Durante algún tiempo, los medios de comunicación tradicionales desempeñaron el rol de intermediarios entre los políticos y el resto de la sociedad. Hoy la realidad es más diversa, pues las redes sociales digitales se han sumado a esa compleja mediación.
Esto tiene que ver con la altísima presencia de las personas en estas redes. Según un estudio de 2023, la popularidad de tales plataformas es tal que al menos el 61% de la población mundial las utiliza. Como ha escrito Silvia Gutiérrez, catedrática mexicana, las redes sociales digitales se “han convertido en un camino rápido y directo para llegar a los habitantes y mantener un diálogo permanente con la ciudadanía”.
Y aunque no necesariamente son consumidas con fines políticos, las redes sociales digitales han devenido un espacio de exposición de las contradicciones políticas, puesto que ahora los públicos potenciales están allí. De tal modo, en la actualidad el quehacer político difícilmente se puede concebir sin tener en cuenta estas invenciones de la informática.
Es por ello que los políticos de la contemporaneidad han debido asumir el desafío de adaptar un discurso, cuyos rasgos tradicionales incluyen la formalidad, a uno donde el lenguaje puede llegar a ser más conversacional e, incluso, informal. Así, en las circunstancias de nuestros días, han construido nuevos relatos, acordes a las plataformas emergentes. Para algunos ha resultado un proceso natural; otros, independientemente de sus gustos y preferencias, han transitado al actual panorama compulsados por las demandas de la época histórica.
A través de las redes sociales digitales se pueden establecer opiniones y tendencias que trascienden el espacio virtual. Dichas invenciones permiten conocer mejor los intereses de la gente y sus comportamientos; en esto superan a los medios de comunicación tradicionales. Ellas ejercen una poderosa influencia social, sin lugar a dudas. Logran incidir en la reputación de las personalidades públicas, así como en los resultados de las acciones gubernamentales o de candidatos electorales. Sucesos de la historia reciente evidencian la fuerza que han adquirido, aunque no siempre con resultados positivos para las sociedades.
Ha sido el caso de las protestas en Egipto en 2011; la crisis generada en torno al islam como consecuencia de la sátira del semanario francés Charlies Hebdo en 2015; las victorias electorales de candidatos como Donald Trump, en 2016, o Bolsonaro, en 2018; los disturbios del 11 de julio en Cuba en 2021; la escalada de los conflictos en Ucrania, desde 2022, y Palestina, desde 2023; o las tensiones políticas en Venezuela tras las elecciones presidenciales de 2024.
Los mencionados son ejemplos de cómo las redes sociales digitales influyen en el curso de la realidad, presentan nuevos escenarios y ponderan versiones que llegan a estar muchas veces contaminadas con las llamadas fake news. Sin embargo, si bien el impacto de estas plataformas en la política resulta innegable, su poder no es ilimitado. En esto coinciden varios especialistas, como la profesora cubana Rosa Miriam Elizalde, quien en su intervención en un foro internacional en 2022 afirmó que las redes sociales digitales son variables dependientes de otras, y no al revés.
Por ello es necesario fomentar en la ciudadanía un consumo crítico de las redes sociales digitales. Un adecuado nivel cultural de los usuarios y la transparencia de las instituciones públicas son imprescindibles para que la ineludible influencia de estos adelantos tecnológicos transite por buenos senderos.