por todo el mundo. Especies como la albahaca blanca (Ocimum basilicum), la caña santa (Cymbopogon citratus), la pasiflora (Passiflora incarnata) o el orégano francés (Plectranthus amboinicus), son algunas de las más utilizadas y mejor estudiadas, todas ellas cultivadas en nuestro país.
Y hablando del estudio de la flora medicinal de Cuba, siempre es necesario mencionar la figura de Juan Tomás Roig y Mesa, figura indispensable de la ciencia cubana y de las botánica en particular. Su obra definitivamente marca un antes y un después en la investigación sobre el tema, lo cual le convierte en referencia obligada para científicos y la población en general. Plantas medicinales, aromáticas y venenosas de Cuba constituye un texo obligado de consulta, a pesar de que su primera edición data de 1945 y la segunda de 1974. Aquí se reflejan especies que han sido siempre y todavía son de uso común por nuestra población.
Ahora bien, saber identificar y utilizar correctamente las plantas constituyen retos fundamentales, ya en ese sentido se suceden fenómenos que la población debe conocer. Por ejemplo, la Matricaria recuita es la manzanilla llamada por algunos alemana y es la mejor investigada en el mundo, pero de acuerdo con Roig en Cuba se le llama también manzanilla a otras cinco especies. Estas son Isocarpha oppositifolia, Chrysantellum americanum, Egletes viscosa, Helenium tenuifolium y Phania matricarioides. Las propiedades medicinales de todas ellas no son necesariamente similares y las personal podrían usar una especie por otra, a partir del nombre común, sin que esta posea posea la acción farmacológica por la cual la estamos consumiendo.
También es común que una planta se conozca con diferentes nombres en el país. Por ejemplo, la Justicia pectoralis es identificada en la región oriental como carpintero, pero para occidente se le denomina tilo y no es la Tilia × europaea, aunque ambas tienen un efecto sedante.
Estos ejemplos anteriores son solo algunos que podrían incidir en un uso inadecuado de las plantas medicinales, a lo cual se le suman otros como el empleo de la parte adecuada del vegetal, la necesidad de respetar la forma de procesamiento recomendada y su consumo en una dosificación correcta. Vale entonces tener en cuenta a Paracelso, quien afirmó que ‘Todo es veneno y nada es veneno, sólo la dosis hace el veneno’. Es por ello que solemos afirmar que no por ser un tratamiento “natural”, necesariamente el uso de las plantas medicinales es 100% seguro, aunque sí tienen como norma mucho menos riesgo de reacciones adversas asociadas a su consumo cuando este se hace de manera adecuada.
Creo firmemente que siempre han estado ahí, esas modestas aliadas del hombre que son las plantas medicinales. Ni panacea contra todos los males, ni totalmente ineficaces o inocuas, constituyen objetivamente un recurso a la mano que puede ser útil sobre todo en la atención primaria de salud, ya que en la propia comunidad convivimos con muchas especies que están en nuestro entorno más cercano. Si sabemos cómo, podemos beneficiarnos de este regalo, por una salud… ¡desde lo natural!